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martes, 23 de abril de 2024
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Radiografías musicales, del paisaje y de un corazón

Ignacio Montoya Carlotto vuelve a Bolívar, al frente de su Septeto.

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Junto a su septeto, Ignacio Montoya Carlotto recorrerá el sábado los dos discos del grupo y adelantará material del tercero, desde las 21.30 en El Taller, Avellaneda 730. Canciones propias de música argentina, un cóctel en el que conviven el jazz, el folclore y el tango, con letras que hablan del paisaje de este ‘barrio’ del mundo y del singular proceso personal que el olavarriense atraviesa desde 2015, y que lo ha transformado “mucho más” que lo que está dispuesto a admitir, como él mismo confiesa en esta jugosa entrevista exclusiva. 

¿Cómo será el recital del sábado, qué material incluirá y cómo lo describirías?

-Recorremos nuestros dos discos y visitaremos el tercero, que aún estamos preparando y pensando.

Los dos anteriores, el de 2015 y el de 2020, incluyen canciones mías que cruzan por dos etapas particulares: una, 2015, de pleno movimiento personal, muy complejo y difícil. Eso hizo que el disco sea una especie de refugio. En ese momento estaba cambiando mi apellido y atravesando todo eso, por eso se terminó llamando Septeto y puse mi nombre ahí, que fue la primera vez que lo pude ver impreso en la tapa de un disco. Fue muy fuerte.

El del 2020 me agarra en una etapa de suturaciones, de ir cerrando cosas. Hay en Inocencia repetida un balance de esos años. Yo muchas veces hablo de las cosas que me van pasando, que a veces son ciertamente particulares, por cuestiones que ya son de público conocimiento. El disco primero tiene cosas más paisajísticas, más inocentes, si se quiere, y el segundo contiene instancias más complejas. Este tercero será un disco instrumental, con la misma formación pero de canciones instrumentales, para abordar otro tipo de cuestiones.

“Nuestra música hace participar al oyente”, que debe completar lo que escucha

Los músicos rehúyen de las etiquetas, y el periodismo necesita etiquetar, es un poco su trabajo, explicar. ¿Qué hay en tus discos, en lo estilístico? Solés hablar de enfoque jazzero, pero obviamente no hay sólo jazz, ni jazz puro.

-A mi me encantaría podértelo definir, decirte qué vas a escuchar, tener clara la etiqueta, eso sería más fácil hasta para poner la tipología en el flyer.

Hacemos rockabilly. Pero no es el caso.

-Claro, pero no es el caso. Viajando por el mundo con estas canciones y formatos, he podido vivenciar que es música argentina. A quien lo ve de lejos no le quedan dudas. Tiene elementos del jazz, pero no es una música netamente jazzística, es música argentina. Vas a encontrar cosas, pedazos, que parecen una zamba, o una chacarera, o elementos medio tangueros, o urbanos. En las entregas de premios y cuando nos ternan para algo, o en las bateas de los discos, va como World music, adonde mandan todo lo que no es tango, ni rock, ni jazz, ni folclore, ni tropical.

Como en el rock de los años noventa: cuando no sabían qué etiqueta ponerle a la banda, le colocaban la de rock alternativo.

-Exactamente, somos lo alternativo del rock de los noventa, es por ahí, la etiqueta es esa. Se dice que es world music, y me parece que tiene bastante que ver con eso, porque es música que incluye cosas de muchos lados del mundo y muchas de este lado también. Es una música que hace participar a la gente, en el sentido de que el oyente tiene que terminar de armar el discurso en su cabeza, tiene que participar activamente en la escucha. No es que lo obligamos a hacer palmas, pero hay una parte de la subjetividad que se termina de armar en la cabeza de cada uno.

Para los bolivarenses habrá algo familiar en lo que suene. Sos de Olavarría, elegiste seguir viviendo allí, y ustedes y nosotros somos primos hermanos, allende ciertas rivalidades que tienen más de pintorescas que de recelos reales.

-Claro, claro, nosotros no tenemos con ustedes ni siquiera la rivalidad que con otras ciudades más cercanas. Hay cosas del paisaje de las que hablamos que son comunes, por ser propias de la región. Y si bien no hacemos la música de la región, es decir la huella, el triunfo, la música llamada surera -como si no hubiera más sur hacia el fondo, cuando no estamos ni en la mitad del país-, hay como un andar que tiene que ver con este paisaje. Uno está muy influenciado por la zona. Hay cosas en el primer disco que hablan lisa y llanamente de las problemáticas de por acá. Están ahí, qué va’ hacer. El primero es más paisajístico, es como una especie de recorrido en el día, desde que amanece hasta que oscurece, como un abanico de lo que pasa, las sensaciones que puede tener un hombre viviendo por acá. Las miradas mías son las de alguien que vive acá, que le han pasado cosas particulares, sí, y que debe lidiar con asuntos que le son extraños también, pero es la mirada de un vecino de por acá.

El septeto está integrado por Ignacio Montoya Carlotto, en piano; Inés Maddío, en voz; Ingrid Feniger, en clarinete bajo y saxo alto; Luz Romero, en flauta; Valentín Reiners, en guitarra eléctrica y clásica; Nicolás Hailand, en contrabajo, y Samuel Carabajal, en batería,

Organiza Cable a tierra producciones. Las entradas anticipadas valen 800 pesos, en puerta el precio será de 1000.

Montoya Carlotto tocó dos veces en Bolívar, en el auditorio de la Biblioteca Rivadavia, en formato dúo (él al piano) y con un repertorio de tango. Recuerda con cariño esas presentaciones.

