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jueves, 18 de abril de 2024
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San Carlos de Bolívar

Para empezar a liberar a la ciudad atrapada

Opinión, por Chino Castro.

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A un estado policíaco convocan quienes no se cuidan y desprecian al otro. Sin saberlo claman por palos que, de aplicarse, caerán sobre el lomo de los negritos con gorrita, no de los reyes de las fiestas clandestinas y los casamientos sin barbijos.

Porque el tiempo de apelar a la responsabilidad individual se agotó hace rato, y si algo aprendimos el año pasado, acaso lo único que debería haber incorporado nuestra conciencia embotada de frivolidad, egoísmo, codicia, pereza y urgencias ajenas que asumimos como propias, es que dejar las medidas preventivas libradas a la buena voluntad de los/las ciudadanas/os sólo conducirá a más enfermedad y muerte.

Simples medidas que tuvimos tiempo de aprehender, ya que son las mismas desde diciembre de 2019, cuando el virus explotó en China. No resultó ya que al igual que en fútbol y como decía Menotti, “cuando un equipo no quiere, dos no pueden”.

En materia de covid, cuando algunos no quieren, naufraga la sociedad. No fue no poder, fue no querer, y ahora estamos sudando la gota infecta, con los hospitales colapsados, incluso nuestro siempre sólido Capredoni, médicos destruidos física, anímica y espiritualmente y la parca acechando en cada esquina de una pálida ciudad de nuevos neones que mienten una grandeza que no tenemos.

No es tiempo de dar buenas noticias ni maquillar la realidad. Sí de hacer mucha política, que cuando es grande y no chiquita, implica elegir y pagar un precio, ya que hay fuertes intereses económicos jugando a que cuanto peor, mejor, e imantando a amplias porciones sociales de perdedores que creen que alguna vez van a ganar, o que secretamente se asumen derrotados y salen con un ahínco que jamás comprometen en nada a trabajar por la derrota de todos (son el Frente Sin Nadie).

En un contexto de rebrote de la anti política, cuando la verdad ya no significa nada y la solidaridad parece el viejo crucifijo oxidado de una abuela a la que no le cumplió una puta plegaria. Por eso Pisano, y la oposición que decide acompañarlo con la preponderante figura de Erreca, intervienen como la desastrosa hora demanda al pedir el retroceso a Fase 2.

Pero tengamos claro que a estas bajuras, lo que se haga no será para evitar el colapso sanitario y social sino para comenzar a emerger de él. Si miramos el flyer que cada noche publica en las redes la Secretaría de Salud local, leeremos cifras que si alguien las proyectaba en el otoño del año pasado, hubiera sufrido un linchamiento público. O se habría pensado que un panorama así sólo se correspondía con una distopía. Y acá estamos, sudando la gota fría, que rueda sobre las espaldas de contagiados y de libres (todavía) de la dentellada del covid, ya que no puede hablarse de que quede un solo individuo sano en un mundo tan enfermo.

Esa sociedad ultra conectada pero desamorada, insensible e insensata, empeñada en esquivar las tres preguntas de la existencia que valen la pena, que elegimos/supimos construir: por hacerla para pocos, no va a quedar nadie. Una sociedad tan decadente que ya no tendrá sentido la clonación. Sólo nos faltaría comenzar a apilar muertos en algún basural, o tener que elegir a quién salvar y a quién abandonar. Sí, en Bolívar también. Tragedias que hasta fines del año pasado nos ufanábamos de que acá no habían ocurrido, al revés que en otras latitudes.

Lo único que la comunidad global ha hecho fenómeno fue llamar a la segunda ola: vino al toque. Y la vacuna, claro que sí, una de las cuales, la más ‘roja’ de todas como no podía ser de otro modo con kirchneristas, comenzará a ser fabricada en el país (andá a saber qué le ponen; y la de reacciones adversas que va a provocar; TN ya empezó a encontrar viejas con pie plano, uña encarnada y repentino labio leporino). Quién sabe la especie humana ya murió, pero no nos avisan.

