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Noralía o la persistencia de la ternura

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Escribe: Alejandra Córdoba

Ella caminaba llevando una canastita con flores, frutillas, caramelos y mariposas, que iba repartiendo a su paso con la sonrisa amplia y el gesto amable. Podría describirse así al personaje de un cuento de hadas, a un ser especial de esos que son lindos y buenos. Lo de la canastita es cosa mía y siempre se lo dije para graficar el halo de ternura que emanaba de su persona, porque no había forma de contarla si no era con un toque de magia, de azúcar y colores.
Noralía Jazmín Benito, “Norita”, “Nori”, ha sido un ser alado que la vida nos regaló por un tiempo corto, tal vez demasiado corto para ella, para Juani y Juli, sus hijitos; Beto, sus padres, hermanos, sobrinos, familiares, amigos, vecinos, alumnos, compañeros de la docencia, de la militancia y una lista interminable de personas que no pueden, como otras veces, entender por qué la vida contiene la muerte y esta se lleva tempranamente a los seres maravillosos.
Existe una tendencia bastante común en las comunidades a hablar bien de aquellos que han muerto, minimizar sus defectos y exaltar sus virtudes, como si el hecho de transponer el umbral de la vida los hiciera mejores. No hay una sola exageración en la descripción que pretendo hacer de Noralía porque siempre, siempre, coincidimos los que la conocimos en que era angelical.
Dueña de una personalidad optimista, su día era un compendio de sonrisas que regalaba a todos en distintos lugares por los que pasaba. Así estaba feliz cuando llegaba a dar clases a los estudiantes de la secundaria, entraba al Concejo Deliberante, a la panadería, a la Sociedad Rural, a la biblioteca, a la sala de profesores y hasta cuando se levantaba después de pasar la noche en una bolsa de dormir en algún campamento o una misión.
A la amabilidad de sus modos se le sumaban la sencillez, la serenidad, la bondad, la alegría, el compromiso serio y cierto por ayudar a cambiar el mundo. No es un personaje creado por la mano de alguien que escribe desde el dolor y desde el amor, también, claro está. Ella era todo eso. Todo eso y más.
Era profesora de biología, poseía una formación académica de excelencia y buscaba la manera de que sus estudiantes aprendieran y emprendieran proyectos que los motivaran. Junto a Sonia Gobbi, y luego a Lorena Mega, encararon propuestas que llevaron a los alumnos a editar un libro auspiciado por una editorial académica europea cuyo nombre y nacionalidad no recuerdo hoy y me disculpo, porque también eso hace a su currículum vitae profesional, por nombrar uno de sus trabajos.
Le importaba la persona de sus alumnos, que no eran un aprobado o desaprobado, a los que trataba con amor, con una dulzura única y sin hacer distingos de ninguna índole. Así en esa tarea un día sonaba mi teléfono y su vocecita dulce me decía “Alita, te necesito, ¿podrás leer un trabajito?” Y acá siempre exagero y digo que caía con 789 páginas de un proceso químico biológico del que yo no había oído hablar en mi vida. Lo cierto era que buscaba ayuda, opinión, para tratar de presentar la mejor propuesta, explicaba y enseñaba con sencillez, aceptaba sugerencias con humildad.
Su simpatía y bondad no empecían la seguridad de sus convicciones, de conducta intachable moralmente, de su sentir democrático que practicaba en todos los órdenes de la vida, incursionando inclusive en la política militante y ocupando el cargo de Secretaria de Bloque de la Coalición Cívica en el Concejo Deliberante, junto a los concejales Gustavo García, que había sido su profesor y una persona que la vio crecer, y Laura Hernández. Su conocimiento y capacidad signaron algunos proyectos de ese bloque que recuerdo ahora, como la Ordenanza 2310/10 sobre tenencia responsable de mascotas.
Pocas veces vimos a Nora con un gesto adusto y nunca en la incorrección de un exabrupto en el que podemos caer cualquiera de nosotros. Sí sabía ser firme en lo que quería y pensaba. Respetuosa y solidaria, no tenía diferencias en su trato con las personas por pertenencia política o situación social (si es que se permite decir eso para hablar de los que tienen y los que carecen), por eso tal vez daba clase en una escuela donde había muchos jóvenes vulnerables y vulnerados y en silencio nos invitaba a buscar herramientas para que descubrieran el mundo y pudieran salir de las limitaciones que les imponía la economía, la sociedad; tal vez por eso también se sumó en varias oportunidades a la Misión del Colegio Cervantes.
Su personalidad era encantadora y también recurría a la picardía, al doble sentido en el marco de la diversión de la que tanto disfrutaba. Llegaba al Concejo Deliberante con unos caramelos para su entrañable amigo Chamaco, dejaba olvidada la bici en el Jesús Sacramentado y “colgaba” con algún horario, cosa que casi nunca advertí porque solía “colgar” más que ella.
Noralía se fue. Y yo paso la mano por la pantalla de mi teléfono y abro nuestra conversación de whatsapp. Está llena de corazones, de caritas con besos, de dibujos que hacía para unos cuentos que eran nuestro proyecto y que ahora como ella alguna vez, llamaré y diré: “hola chiqui ¿me darías una mano?” Acaricio esas letras porque son ella, con cuidado abro sus audios y la escucho una vez más. No lo puedo creer. Y como a todos me parece ilógico, absurdo, injusto, trapero mal que no la dejó defenderse.
Se fue. O mejor dicho, no la vamos a ver, pero seguramente estará en mil anécdotas, dichos, clases, corazones, en la sonrisa de sus hijos, en la calma de la fe de sus padres, en la fuerza de su querido Beto.
Norita caminaba con una canastita con flores, frutillas, caramelos y mariposas, seguro que hasta unicornios tenía la pícara. Y con dulzura nos talló el alma a sonrisas, bondad, corazón noble y ternura que va a persistir.
Sé que estás en paz, Nori, me lo contaron y yo sabía. Siempre fuiste luz Noralía Jazmín –si hasta el nombre es bonito- luz pura, clarita y buena. Desde donde estés acompañá a los que te amaron y para quien serás siempre irremplazable, no nos abandones a los demás que también te quisimos. Nosotros vamos a seguir viviendo, parece que hay una ley de la vida que indica que debemos continuar andando. Estamos acá para los tuyos, con todo el amor y el respeto con que vos has estado siempre. Tu risa hizo el mundo mejor mientras estuviste cerca, ayudanos a aprender a llevarla como tu legado. Te abrazo fuerte mi hermana, hasta que nos veamos.

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