29 de mayo de 2025
Alabart estrenó espectáculo en Casa Negra.
Escuchar artículo
por
Chino Castro
Ver al 'Mono' José María Alabart es un casi una experiencia religiosa hoy. Por lo que tiene de ritual enfrentar con poesía y hermanados la violencia y la estupidez que han llevado a la Argentina, acaso al mundo, al borde de un abismo en el que la especie ha empezado a morderse la cola con una fruición demencial, sin que la 'cabeza' perciba aún que esta cena para pocos terminará mal para todos.
Así entonces, el sábado en Casa Negra un puñado de vecinos y vecinas asistimos a una nueva misa del actor y director, que a caballito de un puñado de indestructibles textos nos señaló un sendero por donde escapar de la malaria que nos ensombrece la mirada. Sí, porque la poesía, si es dicha por alguien que no tiene que lavarse la boca para pronunciar ciertos versos, es más bengala hacia el mañana que refugio contra el azote, o en todo caso las dos cosas en simultáneo. Claveles rojos que no destiñen; pétalos de futuro y digo futuro creyendo que digo bien: no importa que no se vea claro, porque justamente el futuro es un hogar por construir, siempre y ahora parece que más, por su carácter urgente.
González Tuñón, Miguel Hernández, Cortázar, Neruda, Gelman, Tejada Gómez, Brecht, Urondo, fueron las 'estrellas' que Alabart nos sirvió en la mesa de emocionarnos. En la primera vez de 'La revolución es un poema eterno', convidó a dos de sus colegas y más cercanas cumpas de la compañía teatral La Barraca, ellas son Anneris Escalada Aranas y Ana Laura Maringer, a aportar la interpretación de poetisas de nuestro 'barrio' del mundo que siguen hablándonos, y desde su casa al universo. En ese segmento volvieron a nacer Idea Vilariño (Uruguay), Rosario Castellanos (México) y alguna más.
El otro convidado apareció hacia el final, encendiendo un amoroso fueguito cuando ya era 25 de Mayo: con 'Chamaco' Valdez, el 'Mono' compartió la lectura de un fragmento de 'La revolución es un sueño eterno', novelaza de Andrés Rivera y una suerte de piedra fundamental de este espectáculo al que su realizador supo sumarle adecuados condimentos.
El regreso a escena de 'Chamaco' fue un motivo de callada celebración para quienes copamos 'lo de Delia y Leo', ya que no es necesario gritar como en un Mundial para florecer de alegría cuando alguien querido regresa a casa.
Hubo dos pináculos del viaje, en pasajes en los que Casa Negra parecía el tren del cielo: el abordaje del poema de Cortázar a la patria, que el protagonista de la noche ya ha recitado en otros de sus espectáculos, y del trepidante escrito que Gelman dedicó a Guevara, a quien dejamos caer y con él un puñado de sueños que se han puesto grandes pero siguen ahí, al alcance de un puño rojo que se haga humanidad. Alabart es una fiera interpretando, y esos poemas son querosén.
Lo demás fue lo habitual en este tipo de apuestas artísticas hilvanadas por Alabart: su gracia siempre afilada para monologar entre poema y poema acerca de la vida y la obra de cada escritor elegido, toda gente comprometida con la pendiente revolución; toda gente que luchó y perdió pero quizá ganó, al quedarse hasta el infinito en el corazón de su pueblo; todos 'zurdos' y/o peronistas y que se arremanguen los tibios. Monólogos con anclaje en el tiempo que nos toca vivir (o padecer), porque el 'Mono' no sólo no saca los pies de plato, sino que se ensucia bastante las patas jugando su opinión política y, otra vez, que frunzan la mirada los amargos.
Fue una función larga, Colapinto ya estaba que largaba en Mónaco y nuestro muchacho recitador continuaba 'prendido fuego'. Alabart siempre se va por las ramas y alguno habrá cabeceado, pero siempre son ramas de un árbol valiente, uno que se ha bancado cien mil tempestades pero ha seguido de pie dando frutos que jamás caen en saco roto, aunque no alcancen, todavía, para dar de comer a todo un pueblo.
La atención en Las Heras 250 fue esmerada y cálida, como cada vez, y el morfi bien rico, igual que en cada velada allí.
COMPARTE TU OPINION | DEJANOS UN COMENTARIO
Los comentarios publicados son de exclusiva responsabilidad de sus autores y las consecuencias derivadas de ellos pueden ser pasibles de sanciones legales.