Restringir la circulación es restringir la circulación, no quiere decir ‘vamos viendo’. Se encogerán (aún más) el trabajo y la producción, pero todo no se puede y ahí es donde se impone elegir y convocar, para ensanchar la cascoteada espalda, a tanto vecino que permanece ajeno a las nauseabundas redes sociales y sediento de un imperioso gesto político que, aunque tardío, acaba de llegar con la plegaria que Pisano y todo el arco político con representación parlamentaria elevaron a Provincia, y que cosechará muchos más apoyos que lo que reflejarán ciertos barrios del Face.

O asumamos que la economía nos torció el brazo y chau, a otra cosa, lobo suelto y cordero atado. En un mundo machirulo (capitalista) hasta el tuétano de cada pibe que muere de hambre cada minuto en algún lugar que siempre debería ser nuestro corazón, hasta el más insignificante pelunyín habla en términos económicos, se pone en lugar de cualquier jerarca de cotillón, va a un museo y saca torpes cuentas de lo que valdrán los marcos de los cuadros. Pero ni siquiera ahora somos capaces de pararnos en la castigada vereda de la salud y desde ahí argumentar, aportar así sea criticando, y especialmente comprender.

Sólo faltaría que los propios médicos se pusieran a parlotear como empresarios y comerciantes, ya que los economistas y los hombres de negocios jamás lo harán como médicos. Sí que destruir la economía significaría otro tipo de pestes, pero tocamos fondo y hay que escoger. Un oscuro pozo al que caímos justamente porque no se eligió en serio a la salud, o no con la firmeza que hubiera sido menester. (Pienso en la ‘clase política’ en general, pero especialmente en el propio pueblo.) Y tampoco se salvó a la economía, que necesita gente viva para reproducirse: en un cementerio sólo hacen su angosto agostito, que apenas les sirve para ir tirando hasta el próximo entierro, los que venden flores.

Rotunda, esto días se pronunció en estas páginas la doctora Marchetti. ‘Sin cassette’ y con la valentía que nadie ha tenido públicamente reflejó una mirada que aglutina a una mayoría casi nunca intensa, que le deja el innecesario espacio del alarido vacuo y la descalificación constante a los que hoy son anti cuarentena y ayer, quién sabe, hubiesen sido -o lo fueron- pro dictadura, por recurrir a un emblemático ‘caramelito’. A los que son anti todo lo colectivo, porque para ellxs nadie se salva junto al otro, sino solo (o con su ‘fierro’, así no porten armas).

Marchetti es médica de la Terapia Intensiva de nuestro hospital, no opinóloga de un pedorro talk show ni barrabrava de micrófono. Aseveró que mantener las escuelas abiertas es un suicidio sanitario. Denunció que haber inaugurado el shopping fue un desaguisado, con Mostaza y todo. Subrayó que durante dos semanas en la calle sólo deben quedar aquellos que no tienen más remedio que jugarse la vida para parar la olla, o en tres días los nuevos contagiados de covid no hallarán en el hospi ni una triste butaca de bar (podemos ser vos o yo, o vos y yo). “¡Dejémonos de joder!”, hizo desesperada pedagogía la doc, y parece que por fin la ‘clase política’ vernácula se puso a la altura de la hora. Era hora. Las medidas drásticas que no se tomen ya, serán adoptadas más angustiosamente mañana viernes. Antipáticas restricciones que constituyen un elemental paquete de acción sobre el que no hay discusión, ya que no existe otro en el mundo, y que debería aplicarse con un criterio preventivo, no curativo.

Y cuando resulta, mantenerlo un período más, en lugar de levantarlo así vuelve a sonar una musiquita que sigue sin rimar con Vida. Amén de aquello otro que ya planea incluso por encima de la huidiza utopía, y que algunes emplean para justificar su solapada postura anti cuidados: sancionar a incumplidor@s, sin privilegios que valgan.

Nada de esto ha sido así y acá estamos, bebiendo nuestra propia sangre de animal agonizante. Corriendo de atrás, o escapando a trompicones como en una guerra. Retroceder a Fase 2 es nuestra última chance de comenzar a liberar a la ciudad atrapada. O desembocaremos en un estado policíaco que la propia sociedad (los que queden) pedirá, los incumplidores al no cumplir y los cumplidores ya hartos, en una Bolívar que hoy es una nueva ‘perla negra’ del maldito covid.

Chino Castro

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