10 de agosto de 2025
por
Chino Castro
El 24 de julio se cumplieron veinte años de que Óptica CV abrió puertas en avenida San Martín 810, "al lado de lo del Taca" como le gusta decir a su creadora, Verónica Coria. Fueron los tiempos fundacionales de un emprendimiento comercial y de salud que se consolidaría como uno más en su rubro, desde hace seis años en su salón de la misma calle algunas cuadras más adelante en dirección a la estación del ferrocarril, puntualmente en el 256 de la que todavía sigue siendo la principal avenida de la ciudad.
Fueron catorce años "al lado de lo del Taca". En un local alquilado que Coria, que se graduó de óptica y contactóloga en la Facultad de Farmacia y Bioquímica de la UBA, consiguió gracias al respaldo económico y operativo de sus padres, Carlos y Mirta. Tras desempeñarse algunos años en otra casa local del rubro, donde acumuló una buena cantidad y calidad de experiencia, VC decidió emprender camino por su cuenta. (A propósito de VC: el nombre de su comercio, CV, fue una idea de la mamá de dos amigas suyas de toda la vida, Cecilia y Gabriela Morales.) Tiempo atrás, Verónica había trabajado en la Heladería Chocolate -antes de irse a estudiar en 1997, cuando el lugar recién empezaba su recorrido- y en un local porteño mientras cursaba en la Facultad, por lo que ya sabía de qué se trataba eso de la atención al público, quizá la gran clave en cualquier aventura comercial.
"Así fue que comenzamos en el 2005, y en verdad nos ha ido muy bien. Las cosas fueron encaminándose, pero yo en principio tenía ciertos miedos y dudas sobre cómo iría a resultar", contó Coria a este diario un día cualquiera de trabajo en el que es algo así como su segundo hogar.
"La carrera me encantó desde el día 1"
Eligió sumar la especialización en contactología tras graduarse como óptica, ya que le quedaba 'a mano', cursando un año más. Y se inclinó por la carrera de óptica "tras mucho analizarlo. Cuando terminé quinto año de la secundaria no sabía qué estudiar, así que hice Analista de Sistemas en el Instituto Jesús Sacramentado, y aunque mucho no me gustó, la completé. Después, no sé por qué, me llamó la atención Óptica. Consulté las materias y me gustó, porque había mucha Matemática, Física, Química, todas asignaturas con las que siempre me llevé bien, entonces probé y me encantó. Es una carrera que sinceramente me encantó desde el día 1, hice un lindo grupo de amigos desde mis primeros tiempos en Buenos Aires y hoy puedo decir con alegría que esa etapa universitaria me gustó muchísimo", enfatizó VC
"Reparar anteojos en el taller es como una terapia"
¿Perdura ese interés?
- Sí, me apasiona. Me encanta el contacto con la gente, atender, y el trabajo en el taller. A veces las personas que vienen acá no me ven, porque estoy atrás, en el taller donde reparamos los anteojos. Tenemos vínculo con un laboratorio de Mar del Plata que hoy nos da facilidades, entonces mando algunos trabajos específicos pero a lo demás lo hago yo acá, tengo mi máquina, mis equipos y me gusta mucho esa tarea. Realizar toda esa labor de reparar anteojos es como una terapia para mí, me gusta mucho encerrarme ahí adentro y concentrarme en eso.
Una tarea que sigue conservando algo de artesanal, a pesar de los avances tecnológicos que simplifican un montón de cosas.
- Sí, claro. Algo de cosa manual. Tenés que soldar, embutir bisagras, hacer arreglos, y me encanta, me meto en ese taller y lo disfruto.
¿Después de tantos años encontraste un lugar, digo comercialmente, con tu óptica? Porque hay varias en la ciudad.
- Sí, sí, me sigue mucha gente, la gente de acá se va contenta y conforme, así que en ese sentido nosotras estamos muy satisfechas. Hubo personas que nos siguieron cuando nos mudamos de local, que yo en ese sentido me sentía muy insegura, porque nos íbamos de una punta de Bolívar a la otra, pero por fortuna nuestros clientes se vinieron con nosotras.
El 'nosotras' no es casual: alude a su "hermoso equipo", de "dos chicas que me acompañan y cumplen un rol fundamental: Belén hace diecinueve años que está conmigo, empezó al año de la apertura de CV, y Marita ya hace ocho que forma parte, ingresó cuando el embarazo de Belén de su segunda hija. Nos llevamos re bien, no hay una relación típica de patrón-empleado, nos queremos mucho y mantenemos un gran vínculo", puso de relieve la 'capitana' del 'barco'.
En tren de agradecer por el apoyo durante estos veinte años, 'Vero' mencionó en primer término a sus padres, Carlos y Mirta; luego a su equipo de trabajo, es decir Marita y Belén; a sus clientes y finalmente a los proveedores de la firma, "con los que también, con el paso de los años, se crea un vínculo muy lindo, casi de amistad".
A través de tanto tiempo, porque para el tango veinte años no serán nada pero para un emprendimiento comercial en la siempre inestable Argentina sí, Coria puede evaluar que una gran mayoría de los que ingresaron por primera vez a su óptica, acaso con más dudas que certezas, regresaron conformes y hoy siguen haciéndolo, incluso también sus hijos y gente cercana han elegido CV. Lo dice con orgullo, satisfacción y alegría, porque esa es la prueba cabal, quizá la única incontrastable, de que estos veinte años son dos décadas ganadas por ella, su emprendimiento y quienes lo constituyen.
Pero también lo expresa con el desafío titilándole en la mirada clara, ese compromiso o pacto íntimo de continuar abriendo cada día la puerta de su salón como si todo empezara esa mañana, con la pasión y la responsabilidad que se ponen en algo cuando todo está por hacerse.
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