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Vuelve el Polifónico, con un repertorio de mujeres que cambiaron la historia.

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Con una selección de obras de grandes mujeres compositoras, “figuras luminosas que han marcado un camino”, el Polifónico regresa a escena tras la pandemia en medio de una gran expectativa de los propios coreutas y el público, que en horas devoró la totalidad de entradas disponibles. “La pandemia en algún lado nos lastimó a todos, entonces este es un modo de decir que, a pesar de todo, estamos de pie, ya que en definitiva somos sobrevivientes”, resume el director del conjunto, Vicente Pérez.

Una historia propia se presentará por primera vez el viernes 21 de octubre, desde las 21.30, en un auditorio de la biblioteca Rivadavia ‘sold out’.

¿De qué se trata una historia propia?

-Es un collage entre canciones y algunos textos, con el eje en mujeres compositoras, no necesariamente argentinas. Hemos incluido a María Elena Walsh pero también a Violeta Parra; a Teresa Parodi, a Eladia Blázquez. El proyecto tiene algunos caminos paralelos por los cuales se desliza: el caso Pablo del Cerro, que no era otra que la mujer de Yupanqui, pero durante sesenta y dos obras Nenette fue Pablo del Cerro. Está bueno llevar esas historias al espectáculo. En aquellos momentos, no toda la sociedad veía bien que una mujer fuera compositora. U otro caso que no está muy a la vista: aquella obra Mujeres Argentinas, cuando en la primera parte de la década del setenta Ariel Ramírez y Félix Luna realizan un trabajo formidable. Están Rosarito Vega la maestra, Juana Azurduy, Alfonsina y el mar figura allí, Dorotea la cautiva. Ocho obras fantásticas que rescatan a mujeres emblemáticas.

Este es un momento propicio para encarar esas obras.

-Sí. No quisimos abordar toda la obra (Mujeres Argentinas), pero sí por respeto a ellos, que tuvieron hace tantos años esa actitud y plasmaron ese material, haremos una de las piezas y hablaremos al respecto.

Queremos revalorizar y traer al presente a esos personajes, esas mujeres, en definitiva figuras luminosas que han marcado un camino para mujeres que han intentado un rumbo similar.

Las conquistas del feminismo actual hunden sus raíces en la lucha de estas mujeres, continúan su camino, portan su antorcha.

-Claro. Sí. La  idea ha sido esa, traer al presente y dimensionar el trabajo de ellas. Nos pareció oportuno y,  además, interesante.

“La fortaleza interior del grupo hizo que hoy estemos todos, y juntos”

Es lo primero que hará el Polifónico tras una pandemia que dejó groggy al mundo del espectáculo. El del retorno “no fue un camino sencillo”, admite Vicente, sino escarpado, poblado de los escollos que producía acá y allá una peste que obligaba a constantes recálculos de las restricciones sanitarias, que básicamente se reducían -en el mundo- a confinamiento en los hogares y desaliento o lisa y llana prohibición del encuentro social. Duro para un coro que requiere de más de veinte personas interactuando in situ. Sin embargo el susodicho se las arregló bien vía Zoom, cual trabajadores oficinescos. “En un inicio costó, pero lo fuimos llevando, lo fuimos llevando, y cuando el camino comenzó a despejarse intentamos juntarnos, pero volvían las restricciones” y la vitalidad de la herramienta Zoom, pasó revista el músico. Así, a los saltos, hasta que salió el sol.

El noventa y cinco por ciento del repertorio de Una historia propia “es nuevo”, destaca el director. Serenata para la tierra de uno, de la Walsh, es la única canción que ya han interpretado, hace bastante. “Todo lo demás, es nuevo. Desde mi lugar he versionando las obras, más allá de alguna versión que ya tenía de amigos directores”.

A veinte días del recital, “estamos con mucho entusiasmo, venimos dedicándole mucho tiempo”, destaca el director, y agrega, sobre el método de trabajo que elige el conjunto, y que complejiza el proceso: “Tratamos de evitar el uso de la partitura ya que creemos que perdemos contacto entre nosotros, el coreuta se ubica sobre la partitura y no mira al director ni qué está sucediendo alrededor. Por esa razón tratamos de memorizar, pero no es sencillo”, admite.    

Una historia propia incluirá tres entradas solistas: Lorena Palacio cantará Prohibido prohibir, de Eladia Blázquez; Mariquita Sarraúa, Canción para Verónica, de Teresa Parodi, y Eduardo Bríguez el tango Sueño de barrilete, de Blázquez. Por su parte Julieta Portela hará lo propio con un segmento de Con las alas de alma, también de Eladia.

Subirán a escena veinticinco personas, incluyendo a Vicente. Un número “aceptable”, califica el director, atento a que “transitamos un momento en el que mucha gente está afectada a su trabajo y por cuestiones personales. Es una cantidad equilibrada entre hombres y mujeres, lo que es también una suerte”, agradece. En ese orden, completa el músico y arreglador (él prefiere usar el término versionista, ya que no hay nada que arreglar, no se trata de piezas ‘rotas’), el conjunto no ha torcido su balance histórico.

El sabor del reencuentro

Va de suyo que es una actuación especial, si bien desde cierta óptica todas lo son. Pero aludo a que ha sido un parate largo, y la expectativa por el regreso se palpa en el aire. De hecho, a un mes del concierto ya no quedan entradas, algo inhabitual acá. ¿Lo están viviendo así?

-Sí, creo que tu mirada es acertada, o al menos nosotros sentimos eso. Sentimos que hay una expectativa, que la gente está muy dispuesta. Fue asombroso el modo en que salieron a pedir la entrada. Creo que contamos con un público que nos sigue, cosa que nos halaga mucho. Y sí, tiene un sabor especial, después de tanto tiempo, de tantas cosas que sucedieron…  Inclusive en el seno mismo del grupo: con amigos, con familiares. La pandemia en algún lado nos lastimó a todos, entonces este es un modo de decir que, a pesar de todo, estamos de pie.

Claro, es un reencuentro de ustedes con su público, y entre ustedes mismos.

-Exactamente, esto que decía Violeta Parra: el canto de ustedes que es el mismo canto. No ha sido sencillo pero estamos felices. En este tiempo hubo agrupaciones que no soportaron esta crisis, no lograron sobreponerse a amigos que se fueron, a seres queridos que partieron, y así los grupos se fueron desmembrando. A nosotros nos pasó, pero quizá la fortaleza interior del grupo permitió que hoy estemos todos, en su totalidad. Y juntos. El coro quedó de pie y pudo mantenerse. Eso también nos da mucha alegría, ya que en definitiva somos sobrevivientes.

Chino Castro

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