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Domador de huellas

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Escribe: Mario Cuevas

Nuestro folklore, ese gran árbol de la música popular argentina, cobija en susramas una historia cargada de artistas y agrupaciones que lo transitan desde sus inicios. Floreció de gran manera con el llamado ‘boom folklórico’ en los 50’s y diez años más tarde, diversos artistas que comenzaron a fusionarlo con otros géneros con resultados dispares, lograron oxigenarlo y abrirle diferentes puertas para que continúe creciendo fuerte y lozano.

Waldo de los Ríos, luego Eduardo Lagos, Manolo Juárez y el Chango Farías Gómez, por citar los principales exponentes, abrieron un camino nuevo en el folklore en momentos que no era usual la cruza de géneros.Por esos días comenzaban también los primeros encuentros del rock con el folklore: la agrupación Arco Iris con Ara Tokatlián y Gustavo Santaolalla; LittoNebbia tocando con Domingo Cura; y desde el jazz, el Gato Barbieri irrumpiendo con su poderoso saxo tenor, deslumbrando con su personales versiones de clásicos del folklore.

Hoy la cuestión es diferente, si bien cada género posee sus artistas referentes, el juego está más abierto para los cruza de sonidos sin que nadie se ruborice. Hoy traemos dos ejemplos, casi tomados al azar de un maremágnum de grupos y solistas que pugnan por mostrar su música y su arte sin perder de vista las raíces folklóricas.

 

Rama de arbolito

En el nombre del grupo se percibe toda una declaración de principios musicales: “Me colgué con un libro sobre elaboración de vinos caseros cuyo eje era la proporción justa del ácido para que tenga personalidad y sabor, pero que no se pase para evitar lo agrio. Tomé eso de la proporción justa, algo lindo para tener en cuenta en la música, ¿no?… que tenga su personalidad, su peso, pero que no se cargue de más para que no caiga en un híbrido…”, cuenta Agustín Ronconi, integrante de Arbolito, multi instrumentista y compositor, que junto a Andrés Fariña, bajista de Arbolito y elbaterista y percusionista Daniel Diéguez formaron el trío Ácido Criollo (los tres se conocieron en la Escuela de Música Popular de Avellaneda).

Sorprendieron con “Ácido criollo” (2007), álbum debut que contenía una versión de ‘Vuelos’, de la Bersuit, ‘Chayita del vidalero’, de Ramón Navarro, el gran tema de Raúl Carnota, ‘Grito santiagueño’, ‘Bajo el azote del sol’, del Cuchi Leguizamón y Antonio Nella Castro, con la participación de Verónica Condomí, ‘El cardón’, de Gustavo Santaolalla y un gran tema de Ronconi, ‘Mi suerte’.

“La diferencia básica con Arbolito tiene que ver con que la mayoría de las canciones de Acido parte de un repertorio folklórico, hasta quizá tradicional, cuando en el Arbolito de los últimos años son todas composiciones propias y mucho más eléctricas, Ácido criollo va un poco más allá de Arbolito en términos de armonías o fusión de ritmos; es experimentar con ritmos folklóricos y llevarlos para otro lado”, le explica Ronconi al periodista Cristian Vitale.

En el segundo disco, “Corazón de tierra” (2009), la producción se incrementa, logran que Liliana Herrero participe en ‘Plegaria a un labrador’ (“Fue un regalito que nos hicimos para el corazón. Liliana es una referente en esto de ver al folklore con libertad total. Tener una versión con ella de una canción hermosa de Jara es un lujo”); recrean en forma de reggae ‘Has visto caer una lágrima’ de la agrupación chilena Congreso y se le animan a ‘Según el favor del viento’ de la siempre bella Violeta Parra. En ‘Gruverito’ y ‘Huaynero’,  y  muestran su vena jazzera con Ronconi y su flauta traversa como protagonista.

