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“Planifiqué un Molina muy humano, con el que la gente pudiera encariñarse”

Pablo Toulouse compone a Molina en El beso de la mujer araña, que mañana tendrá su última función.

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Quien interpreta a Molina, el homosexual de El beso de la mujer araña, dice que para construir su personaje buceó en el mensaje del autor del texto, Manuel Puig, quien a su entender quiso poner de manifiesto su rechazo al rechazo, y reivindicar valores “que suelen perderse en la adversidad, como la solidaridad”. Pablo Toulouse, uno de los protagonistas de la obra de El Mangrullo, pensó un Molina “muy humano, con el que la gente pudiera encariñarse”, y cree que logró su cometido. Con el producto que mañana jueves ofrecerán por última vez acá este año, también está “muy conforme”.

¿Qué opinión tenés del espectáculo en general y de tu trabajo en particular?

-En cuanto a lo que pudimos ofrecer estoy muy conforme, creo que llevamos a cabo un buen trabajo. Coincide con lo planificado. Teníamos la expectativa de que la gente iba aceptar muy bien la obra, y así fue.

¿Qué devoluciones han recibido?

-Muchos no conocían esta pieza. Si bien creo que tendría que estar mucho más socializada, no es así. Y si tenían una idea al respecto, capaz que no con tanto detalle simbólico. Es una obra muy simbólica, va más allá de si la categorizamos como drama o tragicomedia, contiene muchos condimentos que hacen que todos se identifiquen con alguna característica o acción del personaje (del suyo), por ahí algo que tienen no escondido por sí no abiertamente aceptado.

El otro protagonista de la pieza que dirige Pablo Javier Villanueva es Diego Domínguez, y en roles menores también intervienen Fernanda Caron, José Silva y Alejandro Lautre.

Toulouse cree que la mejor función fue la tercera, la última hasta ahora, el domingo 13.

¿Por qué?

-Los públicos son todos diferentes, y el sábado la obra se terminó volcando casi a una comedia, porque la gente empezó a reírse muy rápidamente.

Y no es una obra para reír, no es una comedia, en todo caso es un dramón.

-No tiene prácticamente nada de comedia, salvo algunos tips que le puso el director, para hacerla amena, porque son dos horas.

¿Influye lo que devuelve la platea en el desarrollo de la función, más allá de que ustedes respetan un guión y una composición de personajes?

-Sí. De hecho, ese sábado que la gente empezó a reír, lo sentimos. Yo lo sentí, y es difícil colocar un freno, porque ya después un gesto que no debería producir risa, la produce. Es muy difícil reencauzar la obra cuando, como en este caso, se ha ido inclinando hacia la comedia. Vos hacés tu personaje como en todos los ensayos, pero también el público se empieza a contagiar. Yo he hecho comedias en las que el público no se ríe…

¿Con tu performance estás conforme?

-Sí. Yo planifiqué este Molina. Con ese despliegue, que la gente pudiera encariñarse con él.

Un Molina humano.

-Un Molina muy humano. Porque me parece que la propuesta de Puig es esa. Más allá de la cuestión sexual, quería reivindicar valores que suelen perderse en la adversidad, como la solidaridad.

En otra charla periodística me dijiste que trabajaste con mucho cuidado la construcción del personaje, porque pisabas una delgada línea y podías caer del lado de lo paródico, casi al modo de las películas de los hermanos Sofovich de fines de los setenta, en las que ridiculizaban a los homosexuales.

-Sí sí. Hay una línea muy delgada ahí. Era mi temor. Se podía caer en algo que pudiera generar el ridículo, o el rechazo. Se pensó. Yo le decía al director que tiraría cuestiones, gestos, y que él me dijera si me pasaba. No queríamos eso. Mi idea fue generarle una tonada a la forma de expresarse de Molina. Quedó como un tono de una mujer de Formosa, según me dijeron. El director quiso que la mantuviera, me dijo que esa era la tonada que necesitábamos.

Sé que analizaste la película de Babenco basada en la novela de Puig. ¿De qué más te nutriste para esta composición?

-No tanto de la película. La vi en mi adolescencia, y por supuesto que no rescaté nada entonces de lo que rescato cuando la veo hoy. Fue más leer toda la propuesta de Puig. Él se identifica mucho con Molina, de hecho, me da la impresión que en la obra, la novela y la película todo gira alrededor de Molina. Yo creo que su intención fue mostrar a través de Molina algo que no debería ocurrir: el rechazo. Muestra cómo se ha sentido él en aquella época: despreciado, subestimado y rechazado. De hecho, está más que claro que lo rechazaron en el hecho de que ganó premios y nunca lo convocaron. Todo porque fue un militante homosexual. De eso me nutrí, y sí me di cuenta enseguida de que Molina debía brindarse al público, caer bien.

Se tenía que hacer querer.

-Sí, tener cierta magia en ese sentido. Fue lo que me propuse.

Fuera de micrófono, me contará que durante los ensayos y las funciones se imaginaba que Manuel Puig estaba sentado en primera fila, casi como en modo jefe del proyecto, y que tomaba muy en cuenta marcaciones y opiniones que el escritor vertió cuando lo consultaron durante el rodaje de la película de Babenco, y él se concentró en el trabajo de William Hurt, justamente quien encarna a Molina en el film estrenado en 1985.

¿Es ‘el’ papel de tu vida? ¿El más denso, no por pesado sino por profundo?

-La obra reclama que ese papel sea muy importante. He hecho otras cosas, pero nunca con este protagonismo. Sí, podría decirse que es mi papel más importante hasta ahora, más trascendente. Cuando lo elegí, lo elegí con esa proyección, porque implicaba un desafío; no es meramente hacer teatro.

Hoy, Pablo Toulouse no está pensando en el día después, no surgen en su cabeza otra obra ni otro personaje. Lo que quiere es salir a mostrar la obra a otros públicos, y le encantaría llevarla a algún encuentro de teatro en La Plata, la ciudad done vivió. “Para que vean lo que hacemos en Bolívar con El Mangrullo. Estudié allá y alguna vez fui a sus teatros, entonces me gustaría muchísimo ofrecer ahí nuestro trabajo”.

La última función de El beso de la mujer araña será este jueves, desde las 21, en la sala de El Mangrullo, en Venezuela 536, con entradas a 800 pesos que se venderán desde un rato antes en ese lugar.

Chino Castro

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