29 de octubre de 2023
Contagia frescura y una vivacidad casi infantil, en un tiempo en el que todo parece saturado, histérico y musculoso. La edad se le nota poco, como si estuviera detenido en una burbuja de ensueño, los años en que junto a Leonardo Favio vivió dentro de la fantasía que pergeñaba el más grande cineasta argentino. Porque Favio no sembraba tempestades, sino fábulas donde mirar con ternura a esas criaturas a las que el mundo real sólo les ofrece hostilidad. Una manera poética de hacer justicia con los perdedores; una artística invitación a cambiar el mundo, con bayonetas repletas de diamantes embarrados contra los impertérritos muros del ‘No se puede’; un barco hecho con celuloide que, por falta de pasajeros, aún no se atreve a perforar la tiniebla.
Claro que el paraguayito o Jorgito, como le decía a su amigo nacido en tierra guaraní, colaboraba con él en la faz musical. Eso, en un principio, porque enseguida Jorge Rafael Candia Cappello se sumó a los equipos de producción que Leonardo armaba para sus películas en el vital rol de todoterreno, alguien que estaba siempre listo para cuando el crack necesitara descargar la pelota. Y así pasaron los años compartiendo aventuras, aunque no todo fue color de rosa ni duró lo que tenía que durar, porque Favio se fue temprano y volvió tarde, y su amigo no pudo seguirlo todo el tiempo.
Después, nuestro entrevistado hizo su propio camino como productor de diversos proyectos mediáticos, algunos muy exitosos como el recordado Noti Dormi, de Raúl Portal, que ‘inventó’ el horario de la medianoche en la tele abierta, y cuando a fines de los ochenta Favio volvió al país tras sus años en el exilio, no formó parte de la producción de Gatica, una de las últimas películas del célebre cineasta, aunque no perdió el vínculo con él ni con su entorno.
Ahora Jorge Candia fue convocado por la organización del festival de cine argentino “Leonardo Favio”, que se llevó a cabo hace un par de semanas en el Avenida, para un nuevo rol: ser uno de los programadores, tarea que le demandó verse más de una centena de producciones de todo el país en busca de seleccionar lo mejor. (Otras veces fue jurado.) En ese marco, volvió a acompañarnos durante una semana en una ciudad en la que ya atesora amigos, y por eso ha venido bastante seguido, sin necesidad de festival.
“Yo tengo muchas actividades, en el arte nadie vive de una sola cosa salvo que seas un terrible exitoso, pero me encantó esta convocatoria porque amo el cine. Imaginate que en mis tiempos libres me voy al Gaumont (una emblemática sala porteña de avenida Rivadavia) a ver películas argentinas, sobre todo para analizar cómo está puesta la música”, le dijo a este diario café de por medio.
Ahora, convidado como seleccionador a partir de una inquietud de Pablo L. Bucca, creador y director de nuestro festival, Candia se atiborró de cine: dejó el Gaumont para más tarde, suspendió todas las actividades que pudo y se sentó en su casa frente a su plasma a ‘diseccionar’ pilas de films, largos y cortos, de ficción y documentales.
¿Y te gustó lo que viste? Porque estamos hablando de un festival de cine, y es obvio que lo principal para que se sostenga en el tiempo debe ser pasar buenas películas desde una perspectiva artística, más allá de los films ‘necesarios’, las actividades paralelas, lugar para la producción local y demás.
-Sí. Igual no trabajé solo como seleccionador (lo acompañaron Ana Colato, Enzo Garay y Nadia S. Marchione). Era mucho el material, se ve que el festival atrae mucho, por la convocatoria que tiene de realizadores del país. Dentro de eso, quedaron buenas películas, y también de Bolívar, que es interesante brindar desde el festival un apoyo para que siga desarrollándose la producción lugareña.
A propósito: sin Cine Avenida y sin festival, seguramente no tendríamos este volumen de producción local, tanta gente lanzada a hacer películas. No sólo porque constituyen una ventana a la exhibición, sino porque con un Cine en casa los realizadores pueden probar, llevar a cabo alguna suerte de prueba piloto, etcétera.
-Sí, porque motiva mucho, tenés dónde proyectar, una gran motivación es eso, podés ir a probar cosas, claro. De ese modo también crece Bolívar en el aspecto cultural. Además la sala es hermosa, yo lo percibí así desde la primera vez que vine.
Porque además un cineasta piensa su película para una pantalla de cine, no para un tv o una plataforma, que sale por un televisor, que puede ser más grande o más chico pero no deja de ser un tele.
-Totalmente de acuerdo. Esa es la idea del cine. A mí Netflix me encanta, pero es otra cosa.
Un director que piensa una película para una plataforma es alguien que hace una película, pero no necesariamente un cineasta.
