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lunes, 06 de mayo de 2024
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NOTA EDITORIAL: Siempre hace falta la verdad

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El “vacunagate” que se conoció en las últimas horas y que le costó el puesto nada menos que al ministro de Salud de la Nación, Ginés González García, empieza a encontrar derivaciones, ramificaciones o al menos procedimientos repetidos en diferentes puntos del país.

Este sistema prebendario, acomodaticio, ventajero, no es nuevo en Argentina. Todo lo contrario. Nos hemos acostumbrado a que este tipo de cosas sucedan en todos los niveles, quizás como una derivación de la malsana “viveza criolla”, que es casi una marca de fábrica para los que hemos nacido de este lado del Río de La Plata. Así somos, en realidad, la mayoría de los argentinos. Utilizamos la influencia, las mínimas dosis de poder de las que disponemos, la amistad, el contacto, casi para todo. Desde lograr anotar a nuestros hijos en la escuela que preferimos, hasta conseguir entradas a la cancha cuando todo está agotado.

Esa manera de ser, que de algún modo deberíamos comenzar a cambiar aunque no sea fácil, es la que permite que sucedan desaguisados mayores, verdaderas catástrofes morales que nos conmueven, nos sacuden, porque sin ninguna duda que “se pasan de la raya”, exceden aquella forma de ser viciada del argentino medio que, felizmente, tiene un límite.

Se están conociendo en las últimas horas que, en algunos municipios cercanos, se ha procedido de forma similar con la vacuna Sputnik V. Hay denuncias, crónicas periodísticas que así lo manifiestan y que amenazan con enturbiar un panorama que necesita ser claro. Si la vacuna es la única esperanza frente al coronavirus, entonces es imperioso que no nos maten la esperanza. Ya se ha sufrido demasiado, incluyendo muertes que no debieron suceder, como para que, además, el sufriente ciudadano común pierda la confianza y le haga ver cada vez más lejos la tabla de salvataje a la que tiene derecho a asirse.

En Bolívar están sucediendo cosas. Las redes sociales, primera caja de resonancia del run run social, saturan las memorias de los celulares con nombres, apellidos y fotos de vecinos de nuestro medio a los que apuntan con dedo acusador y los denuncian como receptores de favores que no debieran haber recibido ni aceptado. La charla de café, el secreto a voces, también da nombres de personajes (algunos de la política) que también habrían caído en las redes de estos favores y, por supuesto, atacan a profesionales de la salud y funcionarios como propiciadores de ese juego perverso.

Hay una sola forma de cortar por lo sano, para no permitir que se pierda la confianza, para no dejar que se mancillen nombres injustamente y es dar la lista de las personas que recibieron la vacuna en Bolívar, con expresa aclaración de sus circunstancias particulares. Es decir, de los motivos por los cuales cada uno de ellos correspondía que sea inoculado. Porque es tan severo el daño que causa quien hace las cosas mal como el que se ocasiona al poner en tela de juicio a alguien que no lo merece. De modo que será muy saludable deslindar responsabilidades y poner las cosas negro sobre blanco.

Aguardamos esa determinación que deberá partir del Ejecutivo local. La necesitamos imperiosamente. Siempre hace falta la verdad.

 

Víctor Agustín Cabreros

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