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viernes, 26 de abril de 2024
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Que se doble pero no se rompa

Continúa en cartel la empresa Perdona un momento de locura.

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El obediente y cumplidor Orlando tendrá un momento de locura y romperá todo, pero la empresa sabrá qué hacer, y a través de la intermediación de una psicóloga intentará traerlo nuevamente al redil laboral. Lo que hará esa médica, interpretada por Verónica Badoza, para que Orlando ‘recapacite’ y vuelva contento a ocupar su lugar dentro de un engranaje que ha estado oprimiéndolo más de veinte años, y la tosca resistencia que el laburante opondrá a revelar aspectos de su vida, constituye el nudo de La empresa perdona un momento de locura, del venezolano Rodolfo Santana, que el grupo Vamos de Nuevo viene llevando a escena los fines de semana en la biblioteca María Alcira Cabrera.

La función del domingo resultó sólida en todos sus aspectos, con una excelente performance de Carlos Alberto Teijón como Orlando Núñez, un formoseño llegado a Buenos Aires a trabajar a una fábrica en la que su suerte será similar a la de millones de obreros argentinos explotados por empresarios que, como alguna vez alertó Charly García en referencia a la música, “tapizan los asientos de su coche con la piel del músico”. Otro ladrillo en la pared, diría la banda colega Pink Floyd, pero hablando de la educación.

Sin embargo costará identificarse con un hombre que es machista, violento, xenófobo (odia a los chinos) y pusilánime con sus jefes, entre otras ‘lindezas’, padre de una punta de hijos entre los que se destaca el mayor, Antonio, asesinado por la policía “por sus ideas, no por robar”, según defiende su padre a su primogénito revolucionario, que jamás pudo conseguir que el bueno de Orlando aprehendiera el significado de palabras hoy demodés, como plusvalía. Ese Orlando que ha tenido una vida inclemente, ha pasado hambre y reprimido humillaciones que finalmente aflorarán… sin que nada cambie demasiado. La víctima (una más, otro ladrillo en la pared) de un sistema (otra palabra demodé, que no para de nacer) que defiende a rajatabla, más desde una inocencia que a veces enternece que desde la convicción política. Como tantos y tantas aquí y ahora entre nosotres, por eso la actualidad de la obra, al margen de algunas esquematizaciones.

La puesta es correcta, y a pesar de ser largo (una hora y veinte minutos) en relación a la duración promedio del teatro lugareño, e incluso con un final que podríamos prever, el espectáculo mantiene la tensión hasta la última escena, montado sobre las espaldas de un Teijón que es la pieza clave del andamiaje.

Dirige Moro Parodi (no está en la sala, pero condujo desde Buenos Aires a través de dispositivos tecnológicos todo el proceso de ensayos), Lorena Palacio y Camila Teijón hacen las luces, y Hernán Creado el sonido.

Las funciones continuarán este fin de semana, viernes y domingo.

Chino Castro

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