Miriam Susana Muñoyerro recibió el viernes pasado su distinción a la Trayectoria Profesional como ingeniera el Construcciones, otorgada por el Distrito III del Colegio de Ingenieros de la provincia, conformado por casi treinta ciudades del interior bonaerense.

La entrega se llevó a cabo en la Delegación Trenque Lauquen del Colegio, en el marco de un acto y una cena celebratoria del Mes de la Ingeniería, que se despliega a lo largo de todo junio con eje el 6, Día del Ingeniero, y el 23, Día de la Mujer en la Ingeniería. La bolivarense fue una de las cuatro premiadas. Labor Empresarial, Labor de Investigación y Labor Pública, son las otras categorías.

Estuvieron presentes las autoridades del Colegio, junto a ingenieros e ingenieras de las ciudades nucleadas en el Distrito III. “Fue una muy linda reunión, emotiva, un hermoso agasajo”, resumió su experiencia Muñoyerro en charla con este diario.

¿Cómo recibís este premio, el premio nada menos que de los colegas?

-La verdad es que me sentí sumamente honrada. La verdad. Si bien uno no trabaja pensando en esto, es un mimo, un reconocimiento muy lindo. Estoy muy agradecida al Colegio, a todos los colegas del Distrito III. Me siento muy halagada de que hayan pensado en mí.

“La profesión me da placer”

La bolivarense Miriam Susana Muñoyerro se graduó como ingeniera en Construcciones hace treinta y ocho años. Se formó en la Universidad del Centro sede Olavarría. Tras recibir su título, en Tandil en 1985, se vino a casa y comenzó a trabajar de lo suyo. “Por suerte”, como remarca con seguridad y alegría. Desde entonces, no ha parado. Tras un período como profesional contratada para obras de pavimentación, asumió como directora municipal de Planeamiento, durante el período de Ruiz intendente. Ocupó el cargo entre 1986 y 1989, etapa en la que también integró la comisión de la Vivienda en representación del municipio.

Paralelamente, ejerció la docencia. Descubrió esa pasión, otro de sus grandes amores, cuando incursionó como ayudante de algunas cátedras en la Facultad de Olavarría, mientras se formaba en lo suyo. Se desempeñó como profesora de Matemáticas en la Escuela de Educación Agropecuaria (un breve ciclo) y después en el Jesús Sacramentado, hasta acceder a su jubilación en 2012.

En 1990 abrió su estudio en Borge 46. En ese lugar nos juntamos para esta entrevista; es el refugio que sigue eligiendo treinta años después, su casa (también vive en ese inmueble). “Cuando me entregaron el premio muchas imágenes me vinieron a la cabeza, por ejemplo cuando mis hijos eran chiquitos… Yo comencé en la época del tablero, dibujando ahí. Muy lindos recuerdos, aunque han sido épocas de mucho trabajo y de correr. A mí la profesión siempre me gustó muchísimo, me da placer, me siento cómoda desarrollándola. Y puedo decir que ser mujer nunca me perjudicó, siempre me he sentido respetada en la obras, he podido desenvolverme a gusto y lo agradezco”, destaca. Aquí, extiende el gracias a su familia, “por la paciencia” y “por haberme posibilitado ejercer mi trabajo con libertad”.

“Mi profesión es un trabajo muy creativo”

¿Tu profesión tiene algo de artístico, en el sentido de crear algo, de proyectar una idea?

-Soy ingeniera en Construcciones, y esa rama de la profesión sí, porque contiene una parte que implica proyectar algo, y por supuesto dirigir una obra. Y a mí los segmentos creativos la verdad que me gustan muchísimo.

El aspecto creativo ha de ser la sal de tu trabajo, lo que hace que cada día sepa diferente, con algo de nuevo. A diferencia de una labor meramente administrativa…

-Claro. Es muy creativo mi trabajo. Se trata de una profesión que tiene sus sinsabores, como todas, pero lo que posee de hermoso es que uno en realidad trabaja con las ilusiones de la gente. Cuando alguien te viene a ver, llega con la ilusión de hacerse algo que va a producirle placer.

Gestionás o vehiculizás la ilusión de alguien. Un material muy frágil: podés conducir ese anhelo a su realización, o frustrarlo por completo.

-Y sí. En esta profesión te pasa de todo.

Claro, a veces lo lograrás y otras no.

-Sí. Pero gracias a Dios son muchas más las veces que hemos logrado el objetivo, que las que no.

Bueno, el premio que te han dado será por algo…

-Y sí, me imagino que sí (se ríe).

La profesión te obliga a mantenerte actualizada, a no decaer. En ese sentido, este reconocimiento es un empujón más para seguir trabajando. Tengo 62 años, por ahí no estaría mal que pensara en jubilarme…

Pero no.

-Pero todavía no (sonríe). En 2015 recibí la medalla de plata también del Colegio de Ingenieros, por mis treinta años de labor ininterrumpida. No sé si llegaré a los 50, que vuelven a premiar esa cifra, porque aún me falta, pero la verdad es que estoy honrada con este premio.

¿Añorás la época del tablero y el encare artesanal de la tarea, hoy que casi todo se lleva a cabo a través de dispositivos tecnológicos? En música hablarían de lo analógico contra lo digital.

-Ahora ya no, ya no añoro el tablero. Pero me costó mucho adaptarme. Yo había aprendido a dibujar sobre el tablero, y creía que no podía pensar en un programa de diseño por computadora. Pero me fui adaptando y ahora es al revés. Creo que la práctica lo hace todo.

No volverías a lo anterior, sería ya engorroso.

-Sería engorroso, sí. Aunque para los bosquejos y comenzar una idea recurro al papel, eso se mantiene así, me gusta. Después a esa idea ya la vuelco cómodamente en la compu.

Por todo lo que decís, es evidente que tu entusiasmo con tu profesión no ha decaído. Son casi cuarenta años abriendo cada mañana la oficina para poner manos a la obra, cuando tranquilamente podrías dejar…

-La verdad es que somos muchos profesionales en Bolívar, todos tenemos mucho trabajo, y todos hacen buenos trabajos. Mantenerse vigente no es fácil, pero yo creo que me ha ayudado conservar las mismas ganas que al principio. No pierdo la energía. La profesión me ha ayudado muchísimo siempre. Aún en los momentos más difíciles de mi vida, por razones de salud, no dejé de trabajar, e incluso me refugié en el trabajo para salir adelante.

Chino Castro