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Música: Garota de Ipanema, por Mario “Chiqui” Cuevas

Columna dominical de música.

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Hay músicas que se caracterizan por su distinción, amén de su belleza y refinamiento. De factura de alto calibre y cálidas raíces, cruzan las fronteras naturales e inundan otros pagos, enriqueciéndolos y ejerciendo una notable influencia. Una de estas músicas es la bossa nova, género que nació en Brasil y que tiene más de cincuenta años de vida. Tuvo su apogeo en los años 60, pero su llama se mantiene encendida y hasta hoy sigue viva con su presencia distinguida y señorial.

Chega de Saudade

En 1946 el cantante Dick Farney, una suerte de Sinatra brasileño, después de haber trabajado mucho tiempo en Estados Unidos grabó en Brasil ