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Un abuelo, su nieto y la historia detrás del descorchador de sus antepasados

Dos artesanos con cincuenta y cinco años de diferencia y sus descorchadores de ciento cuarenta y tres años.

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Daniel e Iván Moreno, abuelo y nieto, con sus 73 y 18 años, conservan un tesoro, un tesoro que llegó desde Italia, un sacacorchos que pasó de generación en generación y que ellos siguen usando. Desde el año 2019 comenzaron su negocio, replicando el sacacorchos del bisabuelo de Daniel que llegó a la Argentina en el año 1880. Hoy tienen un micro emprendimiento y fabrican descorchadores artesanales iguales al que heredaron y el objeto se está vendiendo en distintos puntos del país y a través de un tercero también se comercializa en Uruguay. El descorchador viene en una caja de madera y tanto el objeto como la caja son personalizadas, además viene con un manual de instrucciones de uso y un papiro en el que cuentan la historia que a continuación contaremos en estas páginas.

En el año 2019, cuando todavía no se había declarado la Pandemia por el COVID – 19, Daniel dejó (un poco) su actividad principal que es la de producción agropecuaria y comenzó a hacer los sacacorchos, idea que tenía desde hace muchos años y que cuenta “yo hacía muchos años que pensaba en que algún día cuando me desocupara de otras actividades iba a hacer el descorchador que había heredado de mi bisabuelo”. “Todos los descendientes de mi bisabuelo me fueron contando que el descorchador estaba hecho bien a mano, bien artesanal y todavía lo tengo en uso, lo usaron mis bisabuelos, mis abuelos, mi papá, yo y ahora mis nietos”.

“Es un sueño que siempre tuve desde muy joven, siempre decía que algún día los iba a hacer, porque el sistema que es muy original y no hay que hacer ningún esfuerzo que es lo que más me llamaba la atención”. “Yo pensaba con esto se puede llegar a descorchar hasta los 104 años, porque no hay que andar tironeando mucho”, contó entre risas el mayor de los Moreno.

“Cuando llegó el momento, que fue en el 2019, empecé a buscar quién me fabricara las cosas que no se pueden hacer acá y nos llevó mucho tiempo porque hay cosas de estas que no se hacen en la Argentina”. “Por medio de una plataforma de venta mundial encontré una fábrica china que hacía los tirabuzones de la parte interna y acá en la Argentina no lo pude lograr y lo sigo buscando, sí pudiera hacerlo acá lo haría, pero no hay manera porque esa herramienta no existe acá”.

El comienzo del emprendimiento y la Pandemia

“Cuando empezó la Pandemia en China fue justo cuando me los tenían que mandar y tuvimos que esperar que se les pasara a los chinos y nos tomó a nosotros el encierro y a mí me vino re bien, porque cuando me pudieron enviar desde Chinas las piezas que me faltaban, nosotros empezamos a fabricar y lo hicimos durante toda la Pandemia y vendimos muy bien”. “Supongo que como la gente no podía salir, descorchaban ellos”. 

“A mí este proyecto que nació casi en Pandemia me ayudó mucho, porque te veían medio viejo y no querían que anduvieras. Entonces estábamos en el campo y armamos nuestro tallercito con las herramientas y comenzamos a fabricar”. “Hicimos muchos diseños y fuimos probando y probando hasta que nos convenció este por la estética”, comentó Daniel.  

El apoyo de la familia

“Iván me ayudó mucho desde un primer momento y él además del ensamblado se encarga del grabado en los mangos y las cajas para lo que tuvo que ir a aprender y se perfeccionó en eso. También mis otras nietas son parte de esto, porque ellas se encargan del manejo de las redes, de Instagram y demás. Estamos todos entusiasmados y comprometidos con el proyecto y nos divertimos mucho, además de compartir muchos momentos juntos. Se le pone amor a todo esto, porque cuando vos empezás a personalizar cosas y haces una caja y sabes para quién es, lo sentís, y querés quedar bien con esa persona, porque cada cliente termina en un amigo”.  “La principal artesana es mi señora que se llama Luz y es la que le pone el detalle de buen gusto, los colores, forrar las cajas y la presentación. Todo eso pasa por las manos de mi esposa, que es muy detallista”.

¿Cada descorchador es una pieza única hecha íntegramente a mano?

-Cada uno de los descorchadores está hecho de manera artesanal, hacemos uno por uno porque nos encargamos de ensamblar cada pieza que también es única. Nos lleva su tiempo y nos gusta que queden perfectos, entonces estamos en un montón de detalles que se va haciendo prolijamente para entregar un producto de calidad. El trabajo para nosotros es lo mismo, el tiempo es el de hacer uno multiplicado por cien sí no encargan cien, porque no es como cuando los hacen con máquinas que sólo hay que mirar.

¿Las cajas en los que se entregan también las hacen ustedes?

-No. Las cajas se las encargamos a la Librería ABC porque ellos tienen una máquina láser para cortar que es mucho más potente que la que nosotros grabamos. Entonces también de esta manera le estamos dando trabajo a otra empresa de Bolívar.

¿A quiénes les venden los descorchadores?

“Vendemos a vinotecas, bodegas, agencias de autos, inmobiliarias y casas que brindan servicios agropecuarios, porque los usan mucho como regalos empresariales”. “Hemos vendido casi cuatro mil unidades y entregado en todas las provincias de Argentina”. “También nos ha pasado que vienen y nos encargan alguno para hacer un regalo y tenemos que decirle que ya lo tiene, porque otro nos ha comprado para regalarle, eso nos ha pasado con muchos médicos”. “Una vez un amigo que estaba visitando una bodega en Cafayate me llamó y me mandó una foto de un descorchador hecho por nosotros y sacaban fotos y nos mandaban porque no podían creer que habíamos vendido allá”.

¿Cómo hacen para contactarlos aquellos que quieran comprar un descorchador?

-Nos pueden encontrar en Instagram en @moreno5121 y sino por teléfono al 2314 – 628393. “Hemos tenido la suerte del boca a boca y estamos muy agradecidos a la gente de Bolívar que nos recomienda, porque es difícil pensar que alguien no tiene un sacacorchos en su casa y poder venderlos es gracias a las recomendaciones que hacen nuestros compradores”, dijo Iván.

Los objetos nos transportan a otros tiempos, lugares y personas. Son el testimonio de otros modos de vida y de otras formas de resolver las necesidades cotidianas, o las de una profesión concreta. Quién no contempla hoy con cierta nostalgia una vieja cámara fotográfica, todo un símbolo de otra vivencia del tiempo: tiempo de sacar la foto, que no tenía lugar en cualquier día, tiempo de espera hasta que el rollo estuviera lleno, tiempo aguardando el revelado… y así, cuando por fin se estaba ante la fotografía, la sorpresa al ver cómo habíamos salido en el mágico papel.

Podríamos hacer una lista infinita de objetos que nos revelan su historia, pero cada cual atesora lo que le es significativo, lo que quiere retener, perpetuar y comunicar a sus hijos, aquello que le recuerda una emoción o una experiencia particular, algo extraordinario, o simplemente algo cotidiano, pero que ya no tiene cabida en estos tiempos de consumo que borran el tiempo, con el permanente descarte.

Los objetos desafían al tiempo, pasan de generación en generación, pero para trasmitir su mensaje, requieren ser interpelados: están allí a la espera de una persona curiosa que quiera saber de ellos, y sus portadores tienen ahora el placer de revelarnos su trayectoria. Un claro ejemplo son la familia Moreno, de profesión artesanos y bomberos.

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