2 de diciembre de 2025
El Diego, la poesía en la gambeta, brilló el viernes en Casa Negra.
por
Chino Castro
Un festín de música y poesía nos prepararon 'Los redonditos de Maradona' el viernes en Casa Negra. Una novedad y no, porque aunque está trillado elaborar cosas -remeras, artesanías de todo tipo, y también productos artísticos- inspiradas en D10S, la cosa en cuestión siempre entraña algo nuevo cuando es genuina la pasión con que se la hace. Así sucedió con el 'tinglado de amor' que levantaron sobre nosotros el actor José María Alabart, la actriz Ana Laura Maringer y el músico Diego Abel Peris, con una vital ayudita de sus amigos músicos Nicolás Holgado y Leandro Curutchet, y el actor Leandro Galaz. (Había sido anunciado el también músico Francisco D'Augerot, que no fue de la partida).
El Diego, la poesía en la gambeta, se llevó a cabo apenas horas después de que se cumplieran los cinco años sin Maradona, y la atmósfera de emoción flotaba en el ambiente y en la mirada del público que copó la Casa, como fijando desde el vamos el tono que tendría la velada, cuando los artistas aún no habían aparecido en escena y empezaban a circular las ricas pizzas y los ocurrentes y sabrosos sándwiches que son la carta del lugar, preparados y servidos con la calidez y calidad ya habituales de los anfitriones, Delia González y Leandro Curutchet.
Alabart, Peris y Maringer, que ya han desarrollado juntos otros espectáculos, eligieron para armar la trama una serie de poesías y canciones a Maradona bien populares, casi imposibles de evitar, como el tema de Rodrigo o el de Manu Chao, y otras piezas artísticas menos conocidas y que resultaron soberbias revelaciones para casi todos, como Ingleses, Maradona y Dios, de Sebastián González, que hacia el final del espectáculo interpretaron a dúo el 'Mono' y Galaz, con una gracia que imprimió un matiz más a un espectáculo rico en ellos. Un poema que es también una lúcida reflexión social y que apela al humor, esa vacuna contra la estupidez que ha sido imposible de prohibir hasta por la más feroz dictadura.
Enfundados ellos y ella en camisetas de la selección argentina, el Nápoli, Boca y Argentinos, algunas de las diversas 'pieles' futbolísticas de D10S, los artistas nos trajeron al Diego hasta desde lo visual. Durante la velada se cantaron, entre otras, la de Los Piojos (Maradó, por Diego, Ana y Nico, ellos también en guitarra); la de Manu Chao (La vida es una tómbola, por Diego, el violero de la noche, y Ana), y el tango El sueño del pibe, que el astro siempre cantaba (en este caso interpretado por Leo Curutchet). Habría que sumar un puñado de poemas de Mario Benedetti, Juan Sasturain y el menos conocido Pablo Rozadilla a los que compuso música especialmente para esta propuesta su director musical, Diego Peris, recitados por Ana y el 'Mono'.
En los segmentos más impactantes de la noche, Leandro Galaz (el mejor actor de Bolívar, según un tal José María Alabart), se lució poniéndole fuego y voz a los Versos para Maradona, de Héctor Negro, y el propio 'Mono' picó también altísimo con su encendida interpretación de La corrida, gema de nuestro Duilio Lanzoni que él considera "de lo mejor que se ha escrito sobre Diego", y que, apenas conteniendo las lágrimas, dedicó a su autor, que atraviesa un difícil momento personal, y a su hermano Diego.
Un flash de bonita intimidad fue el que produjo la cumbia que Peris compuso con Mi cotidiano insomnio, texto de Leonardo Favio dedicado a D10S, que el director de cine remata con un estremecedor 'Hoy he llorado'. Le entregó su voz Alabart. "Dicen que, ya muy enfermo, Favio proyectaba una película sobre el Cruce de los Andes, y que quería al Diego para el papel de San Martín. ¿Se imaginan a esos dos locos juntos en la Cordillera?", se preguntó con ternura el 'Mono' acerca de dos de los próceres de su panteón privado.
El preparado incluyó como 'chiche' en un pasaje de una chacarera cantada por Peris, un fragmento del relato de Víctor Hugo del segundo gol de Diego a los ingleses, resonando entre los pliegues de la música; una caricia, como quien espolvorea azúcar en una torta de por sí exquisita.
La banda sonó magnífica: unos Redonditos cantando a Maradona. Una puesta rica en matices, hábilmente repartida entre músicas y palabras, con momentos para la introspección y otros para el estallido, como el grand finale con todo el mundo, artistas y público, hilvanados por la emoción y a los saltos y los gritos haciendo catarsis con La mano de Dios, del 'Potro' Rodrigo.
Mucho/as lo disfrutamos y tantas/as más se lo perdieron, pero a no desesperar que quizá tengan revancha, porque va de suyo que habrá en 'lo de Delia y Leo' una nueva función de esta propuesta.
Encerrados, desconcertados y hasta empantanados como una mayoría no siempre ruidosa nos sentimos bajo coordenadas epocales que no compartimos ni alcanzamos a entender -o directamente desertamos de ello en defensa propia-, amenazados por un agrio pie que todo el tiempo parece venírsenos encima, lo de El Diego, la poesía en la gambeta resultó un bocadito delicioso, todo un acto de liberación.
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