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viernes, 29 de marzo de 2024
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Villa Juana, un club de barrio que no pierde la fe

La Comisión Directiva proyecta a pesar de la pandemia.

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La play, el teléfono celular y las pantallas han reemplazado, hace rato, a los naipes, el vermú y la juntada en el club, una cultura que ha ido quedando reservada a las viejas generaciones de los barrios en ciudades ya híper conectadas pero no necesariamente comunicadas, como grandes e intrincados bloques de cemento repletos de ‘hormigas’ que ya no se toman un respiro ni para mirar al costado. A este panorama que ya era descolorido hace unos años, hay que agregarle la pandemia, que vino a asestarle un cros a la mandíbula a las posibilidades de sobrevivencia de instituciones que cifraban sus esperanzas en el baile del fin de semana o alguna fiesta privada.

Sin embargo, aunque parezca una contradicción o una inocentada de gente nostálgica, en Villa Juana miran el futuro con cierto optimismo, ya que mientras proyectan reacondicionar su cancha de Fútbol 5, esperan que la pandemia dé tregua para reactivar su amplio y cómodo salón de fiestas, listo para cuatrocientas personas.  Entre tanto, ‘bancan los trapos’ con la cantina, a la que con los protocolos que son menester concurre diariamente un buen número de parroquianos para el vermú y la picadita, el duelo a las cartas y mirar algún partido de fútbol por la tele, ubicada rigurosamente en un rincón, a lo alto.

Las mayores expectativas están puestas en reabrir la cancha de fútbol 5, ubicada en Larrea casi Borge, pegada a la esquina donde tiene sede la cantina. “La gente está entusiasmada con eso. Le hemos cortado el pasto, colocaremos la red para aislar los pelotazos de los patios vecinos y soñamos con montar el césped sintético”, obra para la que se requieren unos dos millones de pesos, dijo a este diario Guillermo D’Agosto, de la comisión directiva que preside Fabián Campitelli. A su alrededor, dos o tres parroquianos ‘bajaban’ Gancias y Cinzanos, los tragos clásicos que aún ‘mandan’ en los clubes que ya no aparecen en una tv ahogada de preparaciones fashion pero quién sabe si tan nobles o con tanta historia. La tele perpetuamente encendida, pero como no había partidos ni accidentes, nadie miraba.

El campo es de veinte metros de ancho por cincuenta de largo, uno de los de mayores dimensiones a nivel local para fútbol 5, entre los que son al aire libre.

Si no consiguen instalar el piso sintético, acondicionarán el césped para poner el lugar en funcionamiento. Ya cuentan con alguien que mantiene el pasto y que limpió el terreno, un verdadero despiporre verde y ocre en el que hasta plantas habían crecido. De la instalación eléctrica nueva se ocupará un grupo de jóvenes estudiantes, por intermedio del municipio. “Tenemos las torres de iluminación, pero con equipos viejos que queremos renovar”, puntualizó el integrante de la CD.

La institución dispone de muy pocas bocas de ingresos económicos. El municipio “siempre nos atiende y contribuye, pero no queremos pedirles todo el tiempo y que nos den, porque hoy la situación es compleja y ellos tienen muchos gastos”, dijo D’Agosto. Recientemente, la comuna les entregó un subsidio para colocar el piso de cerámicos en el sector de la parrilla, atrás de la cantina.

Por su parte, la cuota para los socios es de una cifra que da risa: 20 pesos, pero en el club admiten que no pueden cobrar más ya que “hoy no tenemos nada para ofrecer”, como señaló el entrevistado. Además, no es fácil recaudar, ya que la gente no se acerca a pagar y tampoco cabe enviar un cobrador: “Imaginate que no podríamos  incorporar a nadie para ese trabajo, porque no le quedaría nada de comisión ni a nosotros como institución, y tampoco ir casa por casa, ya que gastaríamos más en nafta que lo que recaudaríamos”.

Villa Juana ha regresado en las últimas semanas al tapete público por su intensa actividad en las redes sociales, donde diariamente publica noticias sobre el club a través de Javier Costa, vecino del barrio. Con la repercusión en el Facebook lo poco se torna mucho, y tal vez la difusión redunde en el acercamiento de más gente, aunque el momento para ampliar vínculos no sea justamente el mejor.

El salón de fiestas luce en excelentes condiciones, contiguo a la cantina, pero no pueden abrirlo: los clásicos bailes y fiestas privadas, que representaban una bocanada de oxígeno económico para el club, deberán seguir en suspense hasta que la pandemia dé respiro y regresen las reuniones sociales masivas, algo aún muy lejano en el contexto de la segunda ola de covid. “A nosotros los bailes nos funcionaban, hacíamos uno al mes y recaudábamos bien, y lo mismo con los cumpleaños de quince y otros eventos privados”, aseguró D’Agosto.

Que no me cierren el bar de la esquina

El único ingreso fijo es el alquiler mensual que paga el cantinero, Juan Tobio, al frente de un bar ‘a la antigua’, que mantiene adeptos aunque las noticias no hablen de él (salvo acá, ja) y los vientos modernos soplen hacia otro lado: “Nuestro buffet sigue siendo un lugar de encuentro, por eso siempre algunos vienen a jugar a la baraja, tomar un vermú o mirar fútbol, una costumbre de toda la vida si bien ahora por el miedo a la enfermedad (D’Agosto no nombra a ya sabemos quién) la gente sale menos”, indicó. O ‘caen’ viejos vecinos del barrio que nunca cortaron el ‘cordón umbilical’ con Villa Juana, o que se fueron de la ciudad pero siempre están volviendo, como decía Troilo. De ellos ‘vive’ hoy Villa Juana, a pesar de que su historia parece estar más en el pasado que en el futuro, como la de los clubes de barrio en general. Vive, respira, sonríe, e incluso proyecta.

Chino Castro

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