A las puertas del invierno Bolívar empieza a mostrar, por momentos, uno de sus paisajes típicos de esa época del año. La conjunción del frío con la gran acumulación de agua producto de las copiosas lluvias que ya son habituales para los bolivarenses, hace que la niebla se apodere de la ciudad y el campo.
Las postales tradicionales se tiñen entones de ese vaho blanco y gris que esconde a la simple mirada todo cuanto puede con ella cubrir; pero a cambio entrega otros tonos, otras sugerentes imágenes que también son belleza, porque bella es Bolívar, al fin.
Monumentos tradicionales, plazas, calles parecen salidas de un cuadro de Jeckell y así perdurarán hasta que el sol de la mañana renueve los colores y le arrebate a la niebla lo que escondió durante horas con artística astucia.
Quienes tenemos la suerte de vivir aquí, podríamos caminar junto a Octavio Paz recordando sus versos:
Mis pasos en esta calle
resuenan en otra calle
donde oigo mis pasos
pasar en esta calle
donde sólo es real la niebla.
