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viernes, 03 de mayo de 2024
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“No sé de dónde sacamos fuerzas, pero seguimos peleándola”

Lucas Noblía, un enfermero que se prometió "honrar a los que ya no están"

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Es enfermero hace quince años, y aunque atraviesa una tempestad que no imaginó en sus comienzos profesionales, a pesar de que hace apenas horas tuvo ganas de abandonar la trinchera tras el fallecimiento de su compañero ‘Beto’ Álvarez, Lucas Noblía sabe y, mejor, siente que saldrá de esta inaudita crisis fortalecido en su vínculo con el oficio que volvería a elegir (ver aparte). “Este bicho no nos va a ganar, no puede ganarnos”, asegura, hasta desafía, el laburante, al tiempo que insta a sostener los cuidados ya que las cifras locales de estos días, que alivian en relación a las que veníamos padeciendo, mañana mismo podrían volver a darse vuelta. Con todo, Noblía deja un mensaje de esperanza: “Tenemos que hacer un esfuerzo más, y pronto saldremos todos juntos de esto”.

¿La muerte de ‘Beto’ Álvarez podría haberse evitado, si como sociedad nos hubiésemos portado mejor y esta crisis sanitaria no se hubiera producido?

-No se podría saber. Desde que esto empezó, nos fuimos mentalizando en que somos personas muy expuestas. Si bien los casos han ido aumentando porque la gente no comprendió, también podría haber ocurrido que la población hubiese desde un principio entendido todo, y contagiarnos igual durante el trabajo. No se le puede echar la culpa a nadie, la realidad es que como trabajadores de la salud estamos muy expuestos, por el contacto directo con personas que padecen el virus.

Ayer -el domingo- hubo setenta y ocho personas que no concurrieron a su turno de vacunación. ¿Qué sienten, como trabajadores de la salud, cuando ocurre eso, sabiendo que la vacuna y los cuidados son las únicas herramientas que se conocen para detener la propagación del covid?

-Mucha tristeza. Hay mucha gente que anhela el turno, y otros que lo tienen y no van. Habría que ver también si no fueron porque no quisieron o por ahí no recibieron la notificación. El trabajo de la Secretaría de Salud es excelente. La gente que arma la huella epidemiológica, la que hace los seguimientos, la que llama por los turnos. Me ha tocado experimentarlo con mis propios padres: no sólo los llamaron a ellos, sino que me mandaron un mensaje a mí. Pero también son seres humanos y se les puede escapar algo. Habría que ver por qué no fue esa gente. Si no quisieron ir habiéndose anotado, es muy triste. La vacuna es la única herramienta que se conoce para que, más allá de todos los cuidados y restricciones, podamos frenar al virus y que el sistema no siga colapsado.

Pinzas para cifras que “pueden volver a subir mañana”

Las cifras locales de estos días son más bajas, y eso alimenta el optimismo. ¿Estamos aún lejos de superar la crisis?

-Es una inyección de aliento para el equipo de Salud cuando los números son más bajos, obviamente nos alegra. Pero hay que tomarlos con pinzas: pueden volver a subir mañana. A pesar de ese descenso no estamos bien, sabemos que la cantidad de casos puede crecer otra vez, o que pacientes asintomáticos de hoy pueden comenzar a desarrollar síntomas mañana. Lo que hay que hacer es mentalizarse, la sociedad debe ser responsable con cada uno de sus actos y ayudar al sistema. Todos queremos que todo el mundo esté bien y trabajando, y que el sistema no padezca así, y la verdad es que eso depende de la conducta de cada persona.

Noblía, que hace once años trabaja en el hospital y lleva uno y medio en la UTI, dice que el equipo de Salud está pendiente de un dato en el que quizá el resto de la población no ponga el mismo énfasis, aturdido con los números ‘gruesos’ del desastre: la cantidad de camas disponibles en el hospital. “Por más que sean pocos los contagios del día, lo que uno desea, más allá de la alegría de que sean pocos, es que ninguno desarrolle un cuadro complicado, ya que no tenemos disponibilidad de camas. Estamos, primero, muy pendientes de recuperar a los pacientes. Hay un alivio los días en que la cantidad de contagiados es menor, pero eso no quita que algunos de esos pacientes se descompense y se requiera una cama que quizá no tengamos. Uno se preocupa por dónde los vamos a atender, el equipo de Salud está agotadísimo y hemos empezado a sufrir bajas, nos estamos contagiando y eso también es angustiante.

Es más “la gente que sí”

¿Qué te sostiene, de dónde obtenés fuerzas para seguir?

