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Columnista: De esto y aquello – Nota 1505 (4ª Época)

Por el Dr. Felipe Martínez Pérez.

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El diccionario de la RAE  dice de la palabra mersa que es un coloquial argentino  que define a una persona que tiene mal gusto y modales vulgares. Y cuando se refiere al vocablo  bravucón refiere a fanfarrón, camorrista y no olvida el término despectivo. Un término que no solo lo usan contra los contendientes sino contra la patria que odian, pero comen de ella o de nosotros, tal las maneras zaparrastrosas con que se hicieron cargo de las bancas y los juramentos ridículos que si hubiera gente con ganas en la oposición les estaría haciendo juicio,y dejarlos fuera porque estos politiquillos no se dan cuenta que para estar adentro  no deben ir con lo de afuera porque hay desde inmemorial protocolos establecidos  que invitan a no dejarlos a un costado; o peor aún, tirarlos adrede y hasta con cierto orgullo como un trapo sucio.

Por otra parte en la Constitución directa o indirectamente debe estar asentado que los electos deben jurar por Dios y por la patria, o solo por la patria; pero no por los personajes y personajillos que se les canta; en suma que para un buen fiscal no se habrían hecho cargo de la banca y estarían afuera. Deben jurar por algo o alguien que nos represente a todos y no como estilan a ciertas facciones que son las propias, o a los amigos que les dan de comer. Lo cual, por otra parte, está en consonancia con su proyecto de desintegración. Desaire y desprecio para los demás, incluidos los propios que algún día tomarán conciencia en donde se habían metido.

Y lo curioso es que pregonan que vienen a salvarnos. Y lo esperpéntico es que se enojan si no se les agradece. Pues vaya catecismo; para ir al infierno, claro. Por eso comienzo con las definiciones conceptuales de las palabras que les caen a la manera de una triste investidura, como un baldón, que por lo que se columbra, lo olvidan o hacen gala del desdén consabido que tanto les gusta; sin tomar conciencia que en tal caso andan mal investidos o desnudos. Porque no saben que también lo que se dice y como les sale de adentro forma parte y muy importante de la investidura; porque a la sazón es como un vestido que inviste y nos diferencia de los animales  o de los otros animales. De acuerdo a como se guste ver las cosas o los animales. O sea, como gustéis.

 Tales asuntos y cuestiones son las que al parecer estarían dentro de lo que ha pasado en los últimos días al respecto de la patria y la anti patria. y no se puede ser más mersa; eso sí, todo ello bien condimentado y sazonado por bravuconadas varias y diversas en estilos y colores, hasta desgañitarse. Pero todo lo acontecido les denuncia y define. Tampoco desean mirarse en el espejo y encontrarse y tampoco se asustan de sí mismos. Y ha ocurrido lo que menos esperaban; asistir al hecho inesperado de encontrase con la horma del zapato. Y ni por esas, pues sacando al bravucón de sus adentros les parece algo anodino, sin sentido. Como puede ser que a ellos, los paladines del patriotismo les ocurra tal cosa, y sin amilanarse apuntan a seguir en lo mismo y a destajo. En una palabra continuar avanzando en profundizar la grieta; que a ojos vistas les place.

Sin embargo, parece mentira que sigan mintiéndose a sí mismos, pues no cejan en su empeño de avanzar contra las capas sociales que trabajan empequeñeciendo de continuo sus fundamentos y sus futuros. El problema  es hasta cuando hay que aguantar sin resolverlo. Es cierto que aparece alguna luz, tenue y deslavazada, aunque ahora que las cuestiones de peso empiezan a enmendarse empezando por los presupuestos se les ocurre ir a por más y la bravuconada más oficial de oficialismo es que les cuesta entender, y se desentienden, pero a tontas y a locas y en desbandada, pues notan que se acercan a las salas que les han de disgustar. Y mucho menos les gusta se las ofrezcan. Pero no cabe duda que al ser bastante nulos de intelecto terminan siendo barrio bajeros que es donde han ido poniendo a sus huestes. Basta ver que por sobre todo son impresentables, que las oraciones que les salen de las bocas, no son precisamente de alabanza y aparecen gritando, envalentonados, cuando la realidad es que están acobardados. 

Hay cosas que ya no entran en las entendederas de la gente porque, llegar a quemar el edificio de la gobernación y que el presidente no diga nada de lo que hay que decir y aplauda a quienes no debe, salta a la vista que todo está muy  bien embarullado a sabiendas de que se trabaja a futuro  a la búsqueda de una Cataluña patagónica y es todo tan estrafalario e inaudito, atreverse a quemar el trabajo cuando no hay trabajo, que demuestra sin vueltas que se trata de un horizonte un tanto borroso. Y vaya uno a saber a estas alturas desnortadas, quien mueve los hilos en una nación acostumbrada a que los tomen y traten a diario como marionetas.

Lo curioso es que pregonan que vienen a salvarnos y lo más curioso es que nosotros los vamos a salvar a ellos, pues ya las elecciones les han dicho que salvo en la fábrica de pobres han perdido en todos los sitios y que las bravuconadas del bravucón han dejado fuera de su alcance la herramienta que sirve para salvar la patria o para hundirla. Dejar fuera del alcance de sus manos el presupuesto es algo que no lo han podido digerir. Lo mismo que estar destinados a ganar en la Matanza sin que les crezca la tristeza de mantener una de las pocas fábricas existentes en Argentina y en el mundo, la de fabricar pobres y con la industriosa cadena que no para. Y la verdad les sale muy bien, sin demasiado sacrificio y mucho menos sudor. Y con poquísima infraestructura.

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