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sábado, 18 de mayo de 2024
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Orozco-Barrientos y un emotivo paseo por su historia

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‘Tilín’ Orozco y Fernando Barrientos nos llevaron a un paseo por su historia, con escalas en piezas de sus tres discos (producidos por Gustavo Santaolalla) y algunas de las que darán forma a su cuarta producción, próxima a salir.

Ocurrió el viernes, en una repleta sala El Taller, de Artecon. Orozco y Barrientos, ambos cantantes, guitarristas y compositores, tocaron en segmentos de su convincente performance junto a Fernando Pisano, en bombo; Leandro Tornello, en guitarra, y el bolivarense Raúl Chillón, en percusión (los cinco interpretaron, por ejemplo, Celador de sueños, el gran hit del dúo, el que en 2009 recibió la bendición de Mercedes Sosa para su monumental disco Cantora, su brillante despedida artística).

Tonada bajo los sauces, dedicada a los cosechadores; Los ojos del amor; Pensando en ella (la primera con el invitado Fernando Pisano, que en la oscuridad algunes confundieron con nuestro Luis Lozano); Soltando coplas y la chacarera Pintadita, fueron algunas de las canciones incluidas en el periplo. La última mencionada marcó un punto de despegue en la carrera del dúo, con Pintadita, inspirada en la violación y asesinato en Santiago del Estero de una niña apodada así, ganaron en el rubro folclore en el prestigioso festival Viña del Mar, marzo de 2003; hoy emplean la canción para encuadrarse en la nueva época y decir Ni Una Menos, tal como hicieron en Bolívar.

Entre gatos, zambas, tonadas y cuecas, el viaje de la mano de ‘los renovadores del folclore cuyano’ resultó placentero. Para quienes conocían al dúo y para los demás también, o al menos ese fue el sentimiento que flotaba en la sala. Orozco/Barrientos, como cualquier artista de fuste, crecen en vivo, con sentidas y precisas interpretaciones y con el despliegue en especial de Fernando Barrientos, un león que se planta a cantar con el impulso de la tierra alerta. Alimentó el placer colectivo la cálida comunicación que los artistas mantuvieron con su público, regada de anécdotas, arrestos de humor de los que resultó habitual ‘presa’ Fernando, por su impronta hippie (aunque su fogoso cantar tiene más de hard que de bucolismo hippie, para seguir con la metáfora rockera) y alguna que otra definición ideológica expresada sin abrumar ni caer en la acidez. Puede dar fe de la genuina simpatía con que el dúo condimentó su performance la entusiasmada espectadora Graciela Salagardoy Sandoval, ubicada en las primeras filas, desde donde tuvo el inesperado privilegio de refrescarse en el elixir de un sorbo de buen tinto bebido de la copa del mismísimo ‘Tilín’ Orozco. 

 

A la hora señalada, que no es otra cosa que lo que corresponde pero en un contexto en el que únicamente el cine (todavía) empieza a horario merece ser destacado, la noche fue abierta por Raúl Chillón. En voz y guitarra, el fundador y director de La Fábrica del Ritmo ofreció un manojo de obras incluidas en su reciente primer disco, Cuatro Caminos: El río, Los dos juntitos y Pancarta. Luego fue el turno de Leandro Tornello, solista que desde hace un tiempo viene abriendo para Orozco-Barrientos sus recitales por el país. También en voz y guitarra, el cantor nacido en el sudoeste del gran Buenos Aires obsequió Miradas, Más cielo que otra cosa y Quisiera ser paraíso, tres composiciones propias con un típico sabor a folclore argentino impregnado de aires latinoamericanos. 

Chino Castro

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