Cuando llueve de costado (una obra de bien) fue presentada el sábado en Artecon, antes una excelente concurrencia de público.
La pieza fue escrita (su primer texto), es dirigida y es protagonizada por el bolivarense Luis Van der Ploeg, hoy radicado en Buenos Aires y que hiciera sus primeras herramientas en el teatro en los talleres para adolescentes que se dictaban en Artecon.
Cuando llueve de costado plantea una mirada crítica sobre la caridad ‘mirada desde arriba’ o la falsa caridad, a través de un joven en situación de calle al que un cura, para darle una mano, logra que sea incorporado al trabajo en una imprenta (lo aceptan los laburantes, el dueño de la empresa está de vacaciones). A partir de allí, afloran todas las miserias de sus nuevos compañeros, personas típicas de clase media que, inclusive sin darse cuenta, ponen a funcionar todo su andamiaje de prejuicios y lugares comunes a la hora de relacionarse con Darío pero también entre ellas. Creen que lo ayudan y que están haciendo una obra de bien, y he ahí el meollo del asunto: qué es ayudar, qué es ser solidario y humano, los temas en los que se propone meter el dedo esta obra. En la oficina está la mujer grande, pacata, ultracatólica y llena de vicios incorporados con los años de labor en un mismo sitio; la piba joven, con ímpetu feminista -pañuelo verde en muñeca zurda incluido- como para coincidir con la época; la jefa refractaria a todo lo que altere el precario equilibrio del grupo por temor a perder su jerarquía, etc. Como si se tratara de uno de esos abúlicos y previsibles equipos de fútbol escandinavos, nadie se sale de su andarivel, no brota una gambeta ni en un siglo a la redonda, hasta que algunas cosas pasan… El egoísmo y la hipocresía están a la orden del día, y dentro de ese clima Cuando llueve de costado va tejiendo su entramado.
Van der Ploeg interpreta a Darío, el elenco se completa con Angélica Córdoba, Hernán Corradini, Laura Firpo, Diego Komodowski, Rosana Speltini y Gabriela Villegas. En esta función, el sonido estuvo en manos del bolivarense Gonzalo Palacios, de paso por la ciudad. Ch.C.
