20 de mayo de 2024
“Lo maravilloso de esta experiencia es que invita a que todo eso que tenés adentro y querés sacar, no se pudra”, dice Mario Massaccesi acerca de Soltar para ser feliz, la propuesta que comparte con Patricia Daleiro, y que el sábado se presentará en el Coliseo. “Con sólo ubicarse en otro lugar para mirar lo que habitualmente vemos, suele ser suficiente. Cambiar la percepción”, afirma el conductor televisivo.
Massaccesi es un rostro conocido de la televisión, por su participación en diversos ciclos de los medios del Grupo Clarín -noticieros y otros envíos-. Actualmente conduce Cuestión de peso, en las tardes del 13. A la par, desarrolla toda una carrera como una suerte de facilitador que invita/ desafía/conduce a quien se disponga a ello a liberarse de cargas internas que le impiden avanzar con su vida. Esto, en sociedad con Patricia Daleiro, a través de viajes junto a los espectadores de cada función (ellos lo llaman experiencia y no espectáculo) en los que los creadores de Soltar para ser feliz comparten sus vivencias. Días antes de su desembarco en el Coliseo, en la que será su primera vez en nuestra ciudad, Massaccesi habló en exclusiva con este diario, a instancias de su productor, el bolivarense Martín Iglesias.
“¿Dónde te querés parar, en el camino de la dificultad o en el de la posibilidad? Ahí está la elección. Cuando veo que algo es posible, voy por ese lugar y en algún momento se dará”
¿Qué vamos a ver, en qué consiste Soltar para ser feliz?
- Yo te diría que en Bolívar, como no se ha dado en ningún otro lugar, vamos a hacer patria: justo nos toca en 25 de mayo, y celebrar el 25 de Mayo con trabajo, no sólo para nosotros sino también para la gente del teatro, y con algo que invita a pensar, a pensarse y repensarse, a movilizarse, es una de las tantas maneras de hacer patria. Así que será la única vez que haremos una función con una escarapela en el pecho. Nosotros a Soltar para ser feliz lo llamamos una experiencia. Porque no es una obra de teatro, no somos actores, no es la presentación de un libro -el libro (Soltar para ser feliz, del que nace esta experiencia) tiene tres años y pico, y ya va por la novena edición- y no es una charla. Tiene un guión, del que vamos entrando y saliendo todo el tiempo, según lo que va pasando con el público. Así que es una experiencia de saber de qué se trata esto de soltar lo que ya no queremos, lo que nos duele, lo que nos pesa, lo que oprime nuestro pecho. Y se dan cosas muy lindas porque lo que pasa en el escenario empieza a resonar en el público, y hay mucha risa, ya que es divertido el espectáculo, y surgen también lágrimas: cada uno va al momento de su vida en el que algo se cruzó y nos quedamos con ese peso. Además, ofrecemos algunos ejercicios prácticos con las manos, para llevarse a casa como una especie de ayudamemoria de cuál sería el caminito de soltar, las distintas posibilidades que tenemos de soltar.
Es sencillo decirlo, pero soltar es de las operaciones más difíciles que nos tocan en la vida. A veces ni nos detenemos a reconocer qué cosas nos producen un lastre. Por otra parte, lo que no soltamos le quita lugar al ingreso de algo nuevo.
“¿Quiero quedarme sufriendo, padeciendo la vida o mereciéndola? Ahí está el clic de qué puedo hacer. Frente a lo inevitable, porque ya ocurrió, sí puedo modificarme yo respecto de eso”
- Es como el placar de la habitación o la alacena de la cocina: si no soltás lo que está vencido y ya no podés consumir, algo te va a pasar, te vas a intoxicar. Si no hacés lugar, no vas a poder poner alimentos nuevos y frescos. Si no llevás a cabo una limpieza del placar, se va a producir un amontonamiento de cosas que en un momento no van a entrar más. Sólo que los seres humanos no somos ni una alacena ni un placar, somos mucho más complejos. Como dice Eduardo Galeano, estamos hechos de historias. Tal vez lo que hay en una alacena es mucho más concreto, tangible, lo que nos pasa a los seres humanos es una complejidad donde están el cuerpo, las emociones y los pensamientos, y a veces lo que nos dice la cabeza no es lo que nos dice el corazón, y la emoción te va a decir otra cosa. Somos naturalmente más complejos que los objetos, y eso es lo que muchas veces nos lleva a creer que es difícil. La palabra difícil es la primera que aparece cuando hablamos de soltar, pero nosotros a la gente le decimos que es posible. ¿Dónde te querés parar, en el camino de la dificultad o en el de la posibilidad? No es el mismo, y no se encuentra lo mismo ni se resuelve de la misma manera. Ahí está la elección. Cuando veo que algo es posible, voy por ese lugar y en algún momento se va a dar, porque estoy en el camino de la posibilidad. Si yo me quedo con que es difícil lo único que voy a ver son dificultades, y en vez de detenerme en lo posible voy a estar viendo todos los obstáculos que se están presentando, como una especie de montaña que es difícil de atravesar.
Me resuena algo que un sabio japonés le dijo a Bobby Flores: “El dolor es inevitable, pero el sufrimiento es optativo”. Suele ser cómodo no soltar, hay cierta comodidad en no hacer nada, en dejar las cosas como están.