¿Cómo es para tu grupo este momento de salida de la pandemia, teniendo en cuenta que no cultivan los estilos musicales que la industria y el mainstream han decidido priorizar?

-Está difícil para todos, para los que llenaban y para los que no. La vuelta de la pandemia presupone muchos desafíos. Nosotros estuvimos muy activos, presentamos un disco de manera virtual, y ni bien se pudo lo llevamos al CCK, dimos una función con aforo limitado. Después, ni bien se abrió el panorama volvimos a arremeter con todo y salimos a tocar a todos lados, y ahora estamos en actividad todo lo que se puede para un grupo tan grande, de siete. Pero es un momento muy complejo, la crisis económica, que se está haciendo asfixiante, hace que todo se torne más difícil. Tras la salida de la pandemia muchos lugares de los que éramos habitués ya no están, porque no pudieron soportar la crisis que vino después. La gente ha quedado con hábitos cambiados también: esa primera necesidad de salir, que todo el mundo salía a ver cualquier cosa, ya se aplacó y estamos otra vez entrando en una meseta. Sumado a que, claro, ciertas estéticas musicales que no salen por la radio y a las que pocos les dan bola, que en realidad involucra a la mayoría, que estamos haciendo otra música, no tienen lugar en el mainstream ni en la industria. Eso provoca que la difusión sea difícil, y la gente no suele tomar una decisión arriesgada de pagar una entrada para escuchar algo que no conoce, por mera curiosidad. Todo el mundo va a lo seguro. 

Chino Castro

Desarma y sangra

Recuperar su identidad fue para Ignacio Montoya Carlotto “un proceso que me arrasó, y todavía no ha pasado”.

Lo mencionaste al pasar (ver nota sobre su recital del sábado), dijiste que 2015 te encontró en medio de un movimiento personal “muy complejo y difícil”. Obviamente aludís a tu encuentro con Estela, tu abuela, a la recuperación de tu identidad. ¿Cómo saliste de todo ese proceso, cuánto y en qué cambió tu vida?

-Todo cambió. Mucho más de lo que estoy dispuesto a admitir. Yo sigo viviendo acá (en Olavarría), tengo mi misma profesión, para un afuera que no me conoce mucho parecería que seguí haciendo las mismas cosas. Pero fue un proceso que me arrasó y me pasó por arriba. Es algo para lo cual nadie está preparado, mucho menos yo. Algo que trae muchas más cosas que transformarse en la noticia y en un símbolo político y nacional. Es un sacudón, lo fue para mí, muy fuerte, que me hizo tener que armar todo. Yo usaba la figura de los ladrillitos de cuando chicos. Armaba cosas, y pensaba en eso: si uno arma algo, lo desarma y lo vuelve a armar, ¿es la misma cosa u otra? Todo se desarmó y lo volví a armar, pero no es lo mismo. Es como un auto: si lo desarmás y lo volvés a armar, ya no será el mismo. Capaz que anda más rápido y solucionás algunas cosas, pero está claro que ya no será el mismo, aunque pongas las mismas partes en los mismos lugares. Desarmarlo todo y volverlo a armar implica toda una cuestión, que para mí fue dramática. Y no ha pasado.

“Me hacen pagar el precio de algo que no quiero comprar”

¿No ha pasado el temblor, parafraseando la canción de Soda?

-No ha pasado, no. Yo en alguna medida le voy dando un cierre, para mí ya está, pero hay una realidad que debo admitir para estar preparado: a mí se me ha puesto en un lugar público y político en el que no pedí estar, y en alguna medida se me ataca y se me exige, a veces, y se espera, en función de eso, de lo que la figura es. Pero yo no soy porque quiero sino porque me han puesto ahí, entonces hay toda una serie de cuestiones. Eso traducido en cosas muy duras de afrontar: yo recibo amenazas, me han hecho escraches, he vivido situaciones de mucha violencia, porque represento algo que todavía es muy sensible, una parte de la historia argentina que por un lado me produce cierta alegría representar, pero pasa eso: soy parte de una cuestión simbólica que pesa sobre mis hombros, muy poderosa, de algo que todavía no está saldado. Muchas veces me encuentro metido en medio de esta puja ideológica que hay en Argentina, sin querer estar ahí. Yo tengo un perfil bajo, no milito en política, no porque crea que está mal sino porque no es la profesión a la que elegí dedicarme, y así y todo muchas veces me hacen pagar el precio de algo que yo no quiero comprar. Pero tengo que ser consciente para poder saber cómo manejarme.

“A veces estoy un poco harto”

Ya sea porque decidas responder en función de lo que se espera de vos, o porque resuelvas ir en otro sentido, intentar ‘escapar’, estás inevitablemente atravesado por esa categoría de símbolo nacional, de algún modo ‘presa’ de algo que, como enfatizás, no elegiste.

-Sí, claro. Con el agravante de que esta notoriedad pública no se da por algo que tenga que ver con algo que soy, sino que es una historia que a mí me atraviesa. De la cual soy parte, pero no es algo que yo haya construido. Mi yo tiene que ver con lo que vamos a presentar el sábado allá, con la música que vamos a tocar. Va por ahí. Pero hay toda una construcción sobre mí que tiene que ver con el imaginario colectivo, con la Argentina, con las cosas de la Argentina, y que se me hace un poco difícil. Más ahora, que todo está tendiendo a un no tan lento recrudecimiento de esas cuestiones. Yo lo vivo a diario, y a veces estoy un poco harto de todo eso, pero no queda otra. 

Chino Castro

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