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jueves, 28 de marzo de 2024
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Sin trabajo, no hay libertad

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“La libertad de prensa está en riesgo ante la masiva pérdida de puestos de trabajo que venimos padeciendo desde diciembre de 2015”, denunció recientemente el SiPreBA (Sindicato de Prensa de Buenos Aires)

“A los por lo menos 4000 empleos que se perdieron en todo el país hay que sumarle la incertidumbre, la pérdida del poder adquisitivo y la precarización laboral que sufren quienes aun mantienen sus puestos de trabajo o de quienes son trabajadores eventuales. En un panorama donde abundan los despidos, retiros “voluntarios” y el cierre de medios se ve afectada la pluralidad”, señala el informe.

En este contexto, en el que mandan las pautas publicitarias políticas o comerciales, la libertad de expresión es una quimera. Retirada con poca elegancia hacia los márgenes de las redes sociales, la posibilidad de hacer escuchar las voces desobedientes es cada vez más infrecuente.

La mayoría de los periodistas tienen que trabajar en otro oficio, profesión, empleo, si es que quieren mantener tozudamente la idea de seguir haciendo periodismo. En el interior del país es clave además, los bajos sueldos de los y las trabajadoras en general.

A la pregunta acerca de si hay libertad de expresión en Argentina, fácilmente puede responderse que sí, sin embargo, a poco que se comience a desmenuzar el interrogante, se caerá en la misma respuesta de siempre: “desde que se inventó la imprenta, la libertad de prensa es la de empresa”, como le gusta repetir al ex presidente ecuatoriano Rafael Correa.

La profesión de periodista no pasa por el mejor momento, no escapa a la regla neoliberal que impera en estos tiempos, en la que mandan los like y las visualizaciones en términos que se pueden cuantificar. Todo es “cuántos”. Y aquello de que “el que sabe sabe y el que no, es jefe”, te puede pasar en cualquier momento.

La fallida ley de servicios de comunicación audiovisual no tuvo una implementación exitosa, en el caso de medios comunitarios y autogestivos. Los hay en muy buena cantidad y hasta, en algunos casos, en calidad. Pero la llegada a públicos masivos le es esquiva y entonces sigue habiendo una hegemonía en la construcción y circulación sentidos que deriva en consecuencias conocidas, de achique intelectual, de “fiaca” en el pensamiento crítico. Siguen mandando los grandes medios.

El financiamiento a través de suscripciones es una alternativa para el sostenimiento de esos medios. En muchos casos, hombres y mujeres de excelente trayectoria periodística están trabajando en radios comunitarias o en publicaciones digitales que tienen un alcance marginal. Mientras en los prime time siguen mandando los mismos, los que en lugar de jugar un rol a favor de las grandes mayorías, son obedientes con el poder, son felpudos del poder.

En ciudades como Bolívar, los periodistas no son perseguidos ni reprimidos. Acá no hay instancias de esas características. Eso no debe impedir que se imponga la reflexión acerca de lo que sí sucede en otras ciudades, sobre todo en CABA.

Como también denuncian los trabajadores de SIPREBA, “a la pésima situación laboral se le agrega que la principal fuente de las agresiones físicas que sufrimos los trabajadores de prensa en la Argentina proviene de las fuerzas policiales. A lo largo del actual gobierno al menos 57 trabajadores de prensas recibieron perdigonazos mientras estaban trabajando, mientras 24 fueron detenidos, y varios de ellos procesados con cargos falsos”.

En materia de precariedad laboral, el gremio periodístico es pionero. En los 90s fueron la reconversión y los contratos basura, ahora se suman los cierres, la caída en el consumo de medios tradicionales en formato papel, los fantasmas de la reforma laboral y previsional que extienden la amenaza para el futuro de todxs.

No hay buenas noticias. Las fake news, la pos verdad, las pautas publicitarias condicionantes, hacen del “mejor oficio del mundo” (Gabriel García Márquez dixit), una aventura cotidiana con más frustraciones que alegrías.

Sin embargo, por algo siguen existiendo los periodistas. Es que sigue siendo un oficio que apasiona. A pesar de todo, más allá de que la reproducción de dispositivos provoca la ilusión de que periodista puede ser cualquiera, la realidad es contundente en sentido contrario.

“Para ejercer el periodismo, ante todo, hay que ser buenos seres humanos. Las malas personas no pueden ser buenos periodistas. Si se es una buena persona se puede intentar comprender a los demás, sus intenciones, su fe, sus intereses, sus dificultades, sus tragedias”, dijo Ryszard Kapuściński. Él, que supo describir los pueblos de Africa en memorables crónicas que hay que leer siempre, nos puede guiar para que el periodismo siga en manos de periodistas que intenten ser buenas personas.

D.R.

 

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