- Absolutamente. Para no darle lugar al desafío que siempre tenemos por delante. A veces esos sufrimientos son más que justificados: si perdés un hijo, lógicamente hay un dolor eterno, y es inevitable; si te ‘cuelgan la galleta’ cuando estás muy enamorado/a y encima por WhatsApp y te bloquean, es lógico que haya un dolor, tal vez es el amor de tu vida; si recibís un diagnóstico de salud -algunos son circunstanciales, y otros permanentes- que implica que cambies tu vida en función de esa aparición, habrá dolor. Ahora: ¿quiero quedarme todo el tiempo sufriendo, padeciendo la vida o mereciéndola? Ahí está el clic de qué puedo hacer. Nadie quiere perder un hijo, pero frente a lo inevitable, porque ya ocurrió, y frente a lo que no puedo modificar, sí puedo modificarme yo respecto de lo que ocurrió. Si me quedo en el lugar de la víctima voy a padecer todo el tiempo. Y hay que tener cuidado con el lugar de la víctima, porque no sólo se vuelve cómodo en su incomodidad, sino que muchas veces se vuelve manipulador, se manipula desde ahí. Porque esa persona vive dando lástima, cree que todo ese dolor es lo único que hay en la vida, y por lo tano el mundo tiene que funcionar alrededor de su dolor.
Alguien que se queda en ese punto, le absorbe la energía a todo el que lo rodea. Hay una cuestión de ego ahí, hay que correr el ego -o correrse uno de su propio ego-, eso de “me pasan todas a mí”, o de creer que lo que nos sucede es algo único, como si uno fuera tan especial que le van a pasar cosas que no le han pasado ni le están pasando a nadie.
“Hay que tener cuidado con el lugar de la víctima: no sólo se vuelve cómodo en su incomodidad, sino que muchas veces se vuelve manipulador. Esa persona vive dando lástima. Es un lugar maravilloso, porque te permite repartir culpas y no hacerte responsable”
- Hay gente que cree que es el centro del mundo, a partir de lo que le pasó. Y eso te pone unas anteojeras que no te permiten ver que a otros les están pasando cosas. Es la típica de “me duele mucho la cabeza”, dice alguien, y el otro le retruca con un “a mí me pasó tal cosa”. Nunca le va a preguntar cómo está, en qué puede ayudarlo. “¿Dónde te duele la cabeza, es seguido, dormiste bien?”. Nunca preguntan. Siempre se anteponen a lo que les pasa a los demás.
Y con la carta más grande.
- Por supuesto, siempre con algo peor. Y no abren espacio a otras situaciones. Porque no quieren escuchar, porque están cómodos en ese lugar. Pero de tan cómodos, en algún momento se sienten incómodos. Y prefieren quedarse en ese lugar, porque les da más razones para hacer lo que hacen: lamentarse de la vida. De la vida que tienen, del país, de los gobiernos, de esto, de aquello. El lugar de la víctima es maravilloso, porque te permite repartir culpas y no hacerte responsable de lo que está pasando. Responsable no es ser culpable, no es ser el autor de lo que ocurrió. Responsable es ponerte las pilas, tomar tu vida y hacer algo mejor con ella, en vez de quedarte sufriendo.
Siempre hay tiempo para hacer algo mejor con ella, con la vida…
- Siempre. Mientras estemos vivos.
Seguramente después de cada función ha de haber gente que a partir de lo que escuchó se plantea algo, modificar alguna cuestión de su vida, relativo a ese soltar al que invitan.
- Nosotros salimos a saludar a la gente, a despedirla. Abrazamos, besamos, nos sacamos fotos, firmamos libros. Y ese es el momento en el que mucha gente, públicamente, delante de otros vecinos que fueron a vernos, o a veces a escondidas, nos dice algo. Que está atragantado, que está trabajando, que lo está reconsiderando. Y es un espacio maravilloso, porque durante la función nadie es expuesto, no es que le ponemos micrófono a la gente para saber qué necesitan soltar, pero la gente se queda especialmente para compartir algo. “Yo soy ese que vos dijiste”; “A mí me pasó lo mismo con mi hijo”. En cada función siempre hay entre cuatro o cinco casos de gente que se anima a confiarnos situaciones personales que nunca ha hablado con nadie. Y eso es lo maravilloso de esta experiencia, que invita a que todo eso que tenés adentro no se pudra. Eso que necesitás soltar, sacar, ponerle palabras, trabajarlo, compartirlo, manifestarlo. (…) De lo que se trata es de negociar consigo mismo. Muchas veces creemos que soltar es largar las cosas, y no: soltar es también hacer lo que queremos hacer: vos no podés soltar a tu familia, a tus hijos, muchas veces no podés soltar el trabajo, que hay tanta gente disconforme con el suyo. Okey, ¿qué más podés hacer, para en vez de soltar lo que tenés, que es lo que te da un sustento, sumarle a tu vida eso que te está faltando, para completarte vos? De eso se trata. Soltar no es tirar a la basura todo, sino repactar dentro de nosotros.
De lo que suele tratarse es de correr del centro interior lo que perturba, lo que hace daño o ya no resulta. Redistribuir las cargas, quitarle la centralidad a ese elemento a partir de repartirlas entre otros elementos.
- Con solo ubicarse en otro lugar para mirar lo que habitualmente vemos, suele ser suficiente. Cambiar la percepción.
No cambia nada y cambia todo.
- Exactamente.
El miércoles, ya había doscientas localidades vendidas, de una sala con unas trescientas cincuenta butacas. Por eso quien esté interesado en concurrir, debería apurarse. Las entradas están a la venta, a 10 mil pesos, en PC Cell (Roca y Rondeau), de 10 a 12 y de 18 a 20. La función comenzará a las 20.30 horas.
Chino Castro
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