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jueves, 30 de mayo de 2024
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En el nombre del hijo

Víctor Gallo es el nuevo presidente de Rotary Club.

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Que en el camino de educar el educador también se alimenta del educando, no es una frase vacua. Suena bonito, queda bien, pero es verdad. Al menos, si el proceso formativo es sincero, honesto, paciente y abierto. Pasa entre docentes y alumnos; entre entrenadores y futbolistas, y entre padres e hijos. Víctor Gallo, nuevo presidente de Rotary Club Bolívar, puede dar fe, toda vez que fue su hijo quien lo impulsó y estimuló a incorporarse a la institución que encabezará hasta julio del año que viene.

Gallo reemplaza a Luis Germán Behrens. Son dos de los nuevos miembros de una entidad que apuesta al recambio para granjearse un futuro.

Intercambio de Jóvenes se llama el programa de Rotary que produjo el click. En la familia de Gallo, no sólo en Víctor. Ese plan propone que pibes/as de acá se establezcan durante once meses en algún país del mundo, en el hogar de una familia rotaria. A su vez, la familia que envía a su hijo/a también debe recibir a alguien por un período similar de tiempo. “Fue mi hijo (uno de los tres), Martiniano, el que me convenció de esta aventura -no sin insistir bastante-. Tengo 50 años, conocía al Club pero a partir del contacto que establece él, en 2018-1019, yo me acerco como papá a la institución, a modo de sostén suyo”, relató el odontólogo en entrevista con este diario.

“Esto es un salto al vacío. Vos no sabés dónde va a dormir tu hijo, qué va a comer, etcétera. Pero a medida que te involucrás, te das cuenta de que irá a un hogar” donde tendrá una adecuada contención y que “lo cuidarán mejor aún que vos, porque obviamente la responsabilidad es mayúscula”, afirmó el papá.

La clave es confiar en el Rotary, por supuesto.

Martiniano permaneció casi un año en Idaho, Estados Unidos. Escolarizado, así lo prevé el programa. Cuando se fue tenía 17 años, una hora clave en la vida de cualquiera ya que culturalmente hemos aprendido, y en una mayoría de casos aprehendido, que justo desde esa frágil línea que marca el final de la etapa de la educación secundaria, debemos dar un siempre traumático salto a la adultez, que a algunos les lleva más tiempo y otros realizan con relativa naturalidad.

Durante esos once meses, Víctor y su esposa, Miriam Porta, recibieron en casa a un chico de Polonia y a uno de Bélgica. “Lo vas a buscar, le das de comer, lo cuidás, le decís qué tiene que hacer y qué no, etcétera. Como con tu hijo, al que hace años le venís enseñando reglas básicas. Pero con quien recibís en casa tenés que empezar de cero, porque ni siquiera habla castellano”, comparó.

“UN DÍA ENTENDÉS QUE A LA COMUNIDAD ALGO TENÉS QUE DEVOLVERLE”

Iba de suyo que a Gallo le llegaría el convite a integrarse formalmente a Rotary. Sucede así con todos/as quienes participan de algunos de sus programas. En su caso, fueron los ‘Marios’, Ducasse y Navarro, los que lo invitaron. Por supuesto, Víctor dijo que sí. Pero no es tan sencillo como devolver una gentileza: digamos que él ya tenía casi 50 años, y un futuro consolidado en lo familiar y lo económico. Desde esa perspectiva, era lógico y hasta casi inevitable que la ‘hormiga’ de hacer algo más, algo que trascendiera los sagrados límites de su entorno y su ‘zona de confort’, comenzara a cosquillear en su interior. Es una instancia de la vida en la que muchos deciden involucrarse en alguna forma/estructura de lo público, el Rotary en su caso como podría haber sido otra institución. Una suerte de instrumento para devolverle a la comunidad en la que uno creció y se formó, aunque sea alguna cuota de lo recibido. Es la palabra que emplea él en esta charla, devolver. “Un día te das cuenta de que debés mirar más allá de tu hombro y ayudar a la comunidad. Yo estoy contento y orgulloso de haber vuelto. De trabajar y vivir acá, de que mis hijos estudien acá, anden en bici acá, salgan acá. Entendés que a la comunidad algo tenés que devolverle, porque no todos tienen tu realidad. Yo soy un agradecido. Hoy sólo me falta mi papá, pero me siento pleno y veo que es el momento de hacer esto”, explicó.   

También analiza que lo lleva en la sangre: su viejo, el querido y recordado Humberto Gallo, “participó más de treinta años en la Cámara Comercial, aunque nunca quiso un cargo importante, y mi madre fue maestra toda su vida de la Escuela 11, siempre le dieron el pase para directora pero cada vez se quiso quedar, con su amiga, Norma Ronzano, brindando un servicio en el lugar, que era su lugar. Uno a esas cosas las mama, las entiende y las aprende”, aseveró.

Su familia estuvo de acuerdo y decidió embarcarse con él en una labor que no es personal, como el propio Víctor destacó: “En Rotary el personalismo no existe, nadie puede solo, somos un grupo de trabajo”.

De hecho, la entidad tiene trazado un sólido cronograma de actividades que quien encabece la comisión directiva deberá garantizar que se lleve a cabo, amén de que cada presidente le pone su propio matiz y su impronta a su gestión.

Luzca bien, siéntase mejor, la entrega de los premios Mérito y el ya mencionado de intercambio para estudiantes, son algunos de los programas que la entidad desplegará en este año rotario bajo la presidencia de Víctor Gallo. Además de que miembros de la rueda interna colaboran en el comedor de la Parroquia produciendo viandas y colectando abrigos y juguetes mes a mes. Unos pocos ejemplos, Rotary hace más cosas. “Siempre pensando en ayudar. No le cambiaremos la vida a nadie, pero le llevaremos alivio/bienestar y le arrancaremos sonrisas a mucha gente”, puntualizó el presidente.

Otra de las iniciativas rotarias regulares es el programa de asistencia estudiantil mediante becas. Hoy tienen diez en vigencia, para alumnos de facultades fuera de Bolívar. El CRUB elige a los beneficiarios en base a diversos análisis, y Rotary consigue sponsors bolivarenses que aportan recursos económicos para esos pibes y pibas.

‘Crea esperanza en el mundo’, es el lema 2023 del Club.

De todo lo que hay en esta agenda, Gallo siente particular afecto por el programa de intercambio estudiantil. Porque fue la chispa de su acercamiento a la militancia institucional en Rotary; porque en él se enroló su hijo para viajar, ver, compartir y crecer, y porque marcó una bisagra en su vida y en la de su familia. “Cuando parten, reciben un saco azul, impecable. Y en las diferentes reuniones que van teniendo en el marco del programa, van intercambiando pines con sus pares”. Esa prenda es la que orgulloso exhibe Víctor en la foto que acompaña esta nota. El saco de Martiano Gallo -“el tesoro de mi hijo”, definió él-, cubierto de ‘marcas’ de vida, señales en un camino con todo un horizonte que se abre como una flor, aún en un mundo cada vez más hostil.

Un trayecto todavía incipiente, más promesa, deseos y desafíos que realidad o cosecha. Como el suyo como miembro de una institución que ha ido aprendiendo a querer cada día un poco más.

Chino Castro.

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