El resto de Arbolito participa en el álbum: el guitarrista Ezequiel Jusid en ‘Zamba de los mineros’, del Cuchi Leguizamón; Pedro Borgobello toca el clarinete en ‘Opus Pokus’ (de Jaco Pastorius); y el percusionista  Diego Fariza hace lo suyo en el tema de Violeta Parra.

“Casi al filo” (2014), grabado en octubre de 2013 en CAFF (Club Atlético Fernández Fierro), los muestra al frente y sin red, improvisando pero seguros en la senda que han elegido, mostrar su visión personal acerca de nuestra música popular.

 

Por la huella del Cuchi

Guillermo Klein toca el piano desde los once años, comenzó a componer inspirado en las obras de Astor Piazzolla, investigando ritmos y armonías de música argentina y latinoamericana. A principios de los 90’s viajó a Boston para estudiar en la Escuela de Berklee. A partir de 1994 formó la agrupación Los Gauchos.

Si echamos un vistazo en los discos que influenciaron a Klein podemos trazar el mapa genético de su música: “Artaud” de Luis Alberto Spinetta; “Hora Cero” de Astor Piazzolla; “La Mer” de Claude Debussy; “Petroushka” de Igor Stravinsky; “Speak No Evil” y “Native Dancer”de Wayne Shorter; “Love Supreme” de John Coltrane; “Cuarteto para el Fin de los Tiempos” de Oliver Messiaen; además de la obra de Charly García y el Cuchi Leguizamón.

Del compositor salteño le surgió un encargo, Adrián Iaies director del Festival de Jazz de Buenos Aires de 2008, le pidió que arreglara un par de temas de él.

Klein recopiló partituras, grabaciones, visitó you tube, allí notó mucha estandarización. Encontró en Leguizamón cierta similitud con Duke Ellington en cuanto a lo lúdico y sensual en la obra. Esa analogía fue el punto de partida para que aparecieran las versiones: de los clásicos: ‘La pomeña’, Zamba de Lozano’, ‘Maturana’; y de las no tan conocidas pero igual de bellas: ‘De solo estar’, ‘Me voy quedando’, ‘Coplas del regreso’.

Klein canta en algunos temas del disco, pero no interpreta la letra entera, el pianista frasea dos o tres líneas para darlea su interpretación la dosis exacta del espíritu del Cuchi.

Hay dos vocalistas invitadas, Carmen Canela en ‘Cartas de amor que se queman’ y Liliana Herrero en ‘La pomeña’ y ‘Serenata del 900’ (Klein quedó gratamente impresionado con el “Leguizamón-Castilla por Liliana Herrero y Juan Falú”, el disco que el dúo grabó en el año 2000, de ahí la invitación al convite).

A Klein lo acompaña parte de su agrupación Los Gauchos, además de contar con la participación de grandes figuras del jazz local: Pipi Piazzolla en batería; Esteban Sehinkman en piano Rhodes y Juan Cruz de Urquiza en trompeta.

“Encontrarme con la música del Cuchi fue un impacto muy fuerte – le contó Klein al periodista Santiago Giordano – Me hizo repensar la intimidad entre melodía y palabra. También me llevó a replantearme el espacio de la improvisación en el tema, de qué debería tratarse, para qué esos solos eternos, por qué es importante plantear bien una melodía. Yo vivo con una sensación de angustia respecto de lo que tengo adentro, hasta que logro exorcizarlo en una obra. Hacer lo del Cuchi fue descubrir un universo fascinante, que incorporé y seguirá conmigo el resto de mi vida. Inclusive después de este homenaje.”

“Domador de huellas” es la visión personal de un argentino cosmopolita que vive en Barcelona, que residió en Boston y Nuevas York. Guillermo Klein se metió de cabeza en la obra del Cuchi Leguizamón con dos premisas: la improvisación y la reflexión. La música del salteño lo permite, no le son ajenos al Cuchi los aires del jazz, tampoco debería serlo para nosotros.

 

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