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lunes, 13 de mayo de 2024
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“No conozco a nadie que haya muerto por la aplicación de una vacuna”

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La vacunación contra el covid para mayores de setenta años comenzó en San Carlos de Bolívar el viernes, en el Complejo República de Venezuela, donde fue montado el único vacunatorio de la ciudad. En principio se aplicaron dosis de la Sputnik V, la vacuna de origen ruso otrora cuestionada desde los medios masivos de comunicación refractarios al gobierno, que sin embargo está respondiendo en forma óptima en todo el país. El domingo llegaron quinientas dosis más al Partido, en este caso de un medicamento elaborado en India.

 

Mientras continúa la vacunación a nuestros adultos mayores, también se lleva adelante el proceso con docentes y trabajadores de la educación, que según el calendario oficial deberán regresar a las aulas para iniciar el ciclo lectivo 2021 el lunes 8 de marzo, aunque aún no se define si bajo modalidad semi presencial, presencial o virtual.

Una de las personas de más setenta años que recibieron su primera dosis es Graciela Estela Sagardoy, reconocida trabajadora social del campo de la educación y emblemática dirigente sindical desde el SUTEBA, gremio que contribuyó a fundar en Bolívar en los años noventa. Graciela se había inscripto por internet en organismos provinciales para recibir la vacuna (también en la mesa que habilitó el gobierno en la vereda del palacio municipal, donde le dijeron que lo hiciera por ser paciente de riesgo), y hace dos sábados a la noche recibió un llamado telefónico desde Bolívar avisándole que en pocos días le llegaría la notificación de su turno, con día y hora. Esto contó el sábado, en charla con este diario y el programa radial Fuga de Tortugas. En tono relajado pero aún con vestigios de una profunda emoción y también alegría, sensaciones que duraban en su cuerpo y su mente ya que había sido inoculada apenas horas antes.

“Una agente sanitaria de la municipalidad me llamó para decirme que en próximos días me darían el turno, pero que como soy una paciente con un problema de riesgo, EPOC, debía presentar un certificado para vacunarme. A los pocos días se comunican nuevamente para decirme que mi turno era el jueves -pasado-, y allí me presento con mi certificado”, relató Salagardoy.

 

UNA ESPERA

PLACENTERA

Ya en el Complejo el día señalado, su experiencia no podía haber resultado mejor: “Hay varias mesitas a la entrada del vacunatorio, donde vas pasando por los controles necesarios. Una ambientación muy buena, con todos los famosos protocolos cumpliéndose al pie de la letra. Paso cada control, hasta que me indican el box donde debía sentarme, en mi caso el 2. Te guían, hay un montón de pibes y pibas que te toman la temperatura, te colocan alcohol, te llevan al sitio y te piden que esperes”.

La convocatoria es a través de un altoparlante, y simultáneamente figura en un monitor a la vista de todos, el nombre de la persona a vacunar y el número del box en el que recibirá su dosis. Un sistema similar al que emplean los bancos.

Todo este proceso insume muy pocos minutos, o al menos así ocurrió en el caso de Graciela. Y en cuanto a la vacuna, la aplicación demanda un instante, y es aún menos dolorosa que “la picadura de un mosquito”, comparó la entrevistada.

“Hay una marcada amabilidad en todos, una gran delicadeza: enfermeras, auxiliares que te guían, limpian y demás. Después pasás a una sala de espera, también obviamente con protocolos, donde durante media hora permanecés sentada para evaluar si hay una reacción adversa”. (En ese rato, Graciela conversó con un joven brasileño, miembro del operativo instrumentado por la Secretaría de Salud, también muy afable, destacó.) Transcurrido ese tiempo, una agente municipal le dice a cada uno cuáles son los trastornos que la inyección podría ocasionarles, al tiempo que le indica los cuidados a mantener y le brinda “un número telefónico para cualquier consulta”, enumeró.

Desde que ingresó al Complejo hasta que se retiró, pasaron cuarenta y cinco minutos. “Y de una espera placentera. Debemos cultivar la cultura de la espera, no todo es ya, no todo es rápido. En mi caso estaba con la ansiedad de la alegría, y mientras aguardaba miraba a mi alrededor: éramos toda gente de la tercera edad, y constituía un placer que los jóvenes nos respetaran, fueran tan ambles, hoy que los de la tercera edad ya es como que somos desechables, no tenemos nada que hacer y si te tengo que patear hacia un costado lo haré porque yo tengo más años de vida que vos”, expresó, agradecida.

 

¿Cómo fueron las horas posteriores?

-No tuve ninguna dificultad. Tengo todo el virus ruso, en cualquier momento salgo hablando como Marx (risas). No tengo síntomas malos en mi cuerpo, salvo todos mis achaques anteriores.

Según le informaron, la segunda dosis le será aplicada dentro de los veintiuno y los noventa días desde esta inyección.

“No conozco a nadie que haya muerto por la aplicación de una vacuna”, sintetizó finalmente Graciela consultada sobre qué le diría a alguien que estando en condiciones de recibir su dosis descarta esa chance por algún tipo de inseguridad. “Le preguntaría cuáles son sus dudas e incertidumbres. No hay dolor, uno se siente absolutamente bien atendido, y te dan la posibilidad de expresarte a través de un número telefónico mediante el cual te siguen cuidando. Yo les diría que concurran sin temores, más allá de los lógicos, porque no pasa nada malo, sino algo bueno: te inoculan bichitos para crear anticuerpos, y a eso hay que valorarlo mucho”. 

No conozco a nadie que haya muerto por la aplicación de una vacuna, señaló la vecina local, frase que deberíamos completar con un ‘y todos conocemos a alguien que salvó su vida por recibir una oportuna ración de medicamento’.

 

Chino Castro

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