13 de octubre de 2023
Cantares se llama la exposición de Laura Bertelli, que es tan pintora como cantante y a mucha honra, por eso en esta muestra que continuará abierta en el museo Ameghino hasta fin de mes conjuga, en su tono, ambas disciplinas.
Es su primera muestra, y representa lo que produce hoy si bien podría leerse como un resumen de todos estos años de trazos, formas y colores. Así como la vemos de explosiva en el escenario al frente de Los de Negro, la histórica agrupación con la que acostumbra/gusta dejar una marca en cada escenario al que la convidan, también es una mujer “muy tímida”, a la que le cuesta expresar ciertos sentimientos y que ha sabido recurrir a la poesía casi como terapia. (Tener tanto carácter suele arrebatar matices.) Pero también a la pintura, disciplina que comenzó a cultivar a sus siete años. Los pájaros y las flores eran sus motivos, igual que hoy. Ama la naturaleza, y ese sentimiento de pertenencia a una inmensidad tan hermosa como inexplicable impregna sus obras, en las que despliega una técnica conocida como escultura sobre plano, pero con algunas particularidades.
“La música me ayudó a sanar un montón de cuestiones, a poder expresar emociones que todos habitualmente guardamos. A demostrarle a la gente que todo se puede decir de una manera muy simple, a través de la poesía”, le contó a este diario una fría mañana de primavera, en el Museo, mientras acondicionaba imágenes para los murales de la muestra en homenaje al ‘Gaucho’ Martínez Boero.
En primer lugar, te habrá sido útil para demostrártelo a vos, eso de decir lo que de otro modo no nos sale…
-Obviamente. Siempre pasa por uno mismo, siempre empieza ahí. Notaba que, desde una canción, podía expresar cosas que de otro modo no.
Nunca copió. Siempre creó sus bases, dibujó ‘por las suyas’. Dejaba fluir la imaginación frente a la hoja en blanco, y algo nacía. “Tenía mucha imaginación, y me gustaba expresar lo que pensaba, o lo que visualizaba. No había un patrón de dibujo, ni lo hay hoy. De hecho, la expo que tengo acá fue conformada así: es escultura sobre plano, comienzo con la tabla pelada, sin boceto ni nada, y voy imaginando y haciendo sobre la marcha”, describió su proceso.
“El canto es de los pájaros, los humanos hemos copiado esa cualidad”
¿Qué te salía, y qué te sale hoy?
-Soy una amante pero acérrima de la naturaleza. Pájaros hay, y hubo siempre. Me parece que son una parte de mí. El canto es de los pájaros, y uno como humano ha copiado esa cualidad. Despertar con el canto de ellos es una de las cosas más lindas que le pueden pasar a un ser humano, es saberse vivo a través de sus trinos. Pero me gustan en libertad los pájaros, no en jaulas. Me ha gustado pintar sobre lo tradicional, la vida en el campo. Muchas flores, en ese sentido.
Si es por etiquetar, su técnica es la escultura sobre plano. “Yo modelaba en porcelana, no sobre retablo sino en 3D, la pieza entera, digamos. Pero un día empecé a mezclar cosas, y en esa búsqueda se me ocurrió utilizar harina de arroz con otros componentes. Surgió entonces esa especie de pasta de arcilla, y me gustó cómo craquelaba, cómo replicaba el tronco de los árboles. Los cuadros en exposición acá están elaborados bajo esa técnica, que yo no sé si existe el material que uso porque no me puse a investigar, nació de un invento, de mezclar cosas”. Probó su amasijo sobre diversas superficies y temperaturas, como vidrio, tela y papel, y decidió que maridaba joya montado en madera (también en vidrio).
Lago de forma mía
Laura dice que es “hiperactiva”, lo dice con esa vivacidad que parece ser su condición natural, y dice que pintar la “baja”. Pincel en mano -en una primera instancia, lápiz-, pierde “noción del tiempo”, se “despreocupa” y mediante la pintura -también de la canción- consigue “parar la cabeza”, una suerte de milagro en la era en que lo usual es andar en mil cosas por día sin sentarse a disfrutar de nada, flotar para no profundizar, opinar para no reflexionar, fotografiarse para no mirarse, mentirse para no saberse, seguir para no resultar atropellado, competir justificándose, producir para no defraudar, hacer lo que sea, incluso esclavizarse, para encajar en patrones siempre diseñados por otros, estresarse feo y seguir, siempre seguir, que la ‘rueda’ ha alcanzado tal grado de perfección que quizá la gran revolución sería desconectarse, bajarse, y encontrarse. Stop.
En el cuadro principal, el que preside Cantares, la vemos a Laura niña con su acordeón, a la orilla de un arroyo. “Lo que me gustaba de chiquita”, se recordó con ternura. Esa agua mansa podía ser la de un arroyo de Chivilcoy, donde vivió hasta sus once años, o la de una laguna en Bolívar. “Me apasiona pescar. Entonces yo tiraba mi cañita, me llevaba mi acordeón y me sentaba a la orillita de la laguna. Que no iba a pescar nada, por supuesto, porque con el ruido de la música, imposible. Pero me encantaba. Mientras mi viejo trabajaba en el tambo, en el campo, yo agarraba la bici, o el auto, y me iba adonde hubiera agua. Era feliz escuchando el ruido del agua, el canto de los pájaros y componiendo música, sola”, evocó la menor de un montón de hermanos que le enseñaron a leer y escribir, a sumar y restar, antes de que entrara a la escuela.
Digamos finalmente que toda su producción está a la venta. De hecho, concretó una primera transacción a partir de esta expo debut en el Museo. “Sería muy bueno porque si no, van a terminar echándome de casa con tantas cosas que amontono”, afirmó entre risas la artista nacida en Hortensia (Carlos Casares), que tiene una invitación para exponer Cantares en un pueblo vecino y que proyecta proyectarse, como el canto de un pájaro que es parte de la celeste melodía del cielo, porque así como todas las hojas son del viento, todas los aves son del cielo, y del agradecido pincel de Laura Bertelli.
Chino Castro
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