-Cuando comencé como enfermero, no hubiera creído que esto iba a suceder, y de saberlo no sé si hubiera aceptado la profesión. Pero hoy la amo. Siento que este bicho no nos va a ganar, no puede ganarnos. Se hace todo lo que se puede y tenemos el apoyo de mucha gente. Algunos no han hecho las cosas bien, pero es mucha más la gente que sí, que nos ayuda, reza por nosotros. Eso te da la fuerza. Mi familia, el compromiso de honrar a los que ya no están. Por ellos hay que seguir luchando, este bicho no se puede llevar más gente de Bolívar. Uno por ahí afloja, como yo cuando falleció ‘Beto’, que les dije a mis compañeros que ya no quería más esto. Pero bueno, después te pegás un baño, recapacitás y te juramentás que esto no nos va a ganar. No sé de dónde sacamos las fuerzas, pero las sacamos, y seguimos peleándola.

Se pone el foco en los insolidarios, pero quizá sea como en la escuela: los que no cumplen siempre hacen más ruido que los que sí, pero tal vez sean menos.

-En un primer momento hubo gente que no creyó, y a algunos les fue mal. Algunos todavía no creen, dicen que esto es toda una mentira. Con todo lo que estamos pasando, aún veo en la calle gente sin barbijo, un año y medio después, y no lo puedo creer. Pero la gente que nos apoya es muchísima, y nosotros agradecidos. Quizá sí ese sector está en silencio, pero aunque no se visualice su respaldo, yo noto su cariño. Hablo con diez personas, y nueve u ocho te agradecen todo este esfuerzo, hasta con la mirada. Sentimos todo ese afecto, aunque sea silencioso, de tantos y tantas que hacen las cosas bien.

Finalmente, el enfermero instó a que “nos cuidemos un tiempo más. Están viniendo muchas vacunas, lo que nos produce una gran alegría, entonces tenemos que hacer un esfuerzo más, y pronto saldremos todos juntos de esto”.

Chino Castro

La profesión “más bondadosa”, la que “volvería a elegir”

“La de enfermero es una profesión que tenés que sentir. Y yo la volvería a elegir”, planta su bandera el trabajador, con el corazón estrujado como sólo están quienes padecen o padecieron un cuadro agudo de covid, los/las que perdieron a alguien y los/las miembros de nuestro estoico equipo de Salud y sus pares del mundo. Golpeado, de a ratos al borde de abandonar la larga batalla, pero también orgulloso del oficio al que cada mañana y por más frío que haga, Lucas Noblía le confía su razón de ser.

Seguramente saldrás de esta tormenta queriendo más a tu profesión.

-Sí, así va a ser. Quienes eligieron esta profesión, hoy se ve que eligieron bien y que van por buen camino. Toda la camada de chicas nuevas, de enfermeras que se alcanzaron a recibir antes de la pandemia, y otras que continúan estudiando, le están poniendo una garra bárbara. Cuando me preguntaban qué le había visto a la enfermería, yo les decía que plata no iban a hacer con este trabajo, que cosas iban a tener las justas y necesarias, pero que si querían ayudar al otro, brindarle cuidados y alegrías al que está pasándola mal, ser enfermero es lo mejor, la profesión más bondadosa y más empática.

Llevarse el trabajo a casa

Días atrás, la doctora Callegari me decía que se iba a casa pensando en los pacientes, que la situación es tan grave que no puede desconectarse del trabajo. ¿Te pasa lo mismo?

-Sí, la verdad es que estamos todos conectados con lo que pasa. En Terapia Intensiva tenemos un grupo (de WhatsApp) en el que nos pasamos las novedades; cada cosa que ocurra, sea mejor o peor para el paciente, nos la comunicamos. Y nos alegramos con las mejorías, porque son frutos de nuestro trabajo. Hacemos las cosas lo mejor posible, estamos dando más del cien por ciento. Y obviamente cuando nos comunican que un paciente está grave y hay que realizarle un procedimiento que tal vez no salga bien, nos ponemos mal. Cuesta desconectarse, uno se va mal. A mí particularmente ayer -domingo- me tocó vivir el fallecimiento de ‘Beto’ (Álvarez), mi compañero, y fue muy doloroso. Es feo para la familia, y para nosotros también. Hasta hace un mes corría con nosotros para acomodar todo, y ahora ya no está. Es muy triste… Bolívar es una comunidad chica, ver gente joven o que conocemos tan mal, afecta, y cuesta despegarse. Yo me pongo a ver deportes, trato de no pensar en el tema, ya mi familia sabe cuándo hablarme, se dan cuenta por mi cara. Pero hay que hablar, uno muchas veces necesita desahogarse, llorar, que alguien lo escuche.

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