18 de diciembre de 2025
por
Chino Castro
Carlos Alberto Teijón se forjó como hombre de teatro al lado de Duilio Omes Lanzoni. En el ámbito de Artecon, con él aprendió lo rudimentos de la actuación y del ensamblado de un texto en 'texto espectacular', como le gustaba decir al propio Duilio. Seguramente también los tips básicos del director, lo que Carlitos hoy esencialmente es, ya por encima de su laburo como actor, para el que cada tanto vuelve a descolgar la 'pilcha' correspondiente.
En los años que compartieron en Artecon establecieron un código de amistad y confianza. Después pasaron cosas y se distanciaron, Teijón dejó Artecon y los puentes parecieron quemarse. Hasta que se reencontraron en los tiempos recientes, y aquél vínculo reverdeció con nuevos proyectos, más charlas -de teatro, de política, de historia; a Lanzoni también le apasionaba hablar de fútbol pero no es un tema de la agenda de Teijón- y más asados y juntadas familiares.
El 'cielo' artístico de esta nueva etapa fue la puesta que armaron juntos, para una obra compartida entre Artecon y Vamos de Nuevo, y el préstamo de actores/actrices entre elencos. Quedaba muchísimo par hacer y quizá este tiempo, el de la madurez como personas, no sólo como artistas, hubiese sido óptimo para seguir haciendo historia juntos. En lo público y colectivo, es decir en el teatro, y en lo personal y privado. Pero Duilio nos dejó, hace apenas días, y Carlitos ya sabe en todo el cuerpo que extrañará siempre a su padre artístico, la persona para la que en primer lugar hacía teatro.
Este año nos trajo una muy triste noticia...
- A mí todavía me cuesta hablarlo, porque es una manera de aceptarlo y no quiero aceptarlo. Duilio fue -lo he dicho siempre, incluso en la etapa de enojo y de separación que tuvimos- mi padre teatral. Él me parió en el teatro, yo aprendí, absorbí todo lo que pude de él. Siempre hago así, en cada lugar en que estoy, yo me quedo a un costado, escucho. fui aprendiendo mucho de él, y amplié luego hacia donde tenía ganas por mi lado. Pero Duilio fue un imprescindible, de esos que te enseñan hasta en una charla informal.
Tras años de distanciamiento, período durante el cual dejaron de hablarse, el reencuentro se produjo "por iniciativa de Duilio", que un día cualquiera apareció en Séptimo Arte, el videoclub que tenía Teijón. Sin aviso. "Y nos pusimos a hablar como si lo hubiésemos estado haciendo el día anterior. A partir de ahí, la charlas nuestras y nuestro compartir fue de igual a igual. Aunque yo nunca me sentí un igual a él, yo siempre lo tuve allá arriba porque fue un imprescindible, alguien con una inteligencia y una creatividad notables, por eso cuesta tanto decir 'no está'. Era hacer cada una de las puestas, o la actividad nuestra o de Artecon que fuera, y el mensajito al otro día peguntando cómo había estado, si la gente fue y se gustó. Nos criticábamos las obras, y a eso lo necesito todavía, me dan ganas de agarrar el teléfono y mandarle un mensaje", expresó Carlitos.
La noticia es que lo vas a necesitar siempre. Tal vez el paso del tiempo mitigue la pena, pero a ese intercambio de mensajes no dejarás de necesitarlo nunca.
- Sí, va a ser así. Es una falta enorme, y, de hecho, en estos días, pensándolo y recordándolo, sin querer hice cosas, muchas, como cuando uno hace para que el padre esté orgulloso. Sin darme cuenta. Después de estrenar, decir 'qué va a decir Duilio'...
De algún modo, hacías teatro para él.
- No sé si tan directamente así, que hacía lo que hacía para que él me viera, pero cuando pensaba en un espectador pensaba en él. Incluso dejé de hacer cosas que estaban perfiladas, pensando en que mejor no, 'qué va a decir Duilio, cómo voy a hacer esto...'. Aparte era alguien cercano, no un iluminado inaccesible. Lo consultaba, y él a mí también. Llegamos en este último tiempo a tener esa relación. Se daba en las cenas, en el charlar informalmente de todo.
En ese sentido, seguramente se venía una etapa muy linda, que ya no podrá ser.
- Eso me duele también. Él fue el gestor de la coproducción entre grupos que hicimos el año pasado, que nos quedó ese gustito amargo de realizar sólo cuatro funciones y no poder continuar. Yo le decía de volver con el Encuentro de Teatro, y él me respondía 'bueno, hacelo'... Había muchas cosas por hacer. El hecho de haberme largado a escribir tuvo que ver con él, aunque no lo supo: no es que me dio el permiso, pero le pasé Casa Tranquila y me dijo que le gustó, que estaba bien el recorrido de los personajes. Y yo dije, 'bueno, si Duilio dice que está bien, yo sigo'; me envalentoné. Como el papá, que te decía 'dale'.
También partió hace apenas horas Héctor Alterio. No lo habrás conocido personalmente, pero también tuvo gran significancia para vos, como para millones de argentinos.
- Alterio era de esos actores, como lo fue Luppi, que vos lo veías y decías es Alterio. En alguna que otra película hizo una caracterización que te hacía difícil verlo a él, pero a la vez era tan verdadero todo lo que hacía... No hay personaje que no le creas. Son estos tipos imprescindibles, con semejante trayectoria a sus espaldas, y un hombre sencillo también. Un grande.
Estuvo en películas emblemáticas del cine argentino, como La Patagonia Rebelde.
- Claro, totalmente. Y en escenas inolvidables, quién no recuerda ese grito en Caballos salvajes. Hitchcock decía que una película vale si tiene una escena para recordar, y en esa película hay una, por más que el resto (no sea tan bueno). Alterio tiene pilas de escenas memorables.
Traspasaba la pantalla, como suele decirse. Seguramente ha habido muchos mejores actores, pero con menos poder.
- A eso voy, por ahí ves a un actor y decís 'mirá qué distinto está, qué buena construcción de personaje', no lo ves a él, capaz que la caracterización, con el maquillaje y demás, es muy buena, y en cambio lo veías a Alterio y yo creo que ni se debe haber afeitado nunca para un personaje, aparecía con su barba de todos los días, pero era maravilloso lo que hacía. Esas pausas que usaba, ese decir. Hay una escena en El hijo de la novia en la que habla del amor y de la admiración que sentía por el personaje de Norma Aleandro, y empieza ese monólogo como comiendo, masticando algo, y sigue, y lo disfruta, e incluso usa eso para poner pausas y matices en lo que va diciendo. A eso lo hace un grande, otro te larga el texto de la mejor manera, pero no juega. Y él jugaba.
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