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Una revolución incompleta, una identidad que aún cruje

Entrevista con Marisol Darretche, docente de Historia.

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En línea con autores, la docente de Historia Marisol Darretche advierte que la revolución argentina tal vez haya sido sólo en lo político, y que la identidad es un corpus dinámico, “no estático”, que debería por fin reconocer a los pueblos originarios que la autodenominada conquista del desierto y la ‘historia oficial’ pretendieron aniquilar y borrar. Amén de otras ‘deudas’ de la construcción de nuestra nacionalidad. En un nuevo 9 de Julio, la también militante de la izquierda local desafía a pensar las efemérides ligadas a nuestra fundación “desnaturalizándolas del sentido común de las escuelas”.

¿Qué pensás cuando pensás en el 9 de Julio?

– Me vienen palabras a la cabeza, conceptos complejos: identidades, comunidad. Esas dos son para mí claves cuando pensamos en este proceso independentista. Si nos remontamos a esa época entendemos que tanto el 25 de Mayo como el 9 de Julio conforman lo que sería una nueva comunidad política. Se empieza a gestar esta nación que seríamos. Pero tiene sus complejidades y miradas, y la identidad me parece que es un tema que aún hoy no estaría resuelto.

¿Por qué?

– Primero, hay que pensar en identidades que no son algo fijo, sino en construcción. Pero está instalado en el sentido común que estas fechas originarias de nuestro país crean la identidad nacional argentina, y para mí no es estático. El acto de la declaración de la independencia tengo entendido que se escribió en quechua y aymara, pero ¿realmente habían sido los pueblos originarios invitados a participar? No creo. Cuando se dice ‘nos los representantes del pueblo…’. En ese nos, ¿quiénes entran?, ¿cuáles eran las bases sobre las que se articulaba esa identidad?

¿Se puede hoy conformar una identidad argentina dejando afuera a los pueblos originarios, o sería una identidad mentirosa?

– Sería una identidad mentirosa. Son móviles las identidades. Quizá en aquel momento no lo tenían tan en cuenta. O quizá con todos los derechos que han ido ganando, los pueblos originarios con sus luchas y reivindicaciones es que consiguieron posicionarse en la sociedad. Durante mucho tiempo se los creyó extinguidos, tras la conquista del desierto, que fue la idea que se quiso imponer. Por eso es importante pensar estas fechas desnaturalizándolas del sentido común instalado en las escuelas. Cuando Sarmiento escribe la ley 1420, uno de sus objetivos fundamentales era educar al soberano, porque la inmigración hacía que hubiera que argentinizar a quienes venían de otros lugares. Esto de los símbolos, los ritos en los actos escolares, que perduran, en su momento tuvieron que ver con crear esa nacionalidad argentina, pero dejaban afuera un montón de cuestiones que todavía crujen en nuestra sociedad.

Es arbitrario juzgar el tiempo pasado con los criterios y medidas del presente, pero está claro que hoy ya no se puede dejar afuera a nadie.

– Totalmente. Uno de los postítulos que estoy cursando tiene que ver con cómo se elabora la identidad bonaerense. Generalmente se piensa en Buenos Aires ciudad, y no en la provincia entera. Entonces a nuestros pueblos del interior también nos falta construirnos en esa identidad para poder pensarnos como bonaerenses. Y lo mismo sucede a nivel nacional con las otras provincias. Cuando hablamos de Argentina lo asociamos con la elite porteña, y dejamos afuera las especificidades y los pormenores de cada una de las provincias que conforman la nación argentina.

¿Se avanza en integrar a los pueblos originarios y a las minorías?

– La palabra integrar me hace ruido, en el sentido de que no somos nosotros los que debemos integrarlos, sino que forman parte y quizá sí necesiten aún ser reconocidos a nivel legal. Pienso en hospitales que puedan respetar sus culturas y creencias, que tengan legitimado el poder llevar a cabo sus tradiciones.

La palabra integrar, que yo usé, te pone en un peldaño de superioridad, como si el otro tuviera que asimilarse a vos, o en vos. El músico Richard Coleman dejó de hablar de salir de gira al interior. Se lo hizo ver su compañera: el interior de qué, con respecto a qué.

– Claaaro. Me parece que ellos como comunidad, con sus luchas y militancia, han ido ganando derechos y un lugar en la sociedad. Pero todavía les falta un montón de reconocimiento por parte del estado y del ámbito legal. Aunque ya están visibles y presentes, y eso es importante.

NO TAN ROTAS CADENAS

¿Somos un pueblo libre?

– No (sonríe).

¿Y de qué tenemos aún que independizarnos?

– Hay varios historiadores que discuten si en 1810 y 1816 realmente hubo una revolución. Hay historiadores que la consideran una revolución pasiva, otros no la consideran como tal porque la única revolución que ven es en la dimensión política, pero no en la económica ni en la social. Ese es un punto controversial. Hay autores que plantean que lo económico siempre estuvo muy en juego a la hora de querer la independencia, pero que en realidad los criollos no se podían en ese momento considerar burgueses. Toman ideas de la revolución francesa, que prácticamente fue burguesa, pero al no conformarse como una clase burguesa luego tampoco pueden consolidar una hegemonía hacia el exterior, hacia los países fuertes. Lo hacen a nivel interior, pero siempre terminan siendo dependientes de algún país que los domine económicamente. En ese momento fue Inglaterra, ellos veían con mejores ojos negociar hacia otro lado y no sólo con España. Si pensamos en esto, podemos decir que hoy tampoco estamos siendo libres o independientes en ese sentido.

¿Habría sido una revolución a medias, o parcial?

– Francois Guerra, un autor que se especializa en el tema, dice que no puede considerarla una revolución completa. Sí es importante para él que los hombres hayan tomado conciencia de que estaban viviendo una nueva era. No es la revolución con todas las letras que cree que debería haber habido, pero le parece vital que se haya empezado a conformar una era moderna en estos territorios. Jorge Graciarena y otros autores creen que es una revolución pasiva, dependiente. En lo político consiguen conformar un gobierno, pero económicamente continúan dependiendo de potencias.

Pongámoslo en estos términos: habría sido una revolución incompleta.

– No sé si me animo a decirlo así, pero cito la postura de estos autores que al menos me hace cuestionarme o poner en duda lo que siempre aprendí en mi trayectoria educativa, y lo que está en el acervo de cualquier ciudadano. Sí me parecen importantes estas fechas para ponernos a pensar en qué es lo común, qué nos une, para crear comunidad. Pensarlo, porque construimos nuestras identidades, cada uno, a partir de las experiencias que vamos viviendo, y hoy la pandemia también penetra por todos lados en nuestro sentido de comunidad.

Chino Castro

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