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“Yo quiero un ambiente sano y una patria sin veneno”

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La escuela que dirige Estela es una de las tantas ‘fumigadas’ que existen en territorio nacional y la propia docente lleva en su sangre, y no es metáfora, los vestigios que esta práctica ocasiona. Más allá de los serios problemas de salud que ello trae consigo, no cesa en su lucha para visibilizar situaciones como la de su comunidad y llegó a Bolívar a contarlo.

Estela Lemes es de Gualeguaychú, Entre Ríos. Directora de la Escuela rural Nº 66 “Bartolito Mitre”, sita en Costa Uruguay Sur. Hasta ahí nada novedoso, sino fuera lamentablemente porque desde 2012 tiene ‘veneno’ en su sangre, producto de las continuas fumigaciones aéreas a los que fueron sometidos ella y los vecinos de la escuelita.

Los casos de fumigaciones cercanas al establecimiento educativo fueron denunciados una y otra vez, y su caso es públicamente conocido. El Superior Tribunal de Justicia de Entre Ríos se expidió al respecto en 2018, atendiendo a la acción de amparo presentada por la Asociación Gremial del Magisterio de Entre Ríos (Agmer) y el Foro Ecologista Paraná, y fijado el límite en un radio de 1.000 metros para las aspersiones terrestres y en 3.000 en caso de ser aéreas. Lamentablemente el lobby del sector productivo de la provincia fue tal que el gobernador (reelecto el año pasado) emitió un decreto en diciembre de 2018, el N° 4.407, fijando distancias mucho menores para las fumigaciones respecto de escuelas rurales: 100 metros para las terrestres y 500 para las aéreas.

Estela disertó el jueves por la mañana, en el marco del 41° Encuentro Nacional de Maestros Rurales Argentinos que se viene desarrollando este año con Bolívar como sede y que finaliza hoy.

“Llegué invitada por una amiga, Stella Maris (de Córdoba). Este año hice un esfuerzo para poder estar, porque la visibilización de la problemática nos ayuda a todos. Mi escuela es una escuela fumigada y un emblema de lucha la 66. Porque desde 2010 venimos haciendo denuncias hasta 2012 que fue la fecha cuando tomó un poco más de relevancia. La gente del pueblo está muy comprometida con esta problemática, de hecho Gualeguaychú es un municipio saludable, que lleva adelante un trabajo ambiental importantísimo, que tiene que ver con la educación ambiental en colegios secundarios, se implementa el PAS (Programa Alimentario Soberano). No así el resto de la provincia. Nuestro gobernador dejó sin efecto lo que primero habíamos solicitado respecto a la distancia de fumigación respecto de las escuelas, dejando expuestos así a los niños. Por eso la lucha es muy desigual y a veces  solitaria, pero este tipo de espacios y encuentros sirven para que estos casos se conozcan, y para contagiar a otras provincias, que pasan por la misma situación, en animarse a hacer la denuncia”, sostuvo.

A la ya de por sí difícil tarea que tienen los docentes rurales, por el ámbito en el que se desempeñan, las distancias que tienen como un signo transversal, las complejidades que deben sortear, se le suma situaciones como estas que la hacen aún más ardua, y como dice Estela muy solitaria a veces. “También hay que tener en cuenta que por lo general, los padres de los niños que concurren a escuelas rurales son aplicadores de fumigación o peones rurales que no pueden ir en contra de su patrón, patrón que por su puesto ni vive en el campo ni manda a sus niños a las escuelas rurales fumigadas”, expresa.

“Nosotros, desde mi lugar, más allá que comprometió mucho mi salud -yo estoy en tratamiento desde el año 2015 y que va a ser de por vida, que implica que me tenga que internar durante un mes en un centro de rehabilitación muscular-, seguimos adelante. Yo sigo trabajando, no quiero jubilarme, me parece que soy más útil desde mi actividad que desde mi casa. Y trato de contagiar a otros colegas para que no tengan miedo”, expresó. Estela lleva en su organismo dos venenos: un insecticida (clorpirifos etil) y un herbicida (glifosato), que le fueron encontrados en su sangre.

