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jueves, 28 de marzo de 2024
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Reflexiones para votantes

Especial para La Mañana por Alejandro Noël, desde Suecia.

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Todos alguna vez hemos actuado o tomado una decisión en forma impulsiva o irreflexiva para luego sufrir sus consecuencias, tal vez en forma de un dolor de cabeza, o de un conflicto innecesario, o de una pérdida de dinero o inclusive, horror de los horrores, quedando en ridículo. ¿Pero que tienen esas consecuencias en común? Que solamente nos afectan a nosotros personalmente o a un círculo reducido de personas a nuestro alrededor.

Pero si ahora examinamos las decisiones y acciones de nuestros representantes, vemos que sus consecuencias las aprovecha o sufre la ciudadanía en general. Los resultados están a la vista: un país antiguamente próspero hoy ostenta estadísticas de pobreza propias del continente africano, no ya del sudamericano. Y la calidad de vida del ciudadano honesto sigue un continuo declive.

¿A qué se debe esta decadencia? ¿El resto del mundo se complotó en nuestra contra? ¿O estamos sufriendo un castigo divino? No podemos excluir completamente esas posibilidades, aunque mucho más probable es que estamos sufriendo las consecuencias de una acumulación enorme de decisiones y acciones erróneas o delictivas de quienes debieran representarnos con honor y lealtad.

Lamentablemente no hay soluciones mágicas, pero todavía disponemos del instrumento del voto para evitar que nuestros representantes en el futuro sigan perjudicando a la nación con sus acciones y decisiones. Por ello recomiendo a los ciudadanos que durante el proceso previo a las elecciones identifiquen a los grupos políticos que mejor representen nuestras expectativas de una gestión basada en la moral y la racionalidad. Todo político o partido que de señales de falta de apego a la moral o la racionalidad debe ser evitado a la hora de decidir el voto, otorgarles poder es un riesgo que no podemos asumir.

El lector tal vez ahora se preguntará: muy bien ¿pero cómo hago yo para juzgar quien tiene ideas e intenciones morales y racionales, y quien no? Voy a intentar ahora de responder a esa pregunta comenzando por la cuestión moral, siguiendo por la racional para finalmente ilustrar el todo con algunos ejemplos.

El problema acerca de qué es moral y qué es inmoral ha ocupado a nuestros ancestros desde tiempos inmemorables, hoy existe una gran variedad de teorías de la moral con un grado de sofisticación que las hace difícilmente viables como solución a nuestro problema, pero Emmanuel Kant acuñó una recomendación moral que es fácilmente aplicable a nuestros fines: Obra sólo según una máxima tal que puedas querer al mismo tiempo que se torne ley universal.

Esa recomendación es una guía formidable para examinar las acciones de nuestros representantes, como veremos luego con algunos ejemplos.

Ahora analicemos el problema de la racionalidad. Podemos definir al término racionalidad como la construcción de creencias y la consiguiente toma de decisiones basados en la evidencia disponible. En la formación de creencias racionales utilizamos tres métodos diferentes; la deducción, la inducción y la abducción. La deducción es el único método que garantiza la veracidad de una conclusión partiendo de la verdad de las evidencias. La inducción es el método que utilizamos para, a partir de piezas de evidencia, obtener una ley general. Y finalmente, la abducción es el método que utilizamos para explicar algo que no está directamente justificado por nuestraevidencia. Ni la inducción ni la abducción son capaces de garantizar la veracidad de nuestras conclusiones, solamente indican que son las más probables.

Lamentablemente, los políticos argentinos se han convertido en expertos del pensamiento irracional, obstinándose en ignorar evidencia solamente porque contradice sus convicciones.

Pasemos ahora a algunos ejemplos ilustrando lo expuesto.

Luego de la unificación de los reinos de Castilla y Aragón, la reina Isabel se veía confrontada con un problema: para comerciar con el Oriente (o las Indias) era necesaria una ruta comercial segura. Esa ruta no existía debido a los ataques que sufrían las caravanas en Asia Central. Su conclusión deductiva era que no había posibilidad de comerciar con el Oriente. Dicha conclusión no dejaba lugar a dudas.

