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jueves, 25 de abril de 2024
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Columnista: Nota 1469 – (4ª Época) De esto y aquello

Por el Dr. Felipe Martínez Pérez

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     Sabido es que a pesar de estar vacunado se puede contraer la enfermedad, ésta u otras, pero no tanto como se imaginan los que plantean tal argucia, porque entonces se puede pensar que las vacunas no están en buen estado o son agua con colorante o cualquier otra cosa. En una palabra que alguien miente o esgrime una mentira para vaya a saber qué. O ya se sabe. Porque cuando de verdad se habla de vacunas y para qué sirven, hay mirar hacia atrás y ver que todas las vacunas que se han aplicado a los niños en los últimos cien años  de alguna manera han salvado la humanidad; y por supuesto no es el caso de estas llamaradas de  patriotismo que pasan por tener la vacuna, pero que curiosamente no se la tiene. Habiendo tantos laboratorios que producen vacunas; Argentina no tiene vacunas, ni la cantidad de muertos anunciados; mal contados.

     Y ya que éramos pocos parió la abuela, pues como por arte de magia o como un malabar  de la naturaleza, ¡zas! se nos contagia el presidente vacunado en su momento, como debe ser en este caso, te guste o te disguste, porque es el presidente.  Y lo tremendamente curioso, a la manera de una triste y  grotesca paradoja; y al día de hoy y todo muy andado o demasiado andado, todo un paradigma,  tan grande como el timo enorme y grotesco que abreva en la patria. Pues dadas las vueltas y revueltas y las mentiras al uso, muy pocos son los que se han creído el covid presidencial. Que parece mentira pero es verdad, pues así anda el aprisco; y haciendo agua las desnortadas naves, y en consecuencia son muy pocos y del palo quienes se han creído tal contagio; más allá de si ha existido. Porque lo único que falta, que con este designio de Dios se nos contagie la cámpora.

     No dejaba de ser curioso y medio a trasmano la frase presidencial, de que “nadie está exento” y sin rubor alguno echan por la borda lo dicho al principio de la necesidad de dos dosis con la rusa que ahora se dice que con una basta. En una palabra ni siquiera se han aplicado las dos como el presidente. Algo medio extraño y cuestiones ocultas,  por qué no  va a ser la excepción justo en el momento que se busca y rebusca a destajo,  y ver si encuentran como dilatar o prohibir las elecciones que es de lo único que se trata. Y de lo único que hablan en los rellanos de los hemiciclos y en los cafecitos oficiales y no oficiales.  Imaginemos si damos por cierto la noticia en un país que pocos son los vacunados y la mayoría del palo; y las vacunas no llegan o se malversan por falta de cuidado al movilizarlas, o no se dan con los turnos admitidos y que son la totalidad de quienes se vienen anotando desde enero; y parece se  han caído algunos del otro palo.

     O sea, llama la atención por dónde van o podrían ir  los palos, porque sucede que como nada entra por el  aro de esta democracia descuadernada pues sirve para crear más incertidumbre que es de lo que padecemos desde hace año y medio, cuando desde Navidad se empezaba a hablar de lo que pasaba e iba a pasar. Y el desamparo en la pandemia ayuda a continuar con la incertidumbre, que es una buena base para realizar múltiples faenas, dada la poca cultura política que anida por las distintas provincias.  Y por otra parte y al uso de lo visto, con estas dudas que se crean se podrían ampliar las restricciones que ahora no tienen mucho margen, pues a esta altura ni los vacunados ni los sin vacunar llevan el apunte a las autoridades, pues hay más sin portar barbijo que dentro de las normas. Por lo tanto hablar de más restricciones no es una tarea muy recomendable;  salvo a palos.

     Claro que para cercenar libertades en la calle o a nivel electoral lo del presidente no ayuda mucho y no se puede tirar más del hilo porque la gente está hastiada de tanta monserga y mentiras. Al punto que ahora se puede vivir bien sin la segunda dosis de la vacuna. Esto por decreto pero a contracorriente de lo que manda la realidad y el laboratorio que la produce. Si son dos por qué ahora es una. Pero desde inmemorial desnudar a un santo para vestir a otro ha demostrado que al cabo quedan desnudos los dos. Quiero decir que a esta altura hay que tener mucho cuidado con el exacerbado manoseo  y la poca importancia que la oposición da al asunto más allá de reuniones de pocos para el calibre de lo que debe ser tratado. Porque se dan cuenta los unos y los otros que de lo que se trata no es de lo que suceda a alguien de gabinete o de los hemiciclos sino lo que le pasa y puede pasar a la nación. Entonces ¿Dónde están los que deben hablar? ¿Y por qué continúan aquellos que no deberían hablar?

     Y ya no saben qué hacer, más allá de atizar con el  miedo durante catorce meses y la incertidumbre que de ello nace. Cansados los habitantes de  que cada uno dice una cosa que,  por lo regular, carece de asidero y al rato le dejan menos asidero. En el país de los premios nobel de medicina sin medicinas. Otra vez prohibiciones que pocos del oficialismo han cumplido y siempre han violado en los últimos catorce meses, desde el presidente hasta el último orejón del tarro, yendo y viniendo orondos y sin barbijo y sacando pecho a lo macho, que aquí mando yo. Ni  hablar en los pueblos, desatadas las pasiones en nocturnidad inundando de virus el ir y venir  de la sociedad; jóvenes o menos jóvenes, y por lo regular afines a los que mandan, y pueden darse algunos gustos, incluido no llevar barbijo.

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