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viernes, 26 de abril de 2024
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Dicen que filmando se fortalece el corazón

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Mientras se deja embriagar por el perfume de la que será su novena película, que ya crece como un hongo en la cabeza de Miguel Francisco, Oscar Pícoli se recupera de un accidente cerebrovascular del que resultó prácticamente ileso, dando vuelta los oscuros pronósticos iniciales. Un bastón para subsanar una leve dificultad al caminar es todo lo que se trajo de ese mal sueño, un drama que no esperaba protagonizar pero que tuvo un final feliz, como no siempre ocurre en la ficción ni mucho menos en la realidad.

Hace dos lunes Pícoli se sintió mareado, y la mujer que trabaja en su casa convocó al servicio de Emergencias del hospital. Quedó internado, y la noticia de su grave estado de salud corrió por la ciudad como la de un nuevo ‘convidado’ por la maldita covid. Había sufrido un acv, y la proyección sobre su evolución no era nada alentadora. Sin embargo, y porque en estas cosas que tienen más de científicas que de espirituales también juegan las reservas de voluntad de cada paciente, su estado general y acaso la buena estrella, el ‘Gringo’ experimentó una rápida y quizá inesperada evolución y a los cuatro días estaba de regreso en su hogar de siempre, en Uriburu 609, junto a su amada madre.

Es fácil conjeturar ahora que ‘le tiró un caño a la parca’ porque su vida está regida por una misión: seguir cuidando del ser que es el motor de su existir, que cumplió cien años y del que es único sostén, junto a las dos mujeres que los ayudan. Es fácil, y es la pura verdad. Pero hay algo más, que equivale a oro para un hombre que sueña despierto: como actor Pícoli tiene cuerda para rato, y podría decirse que recién está empezando. Aunque no pueda hablarse de una profesión en términos formales ya que, aunque sus papeles y las propias pelis en las que participa sean vistas con fruición por todo el pueblo, no cobra por su desempeño.

Hoy el ‘Gringo’ mira otra vez con el brillo de siempre; mueve las manos, habla con esos gestos y ese tono de intérprete recio que se aligera en sus contornos de duende. Es que cuando este hombre que elige soñar despierto no le pedía más nada a la vida el séptimo arte tropezó con él, y entonces ya de grande descubrió que podía volver a ser un niño un rato cada día. Por eso despertó, porque el deseo fue más fuerte.

“Fue un tremendo acv”, grafica. “Ya venía mal, el propio médico me había dicho que estaba muy presionado y podía pasarme algo”, confiesa el ‘Gringo’, cuyo seudónimo artístico es Óscar Llacza Picolí, Llacza en homenaje a una familia peruana partícipe activa de su crianza, y Picolí por el célebre actor francés Michel.

Cuidar a su mamá, que ya no puede valerse por sí misma, representa un compromiso poderoso y por momentos muy angustiante, pero en estos meses de pandemia su situación particular se agravó al no poder salir a trabajar como albañil, su oficio. Los protocolos locales hoy se lo permitirían, pero las mínimas secuelas que le han quedado de su reciente percance de salud no.

El retorno a casa no ha sido fácil, al ‘Gringo’ le cuesta sostener la sonrisa: está sin trabajo, su amigo y mentor artístico Miguel Francisco le tramita una pensión y mientras tanto organizó una colecta para proveerle alimentos, pero la película de su día a día se ha tornado una ladera demasiado empinada. Por eso, a la par de agradecer a ‘Miky’ y a los vecinos bolivarenses que lo ayudaron, solicita pasar por su casa a quien desee darles una mano a él y a su madre, con comida “o lo que sea”.

 

“LA VIDA ME REGALÓ UNA NUEVA OPORTUNIDAD”

“Rendirse jamás; Hasta la victoria siempre”, marca enfático, y repite, el ‘Gringo’ no bien se produce el primer bache en la charla, como si delante estuviera ‘Miky’ con la cámara. Es que quiere hablar de sus ocho películas (incluyendo cortos y largos), las lleva cargadas en la punta de la lengua para gatillárselas a quien se cruce. Y ‘se filma encima’ por contar que ya toma envión para su novena participación en cine, en la próxima de Francisco, aún en etapa de gestación. Antes, cuando esta interminable pandemia se distraiga o se aburra, si todavía queda gente el director seguramente estrenará el largometraje que encofra casi listo desde fines del año pasado, que protagoniza Nadia Marchione y en el que Pícoli interpreta a un portero de escuela.

De la nueva del también referente político de la izquierda local y docente secundario no sabe nada, sólo que él volverá a estar. “’Miky’ siempre me sorprende a lo último con el personaje que me va a tocar”, afirmó sonriente.

No recuerda cuál fue su primer pensamiento cuando despertó de su aún fresco mal sueño, pero sí tiene claro lo que piensa ahora, que no es otra cosa que lo que continuará pensando para seguir viviendo: las nueve películas en las que estuvo (contando las de ‘Miky’ y las de Sebastián Trecco), o, mejor aún, que habiendo cruzado el umbral de los cincuenta años, ha conseguido participar en nueve films y hacerse conocido por eso. Al punto que estos días “todo el mundo me saluda, me dicen que estaban pendientes de mí, ya que se ve que he tenido un problema terrible que podría haber terminado peor, conmigo muerto o con muchas secuelas. El aliento y las muestras de apoyo son impagables; hoy siento que la vida me ha regalado una nueva oportunidad”, expresa emocionado este actor vocacional que ama la historia de los próceres argentinos y continentales, y desea protagonizar una comedia alguna vez.

Dicen que viajando se fortalece el corazón, profetizó Litto Nebbia hace añares. A Pícoli la sentencia le cierra si reemplaza el viajando por filmando. Ese es el viaje en el que la vida lo puso, el viaje en el que anhela seguir envuelto.

Chino Castro

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