-No, es alguien que hace una serie. O una película para Netflix, como dicen ahora, pero en realidad eso es otra cosa.
Ya hay una profusión de directores que piensan su obra para Netflix.
-Sí, está pasando eso.
¿Estás disfrutando esta semana en Bolívar?
-Mucho. Disfrutando de amigos; estoy con mi amigo ‘Archy’ (Raúl Peret, a quien conoció en los años setenta en Buenos Aires), que no puedo venir si no lo veo, incluso paro en su casa. Esta vez no, esta vez me hospedé en el hotel (San Carlos), para estar más comprometido con el trabajo que me encomendaron, pero tomo café con él, almorzamos juntos. Y en otro momento, cuando termine la veda, vendré a pescar con él, que me encanta hacer eso. También estuve en el maratón. Me gustó mucho, gente de toda edad corriendo y corriendo, sin importar la edad o si llega primero o último, sino con el compromiso y la alegría de participar, correr y estar activo.
Estar activo es lo que le interesa a Jorgito, y en eso anda. Con el cuerpo menudo y ágil, la sonrisa y el abrazo dispuestos y las ganas de recordar intactas, a luz de una melancolía que en su caso no es carencia sino alimento. Siempre a la sombra del árbol mejor, pero también con sus propios frutos. El amor después del amor, diría Fito Páez, los frutos después de los frutos.
Chino Castro
Varias cosas, y una nueva vida a una perla
Actualmente, Candia prepara cortinas musicales para ciclos de Canal (à), de Gastón Pauls y Aníbal Pachano, entre otras figuras. Y acaba de terminar la banda de sonido para un programa acerca del que abriga expectativas, para esa misma señal: un envío sobre tatuajes, pero no desde el costado estético o convencional sino desde una perspectiva de salud, como sería contar la historia de alguien que se hizo una figura para tapar una herida o las marcas de un cáncer de piel. “Humanizar el tatuaje, algo así sería la idea”, anticipó el ex coequiper de Leonardo Favio en la charla con el diario. Trabaja, como siempre, con el teclado y un músico al que dirige a partir de transmitirle/compartirle sus ideas, en un plan abierto a sus aportes.
Mientras, espera el estreno de la película La nube, de Eduardo Pinto, donde se incluirá en la banda de sonido una versión de Mi amante niña, mi compañera, un tema que compuso junto a Favio y que se creyó durante años que habían hecho para Raphael, hasta que en su último reportaje, en 2011 con un medio de Colombia, el cineasta reveló la verdad: con Candia tenían lista esa canción, iban a entrar a grabarla pero se les cruzó Raphael en una de sus primeras visitas al país (a esa altura el español ya había plasmado su versión de Ella ya me olvidó), 1972, y cuando les pidió un tema para Natalia, su mujer, que esperaba su primer hijo, un Favio rápido de reflejos le ofreció MI amante niña, mi compañera, como si fuera algo flamante, un bollo recién horneadito, no una pieza destinada a su nuevo disco. Por supuesto, atribuyéndose el crédito y sin mencionar a Candia, lo mismo que hacía en cada recital durante los años siguientes, porque el tema fue un hit. Con el ‘Niño’ quedó fenómeno, eso sí. Sin embargo el paraguayito no le guarda rencor, era lo que se estilaba en aquellos años, “las reglas del juego”, acepta a medio siglo de distancia, “Sandro tampoco decía nunca ‘este tema es mío y de Anderle’”, y con Palito y el resto de los trovadores populares pasaría igual. (En SADAIC sí tiene el reconocimiento a los derechos de autor por la parte que le corresponde, que siempre fue la música.)
No me lo dijo ni se lo pregunté, pero sé que Mi amante niña, mi compañera, es su canción más querida de las que tramó con Leonardo.
¿Una serie sobre Favio?
Candia vive como algo pendiente no haber hecho cine. Es que tantos años al lado de Favio le fomentaron la curiosidad, al tiempo que le brindaron un buen caudal de aprendizaje. Por ello quizá algún día se lance a filmar, más aún porque hace años tiene una idea que, como cabría esperar, gira en torno a Leonardo Favio, su eterno cumpa. Claro que, oh sorpresa, no sería una película sino una serie para Netflix. El proyecto está encaminado, revela, y no dice más, que todavía la pantalla permanece oscura. Serían de la partida Nico Favio, el hijo de Leonardo y con quien Candia colabora como músico hace años, y los hermanos. “Todos me cuentan cosas, tengo todo, toda su historia”, destaca con entusiasmo el compositor, que siente que con semejante tesoro ha llegado la hora de hacer algo. Qué mejor que socializar ese legado, tratándose de alguien que, tal el caso de Favio, hizo todo para y por el pueblo. Sin embargo, Candia no sería el director, sino el codirector, ni el guionista, un rol clave para el que ya habría un nominado.
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