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jueves, 18 de abril de 2024
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Wala, trece meses aprendiendo a comer waffles

La wafflería de Sousa trajo una novedad a la gastronomía local.

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Cumplió un año a mediados de enero Wala, la wafflería de avenida Venezuela y calle Olascoaga, que desde una esquina sin tradición en la gastronomía y sin pertenecer estrictamente al ‘nuevo centro’ donde hoy se despliega la movida nocturna local, logró hacer pie con una propuesta diferente: los waffles, un pariente del sándwich con identidad e historia propias, que ofrece gran variedad de opciones entre dulces y salados y desafía a probar una alternativa novedosa para comer y pasarla bien.

Wala abrió puertas en pleno vórtice de la pandemia, el 15 de enero del ’21. En ese momento Bolívar disfrutaba de un ‘descanso’ en materia sanitaria, sin saber que en abril-junio se desataría en el partido una ola de contagios y fallecimientos que aún enluta a un pueblo en el que, como reza el lugar común, nos conocemos todes.

Pero ahí estaba el local de Carlitos Sousa, desarrollando su proyecto de imponer el waffle como una opción más y reinventándose sobre la marcha, cuando la pandemia se tornó aguda en la ciudad y el sector gastronómico tuvo que cerrar puertas en un invierno más frío y gris que nunca. Ocurrió justo cuando Wala remaba para ganarse un lugar en el nutrido circuito gastronómico local, pero Sousa destacó a este diario que tras la reapertura de puertas durante las vacaciones de invierno, “la gente volvió”.

Esta es una buena constante que se registra en la casa: el que va a probar, regresa. Un parámetro elocuente, dado que como suele señalar un conocido gastronómico lugareño ya retirado, no sin unas gotas de ácido, ‘en diciembre trabaja cualquiera’. “Hay de todo hoy en Bolívar, pero yo noto que el concepto del waffle se ha instalado, funciona, gusta”, resumió el titular de un emprendimiento que vino con algo nuevo a la ciudad y que, acaso curiosamente en un pueblo poco proclive a los cambios, “gustó de entrada”.

Una masa para jugar

Qué es el mentado waffle se preguntará usted, si no está en tema, a esta altura de la nota: “Es una masa, que puede ser más finita, el estilo americano, o más ancha, el belga, que es el que mayormente trabajamos nosotros. Tenés opciones dulces y saladas, porque vos jugás con la masa. Nosotros tenemos un waffle verde, con masa de espinaca; los de chocolate son marrones, con chispitas adentro”, y la lista continúa y se propaga, por esa condición lúdica a la que invita la preparación.

La particularidad es que los ingredientes se incorporan a la masa, el waffle es ‘primo’ del sándwich, rústicamente hablando, pero no son dos tapas con un relleno en medio, sino una sola capa, en general robusta. “Y otra cosa interesante es que se hace muy rápido, en dos minutos tenés el molde listo, y le agregás pedacitos de chorizo o lo que sea, bajás la wafflera y el relleno queda fundido adentro”, describió el gastronómico.

Por su parte, el molde para el waffle de pizza, una variante que siempre interesa, es redondo. El que más piden en la casa es el de bondiola a la barbacoa, “dentro de lo gourmet”, y también la torre de quesos, dentro de lo más simple o común: “Son cuatro waffles redonditos, uno encima del otro, que contienen variedad de quesos”.

Golondrinas que hacen verano

Durante su primer segmento de trabajo, Wala recibió a muchos turistas de paso por Bolívar rumbo a la costa atlántica, un cliente ‘golondrina’ que cada verano hace la diferencia en el sector gastronómico, o al menos así ocurrió en la wafflería en su primer verano y especialmente en el segundo, cuando por primera vez trabajó todo enero y también en diciembre. “Mucha gente hace noche en Bolívar; familias mendocinas, hubo un montón”, destacó el comerciante.

A la wafflería concurren barras de pibes y pibas por la tarde, a comer y tomar algo a modo de merienda. Son los que a la noche salen a los boliches, y en general ya no regresan a esta esquina. También personas más grandes, a comer el postre luego de cenar, o que directamente eligen cenar allí.

A las 0.30 o 1 Wala cierra puertas, pero si en la ciudad hay algún evento grande -va a ocurrir la semana que viene con el Me Encanta Bolívar-, y ‘cae’ gente tarde a comer, extiende el horario. Exclusivamente a tomar un trago por la noche, concurren muy pocos, afirmó Sousa. La carta contiene opciones dulces, clásicas y gourmet, cafetería y algunos tragos, más vinos, gaseosas y aguas saborizadas.

“Este verano sumamos las limonadas, que han tenido mucha aceptación, y jugos exprimidos de frutas. Por la tarde la cerveza va muy bien -hay una interesante ‘batería’-, en especial estos meses una promo que incluye unas papas Wala, con crema y cuatro quesos, por dos pintas. “Tenemos cuatro estilos de hamburguesas, algo a lo que el público está muy habituado, y que también escogen, por ser algo clásico, muchos de los que llegan de paso hacia algún centro turístico”, puntualizó Sousa.

Una es para niños, segmento para el que ofrecen un menú especial; otra es la pipona, que trae de todo, e incluyen una vegetariana. A propósito, Wala dispone de alternativas ricas y saludables para vegetarianos, veganos y celíacos. “Todas vienen con papas”. Otra novedad de la temporada ’21-’22 está dada por las mesas fijas, con barandas, que le dan otra onda a la vereda de un local cuya decoración interior fue pensada por Sousa y sus colaboradores en un estilo moderno y descontracturado, en busca de conferirle al sitio “una identidad” también en lo estético.

Wala abre de miércoles a lunes, de 18 a 1, aproximadamente. “Y en otoño cerraremos otra vez lunes y martes”, y seguramente atenderán de 17 a 12 de la noche. La ubicación, a la vera del ‘nuevo centro’, como motejó a esa luminosa zona de la ciudad en estas páginas el hoy cronista parlamentario Ángel Raúl Pesce, no ha sido un problema, como podría presuponerse.

En principio, porque “no estamos y estamos en la Brown, a sólo una cuadra, y hoy la que ha quedado a trasmano es la avenida San Martín, salvo por las heladerías”, evaluó Sousa. Después, porque en Olascoaga y Venezuela “hay más lugar para estacionar, y eso a la noche se valora”, y finalmente porque así como hay gente a la que le gusta ‘amucharse’ en el circuito gastronómico que engloba a seis o siete bares y restós en dos cuadras, con toda la circulación que ello provoca, hay otra que prefiere charla relajadamente en un sitio más tranquilo, que a la vez, como para que nadie sienta que está out de la ‘movida, es bien cercano al centro neurálgico nocturno de la ciudad.

Más aún en pandemia, cuando la distancia social sigue siendo un imperativo que muchos y muchas respetan.

Chino Castro.

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