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Para las seis cuerdas

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El docente e investigador Jorge B. Rivera afirma que a lo largo de la década de 1850 se produjo en Buenos Aires el arraigo de la habanera cubana, heredera, según muchos autores, de la vieja contradanza española al igual que los denominados tangos andaluces. La habanera, difundida en los ambientes de la ribera por los marineros que hacían la ruta comercial entre el Río de la Plata y las Antillas, se afincó durante la década del 60 y se transformó gradualmente en milonga.

A comienzos de la década del 80 la milonga comenzó a ocupar un lugar destacado en el gusto popular. Ventura R. Lynch asevera que la milonga sólo la bailaban los compadritos de la ciudad burlándose de los negros que bailaban en sus ratos libres. La milonga se parece mucho al cantar por cifra aunque ese canto es propio del gaucho payador y a la milonga le rinden culto sólo el compadraje de la ciudad y campaña. Este auge de la milonga fue rápidamente captado por los payadores, cuya época de oro se ubica aproximadamente entre 1880 y 1910, y por los empresarios de circos y teatros que la amalgamaron con las piezas fuertes del espectáculo habitual. Rivera afirma que en la década del 80 ya teníamos una milonga bailada (zandunguera); una milonga cantada, con amplio circuito de difusión a través de los populares payadores; y una milonga espectáculo, concebida especialmente para las primitivas representaciones del circo criollo.

La milonga, que tuvo una decisiva participación en el origen del tango, se mantuvo como género en sí misma y con el tiempo, se desarrolló en varias direcciones, según la rítmica, la melodía y el escenario o el ejecutante: sureña o pampeana, porteña o compadrita, tango-milonga o milonga-canción, negra o candombeada.

Jorge Luis Borges está vinculado indestructiblemente con el tango. Sus poemas y relatos remiten a la milonga, los cuchilleros y a los antiguos barrios de Buenos Aires. En 1968 Borges afirmó en una entrevista: “En el compadrito había algo que me pareció nuevo: la idea del coraje desinteresado. El guapo no era un individuo que estuviera defendiendo, digamos, una posición o que peleara por razones de lucro; peleaba desinteresadamente. Me parece que es linda la idea de esa gente muy pobre, como habrán sido los guapos y que, sin embargo, tenían un lujo, que era el lujo de ser valientes y estar listos a matar y a hacerse matar en cualquier momento, aun por desconocidos…”

Tres años antes publicó ‘Para las seis cuerdas’, un conjunto de poemas con aires de milonga. En el prólogo escribe: “En el modesto caso de mis milongas, el lector debe suplir la música ausente por la imagen de un hombre que canturrea, en el umbral de su zaguán o en un almacén, acompañándose con la guitarra. La mano se demora en las cuerdas y las palabras cuen­tan menos que los acordes…”

Allí están, entre otras, ‘Milonga de dos hermanos’, ‘Milonga de Jacinto Paredes’, ‘El títere’, ‘Alguien le dice al tango’, ‘Milonga de los morenos’ ‘Milonga para los orientales’. Una en particular, ‘Milonga de Manuel Flores’, contiene la hermosa estrofa que comienza y termina el poema: “Manuel Flores va a morir, eso es moneda corriente; morir es una costumbre que sabe tener la gente…” Aníbal Troilo musicalizó este poema que se utilizó en la película ‘Invasión’ (1969), dirigida por Santiago Muchnick, protagonizada por Lautaro Murúa y Olga Zubarry, con guión de Borges y Bioy Casares. El actor y director de teatro Roberto Villanueva recita en el film la ‘Milonga de Manuel Flores’, acompañado de las guitarras de Roberto Grela y Ubaldo De Lío.

El poema de Borges fue musicalizado también por el uruguayo Eduardo Darnauchans y por el gaúchoVitor Ramil. Nilda Fernández, el exquisito cantante de voz delicada incluyó en su álbum, “Los días aquellos” (1995), una más que recomendable recreación de la ‘Milonga para Manuel Flores’ (la versión con música de Troilo).