Simultáneamente, los científicos de la época habían acumuladoevidencia que indicaba que la Tierra no era plana, sino que era una esfera. Que la Tierra fuera una esfera era una conclusión inductiva; la evidencia era muy poderosa, pero no los llevaba a la certeza que la Tierra fuera efectivamente una esfera (inclusive actualmente hay grupos que insisten en que la Tierra es plana).

Finalmente se acercó a la corte de Isabel un aventurero genovés con una idea revolucionaria: como necesitamos una ruta comercial con Oriente y la Tierra es una esfera, propongo abrir una ruta comercial navegando hacia Occidente para arribar a las tierras de Oriente. La idea o conclusión de Colón es un ejemplo de proceso abductivo.

Hasta aquí hemos visto que todos los actores se comportaron en forma racional, siguiendo uno de los tres procesos descriptos. Luego nuestro aventurero genovés navegó efectivamente hacia Occidente, llegó a una tierra exótica y sostuvo que su teoría era cierta: esa tierra era la tierra de Indias a la cual él había prometido llegar. La evidencia de que en realidad se había tropezado con un obstáculo en forma de todo un continente, y que no había llegado a las Indias no hicieron mella en su convicción. Nuestro amigo Colón insistió en el error y murió con esa convicción: había abandonado la racionalidad para no admitir su error.

¿Y cuál fue la máxima moral de nuestro navegante irracional? ¿La podríamos expresar como “tengo una idea útil para la sociedad y quiero hacerme rico con ella”? ¿Estaríamos dispuestos en transformar la máxima de Colón en una máxima universal como “todo aquel que tiene una idea útil para la sociedad tiene derecho a beneficiarse con ella”? Yo contestaría con un SI rotundo, este es el mecanismo básico de la innovación y progreso de las sociedades.

Ahora pasemos a ejemplos de un pasado más cercano. Un representante del pueblo, ante una situación de pandemia y falta de vacunas suficientes decide organizar un sistema para vacunar con máxima prioridad a sus familiares, amigos y partidarios políticos. Su máxima sería algo así como “los recursosobtenidos con el dinero de los contribuyentes deben ser aplicados prioritariamente a ayudar a los familiares, amigos y camaradas políticos de los representantes del pueblo, si es necesario haciendo esperar al resto de la población” ¿Estaría el lector de acuerdo en que esa máxima se aplique universalmente, independientemente de quienes sean los representantes de turno? Creo que el NO en este caso sería también rotundo.

¿Y cómo llegó el representante del pueblo a una situación en la que debió aplicar su propia versión de la moral? Como resultado de la falta de vacunas suficientes. A esa situación se llegó porque, ignorando la evidencia disponible de que el proveedor privilegiado no iba a cumplir con lo prometido, los representantes del pueblo decidieron que no iban a permitir el ingreso de vacunas producidas por su enemigo ideológico. Sólamente luego del estallido del escándalo los representantes del pueblo decidieron autorizar la entrada de vacunas “enemigas”, aunque contra la voluntad de otros representantes del pueblo que seguían su cruzada contra los laboratorios extranjeros. Aquí vimos la irracionalidad en acción. La suma de actitudes irracionales e inmorales llevaron a la muerte a miles de compatriotas. ¿Eso queremos para el futuro en situaciones similares? En base a lo expuesto le propongo a los votantes que examinen las convicciones y acciones de quienes pretenden representarnos y vean si aprueban un examen de moral y de racionalidad.

Quienes no aprueban el examen de moral son irrecuperables ya que actúan en función de su propio beneficio o el de un sector determinado. Esa gente no nos representa. Luego tenemos a quienes actúan irracionalmente, algunos de ellos pueden ser gente fanática que persistirán en la irracionalidad aún con toda la evidencia en contra. A esa clase de políticos tampoco podemos poner a cargo del país, solamente continuarán profundizandola decadencia.

Finalmente tenemos a aquellos que actúan moralmente pero a veces equivocadamente: a estos hay que exigirles que justifiquen sus ideas, y si no son capaces de justificarlas, que las corrijan. Políticos morales y que desean actuar racionalmente son quienes merecen nuestro voto. Posiblemente sean una fracción pequeña de la oferta electoral, pero tratemos de identificarlos y apoyarlos. La alternativa es insistir en la inmoralidad e irracionalidad, pagando la Patria sus consecuencias.

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