Esta necesidad de que su actitud ante la vida y contra el daño que las fumigaciones causan en todos los que asisten a las escuelas rurales se replique, se multiplique, hace que Estela viaje dando charlas y testimonio de su experiencia y de su lucha donde la reclamen. “Un día me convocaron a Gualeguay y la Sociedad Rural mandó una nota a la Dirección Departamental de Escuelas para que la charla no se hiciese. Igual la dimos y se acercaron al salón, se colocaron todos en el fondo del lugar, amedrentando con su presencia. Eso me dio mucha impotencia pero a la vez mucha más fuerza para seguir en esto”, destacó. “Yo lo que quiero es un ambiente sano y que mi patria sea una patria sin veneno”, remarcó.

Actitudes patoteriles, de amedrentamiento, y similares comenzaron desde el momento mismo en el que realizó la primera denuncia. “Esa noche, me buscó el arrendatario de un campo para, muy sutilmente, decirme que cuando levantara la cosehca iba a hacer un donativo muy importante para la escuela. Entonces le dije que lo hiciera, pero que no me lo diera a mí sino que lo llevara a la Dirección Departamental de Escuelas y dijera que era para la escuela 66, cosa que obviamente no hizo porque no retiré la denuncia. La idea era que no la hiciera”, rememora Estela quien afirma que “al principio me sentí muy sola”. “Cuando empezó todo tenía sólo el acompañamiento de mis hijos, ni siquiera de colegas, porque tenían miedo, porque los que eran suplentes creían que se iban a quedar sin trabajo, los titulares creían que los iba a retar la supervisora, y un montón de otras cuestiones”, recuerda con cierto pesar.

2012 fue el año que puso en evidencia su padecimiento. “Para el verano yo sentía falta de aire, dolores musculares, pero pensé que eran cuestiones fisiológicas propias de la edad. Y no le di mucha importancia. Pero de noche me daban dolores muy fuertes en las piernas, como si me estuviesen cortando con algo muy filoso la piel, como laceraciones. Cuando fui al Congreso, invitada por la Red de Médicos de Pueblos Fumigados, al salir nos ofrecieron hacer el análisis, un análisis que solamente se hace en Mar del Plata, en el laboratorio Fares Taie, así que nos hicieron la extracción de sangre y se la llevaron. Dos meses después, tiempo que demora el proceso de análisis de la muestra, me llega el resultado de que tenía clorpirifos etil. Investigando con mis hijos descubrimos qué era”, relata Estela.

“Comencé a tener pérdidas de equilibrio recurrentes, por lo que entonces mi médico me recomendó ver un neurólogo. Así fue como fui con quien es mi doctor hasta ahora, el Dr. Santiago Sanfilippo, director del Centro de Neurología y Recuperación Psicofísica (CENER), quien me hizo hacer una serie de estudios, que son muy dolorosos, y determinó que tengo una polineuropatía, debida a los agrotóxicos. Dos años después me hice un nuevo análisis en Mar del Plata y descubrimos que también tenía glifosato”, prosigue Estela, quien a modo de anécdota para graficar cuan grave es el problema de la aplicación de fumigaciones en la escuela que dirige, recuerda cuando debieron suspender un asado que hacían para festejar un Día de la Madre dado que pasó un avión fumigador y descargó el producto sobre el mismo asado; “no lo pudimos comer”, remarca. “En ese momento sabíamos que era veneno, lo que no sabíamos aún era cuan mal nos podía hacer. Y al día de hoy todavía hay quiénes dudan y les cuesta creer”, se lamenta.

“Cada vez que en los diarios titulan ‘la maestra envenenada’, ‘la maestra fumigada’ pienso que no es bueno que me conozcan por esto. Me gustaría más que me conozcan por haber ganador en 2010 el premio ‘Abanderados de la Argentina solidaria’ por el trabajo que hacía en la escuela, premio que otorgaba Canal 13; o por el premio ‘Ave María’, que otorga Misiones Rurales Argentinas por la labor comunitaria con mis gurises. Pero mi tarea sirve y le pongo el cuerpo a esto para que no siga pasando”, pone de relieve a modo de cierre.

La edición del encuentro de Maestros Rurales Argentinos llega hoy a su fin con la lectura de conclusiones en el acto de clausura, tras dos actividades previas, en el Cine Avenida. Hoy se conocerá, tras la elección que se realice, cuál será la ciudad que en 2021 reciba a estos denodados maestros que año a año se juntan para dar cada vez más por su actividad, que tanto ennoblecen.                        V.G.

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