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jueves, 18 de abril de 2024
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Vivir para tocar, tocar para vivir; la utopía, y mientras tanto caminar

Entrevista con Sebastián Cayre, un músico que defiende su derecho a dedicarse sólo a lo suyo.

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Sebastián Cayre, podría decirse sin temor a comenzar empantanados en raídas sentencias que se usan para enaltecer a cualquiera, vive para tocar, pero lo jugoso es que no renuncia a su sueño de vivir de tocar, aún en un pueblo en el que todavía impera el condicionante, y a menudo despectivo, “a qué te vas a dedicar”, que como un oscuro sambenito, casi como si fuesen parásitos sociales de la maquinaria productiva, cuelga sobre los artistas un alto porcentaje de la sociedad, el que mece encima de todas las cosas ese manto gelatinoso conocido como ‘sentido común’.

Nació en Pellegrini, una ciudad más chica en términos de densidad poblacional que la nuestra, y vivió veinticuatro años en La Plata (emigró a los veinte, para estudiar música y dedicarse a su sueño). Siempre con la guitarra al hombro, con la voz y la canción como bandera. Pudo lograr su cometido sin tener que salir a buscar laburo de otra cosa, y hasta atesora siete discos que circulan por las plataformas digitales. Todo un número para un músico de pueblo, sin contrato discográfico y con la pasión, la paciencia y el trabajo como insumos. 

Ahora, Cayre pretende que siga la melodía desde Bolívar, donde se radicó hace seis meses junto a su mujer, la lugareña Evelina Irupé Moriones, y Vicente Amaru, el pequeño hijo de la pareja, que nació durante la pandemia (como vemos, no todo fue muerte y dolor durante una de las etapas más trágicas y aún desconcertantes de la Humanidad). Criar al pibito en un pueblo, que además estuviera más cerca de la familia de él (sus padres están grandes, y le gusta verlos seguido), fueron los motivos nucleares de una mudanza que no apagó ningún fuego.

Soy lo que soy

“Soy guitarrista, cantante y compositor. Eso es lo que mejor me sale, y quemaré las naves antes de aceptar que no da para más, porque la carrera artística se puede desarrollar desde cualquier lado”, se planta, se desafía más que desafiar. Tanto, que no quiere dar clases de Música (no es docente, pero podría desempeñar ese oficio en el ámbito particular): dice que eso implicaría ‘distraerse’ de su metier, que es amasar canciones y salir a ofrecerlas como un pan amorosamente cultivado en los hornos de su corazón (el arte es pan, o es comida chatarra; alimenta, o desnutre y, con suerte, apenas entretiene). “Sólo si es imprescindible lo haría (dar clases), porque mi trabajo es lo otro: cantar y tocar, en eso pongo todas mis energías y defiendo mi derecho a vivir de mi profesión”, enfatiza, por si alguien no escuchó bien. Claro que “siempre con una cuota de realidad, sobre todo teniendo familia”, es decir que no languidezca la heladera ni les corten la luz los buenos de la Cooperativa.

Puede presentarse en formato solista, en voz y guitarra, o con banda. Según dónde haya que ir, porque no es lo mismo un pub que un teatro, el recordado Sapulandia que el ansiado Madison Square Garden, un centro cultural que el Me Encanta Bolívar, para el que tiene una media convocatoria. En ese sentido Cayre considera todo, ya sea acá o en la zona: en los últimos años recorrió el territorio bonaerense con asiduidad, ha ido labrándose un nombre y el cambio de base de operaciones de La Plata a Bolívar no tendría por qué segar ese derrotero. (En este período bolivarense se presentó en Olavarría, Guaminí, Huanguelén, Daireaux, Alberti y Pehuajó.) Diego Peris (en su faceta de violinista), Franco Exertier y Raúl Chillón (quizá no juntos porque ambos son percusionistas) podrían ser sus músicos de acompañamiento, más tal vez un bajista y/o un tecladista. Toda “gente del palo”, remarca, aunque admite que “no es sencillo armar un nuevo equipo” con el que salir a la ruta.

A la par, planea continuar ‘regando’ el proyecto platense que comparte con el guitarrista Leonardo Colman. Cada vez que surja una fecha y pueda, va a viajar.

“Hago un poco de todo; los invito a que me escuchen”

¿Cuál es tu ‘palo’ dentro del folclore, por dónde habría que rastrear lo que hacés? Folclore son Los Chalchaleros, pero también Raúl Carnota; Los Nocheros y Carlos Aguirre.

-Primero, los invito a que me escuchen. Hago un poco de todo: música clásica del folclore, canciones que todos conocen, y también obras mías y de gente de mi generación, autores que no van a conocer: por ejemplo un amigo de mi pueblo, Eduardo ‘Bocha’ Nieva, que compuso una de las zambas más escuchadas en todo el país, Trampas en el cielo; explotó en YouTube, se nos fue de las manos, voló. De él grabé muchas, esa es la que más se conoce. La plasmamos en 2011, y de a poquito fue creciendo: ha sido muy pedida, muy escuchada y bailada. Canto también varias canciones de Javi Caminos, que vive en Berisso (se ha presentado en Bolívar algunas veces). Yo usaba batería, teclado y bajo, pero se sigue viendo el folclore. Y ahora estoy sólo con un bombo legüero y un instrumento melódico, pero siempre con mucha raíz folclórica, siempre buscando que suene a folclore, no a otra cosa, por más que uno incorpore instrumentos modernos. Y después, hago cosas que tienen que ver con nuestra región, música surera: alguna huella, algún triunfo, una cifra, una milonga. Trato de meter eso en el espectáculo para identificarme. 

Chino Castro

“También hacés política cuando decidís no opinar de algo”

¿De qué hablás en las letras?

-Por supuesto en algunas del pueblo, de mi infancia, siempre esa temática está presente. Y luego, hablo de cuestiones sociales actuales. Algunos no están de acuerdo con mezclar la música con la “política”, entre comillas, pero para mí es un error porque la política se hace todo el tiempo, uno también hace política cuando decide no opinar de algo. A mí me gusta hablar de la realidad que vivo, no sacarle nada, exponerla completa. Siempre trato de respetar eso.

Los otros vástagos

“Mi primer disco es un demo de difusión, que se llama Sebastián Cayre (2009); luego Siembra, en vivo en La Salamanca, La Plata (2011); América descalza es de 2013; dos años después vio la luz Tardecitas pampeanas, con clásicos del folclore también grabado en vivo en La Salamanca; en 2016 A la huella; en 2017 A la vuelta de la esquina, y finalmente, en 2021, Surero, con ocho canciones de música surera, que sólo salió en formato digital”, enumeró el trovador. Todo este material, disponible en YouTube y Spotify. 

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