MÚSICA. A navegar con Marina

En el antepenúltimo concierto de este año de la Asociación Musical, la pianista, cantante y compositora Marina Ruiz Matta se presentó el sábado por primera vez en el auditorio de la Biblioteca Bernardino Rivadavia, la casa de la entidad organizadora.

Tras las palabras de apertura de la velada por parte del presidente de la Asociación, Nahuel Morante (ver aparte), en las que anunció lo que viene por parte del grupo a su cargo, Marina rompió el fuego con El barón rampante, inspirada en la novela homónima de Ítalo Calvino que narra el derrotero de un adolescente que se pelea con su padre, se trepa a una planta y no baja nunca más, desarrollando toda su vida desde esa verde altura, sin motosierras que lo alcanzaran.

El auditorio no lució lleno, pero sí hubo una interesante cantidad de público que no sólo concurrió a disfrutar de la buena música sino a militar el laburo de la Asociación Musical, una organización imprescindible en la ciudad toda vez que nos ofrece desde hace años recitales a partir de su calidad artística antes que de su rendimiento comercial.

Habría más piezas propias en el concierto de Ruiz Matta (gran Buenos Aires, 1982), mixturadas en el menú con obras de otros autores de los géneros bolero, zamba y tango, abonado en la ocasión por un touch de Piazzolla. Todo, en un recital breve, de casi una hora, en el que Marina nos llevó a navegar (no podía ser de otra manera con ese nombre) por las aguas de las músicas argentinas, latinoamericanas y también mundiales, porque todo lo que hace tiene un aroma a jazz que le da su toque de distinción y universalidad.

La (desde este año) pianista estable a la Orquesta Nacional de Música Argentina "Juan de Dios Filiberto", y que posee además cuatro discos publicados con composiciones propias, tocó una mayoría de obras instrumentales pero también se dio y nos dio el gusto de cantar un puñadito de canciones, en particular los boleros, un género que le encanta y del que escogió para esta noche bolivarense Somos y alguna perla más.

La segunda pieza del concierto había sido Gismonticina, dedicada a su admiradísimo colega pianista Egberto Gismonti, a quien irá a ver este jueves a un teatro porteño en una nueva incursión del brasileño en tierra argentina. Con humor, contó que le envió al célebre autor esa canción donde le tributa su cariño y admiración. ¿Usted respondió?, bueno, Gismonti tampoco.

Dentro de lo propio, ofreció dos canciones a exparejas, según introdujo también con una dosis de humor: El apurado y Michito autocentrado.

Del folclore argentino desempolvó, entre alguna más, La Pomeña, que desenvolvió, como un caramelo, tras una larga improvisación al piano, para una versión instrumental y con personales arreglos.

En nuestra edición de mañana, una charla exclusiva con la artista, a quien entrevistamos minutos antes de salir a escena.