Yendo a otros discos, hay que citar ‘Milonga de los morenos’, musicalizada por Julian Plaza bajo el título de ‘Milonga de marfil negro’ en “Jairo canta a Borges” (1975); también Vitor Ramil le pone música y la canta junto a Caetano Veloso en su delicioso “Delilab” (2009): “Martín Fierro mató un negro y es casi como si hubiera matado a todos / Sé de uno que murió por la bandera / De tarde en tarde en el sur me mira un rostro moreno, trabajado por los años y a la vez triste y sereno / ¿Qué cielo de tambores y siestas largas se han ido? Se los ha llevado el tiempo, el tiempo que es el olvido…”

En 1965 se produjo el encuentro de Borges y Astor Piazzolla. La idea era grabar un disco con poemas del escritor y música del compositor. Las negociaciones fueron arduas y tediosas pero al fin cabo el proyecto se llevó a cabo no sin algunos contratiempos de orden estético entre los dos grandes maestros. El tradicionalismo musical de Borges se encontró con la vanguardia de Piazzolla debido a que en esa época Astor formó un octeto con el cual desarrollaba sus experiencias musicales con Nadia Boulanger y Alberto Ginastera.  El disco lleva por nombre “El tango”, título de un poema de Borges recitado por Luis Medina Castro. Piazzolla, autor de todas las músicas, respeta fielmente el aire milonguero en dos poemas de Borges, pero en los tres temas restantes, sobre todo en el último, ‘El hombre de la esquina rosada’, la música es de difícil audición, aquí Piazzolla introduce el dodecafonismo y la música de Igor Stravinsky.

Entre 1974 y 1975 Orlando Barone coordinó una conversación entre Borges y Ernesto Sábato. El encuentro se editó un año más tarde bajo el título de ‘Diálogos’. En un momento Sábato y Borges abordan el tango y sus renovadores. “Yo no entiendo de música, pero Troilo me gusta. – comentó Borges – Piazzolla en cambio… Un amigo me llevó a un concierto de él en Córdoba. Tocó seis piezas. Las escuché y dije: ‘Me voy, como no tocan tango, hoy…’ Es que mi cuerpo no lo acompaña (se ríen). Nunca me gustó el bandoneón. Llegó después que el piano, el violín y la flauta… No sé, no puedo hablar de música, pero sé que me gusta el tango cuando se toca sin bandoneón. El piano, la flauta y violín me resultan más alegres. Me gusta el tango-milonga”. (En este diálogo Borges afirmaría que no le gustaba Gardel).

La relación entre Borges y Piazzolla no terminó bien, después de salido el disco Borges dijo que Piazzolla no entendía el tango; el bandoneonista retrucóque nunca había leído poemas más bellos que los que escribió Borges, pero que el escritor en materia de música era sordo.

Al margen de los dimes y diretes de los maestros, “El tango” contiene dos milongas que se transformaron en clásicos absolutos, por la letra, la música, la interpretación de Edmundo Rivero: ‘A don Nicanor Paredes’ y ‘Jacinto Chiclana’, milonga que reza en su final: “Entre las cosas hay una de la que no se arrepiente / Nadie en la tierra. Esa cosa es haber sido valiente / Siempre el coraje es mejor, la esperanza nunca es vana; vaya pues esta milonga, para Jacinto Chiclana…”

“La milonga es un infinito saludo que narra sin apuros duelos y cosas de sangre, muertes y provocaciones, nunca gritona, entre conversadora y tranquila…”, dijo alguna vez Borges sobre el arte de la milonga, arte que celebró magistralmente en ‘Para las seis cuerdas’, libro de poemas que vale la pena visitar de cuando en cuando para degustar de nuestra historia a través de la exquisita y certera pluma de Jorge Luis Borges. 

 

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