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viernes, 26 de abril de 2024
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Una delicia musical con el maestro Néstor Gómez

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Básicamente folclore, a través de zambas, chacareras y milongas, pero también bossa, un tango ‘tuneado’ y algo de jazz ‘amable’ para no expertos en el género, dotaron de sabor, color y variedad al ‘plato’ musical que el maestro Néstor Gómez sirvió el sábado pasado en el auditorio de la Biblioteca Rivadavia. Una comida rica y saludable, se diría que el plan perfecto.

El eximio guitarrista, que ha tocado con una larga nómina de célebres de la música argentina, ‘bajó’ a la ciudad convocado por su amigo Ariel Adrián Tardivo, violero como él y también gestor -junto a gente de la Asociación Musical- de la clínica que Gómez ofreció un día antes en la biblioteca, y que concitó buen interés de instrumentistas y aprendices de muy variada edad.

Piezas de Monk (con una de Thelonious abrió el concierto, en solitario), de Aírto Moreira, de los Hermanos Ábalos y del ‘Cuchi’ Leguizamón sonaron impecables en la guitarra del maestro, varias de ellas cantadas por el propio Néstor, un salieri del Chango (Farías Gómez) como le gusta definirse. (Justamente al Chango, con quien toco quizá en los años más sustanciosos de su vínculo profesional con el folclore, le dedicó una sensible zamba, de su autoría).

En la segunda parte, convidó al escenario al bajista Diego Peris y el percusionista Franco Exertier, dos de nuestros mejores, para un segmento más ‘movido’ o rítmico de una noche signada por el folclore pero ‘salpicada’ de otras músicas, en general de este ‘barrio grande’ del Globo pero también de Estados Unidos, como el jazz que cerraría la velada, una de George Benson para la que invitó a su cumpa guitarrista Ariel Adrián Tardivo.

No fue la primera vez de Gómez en la ciudad, donde ya estuvo como integrante de su bondi musical actual, Cuartoelemento, cuarteto liderado hace más de veinte años por el pirotécnico flautista Rubén Izarrualde. La banda sonó impecable, como si sus miembros se conocieran; sus caras, su conexión y sus diálogos instrumentales, lo dejaban claro.

Entre buenos músicos siempre es así. Para el bis, otra perlita: una versión caliente del tango Afiches, en ritmo de bossa nova, o alguna deformidad así, que surgió en el momento (o así pareció), en la que se prendió el poderoso cantante Leandro Curutchet. Primero, desde su butaca, pero cuando Gómez lo escuchó lo llamó al escenario, en donde Leo se las ingenió a puro talento para ‘seguir’ lo que le proponía la banda y así ofrecer una original lectura del emblemático tango que asociaremos por siempre a la voz de Goyeneche.

Acompañó poca gente, unas treinta personas. Es decir que casi treinta y cinco mil vecinos se lo perdieron. Peor para ellos, como diría el mordaz Manal Javier Martínez.

Chino Castro

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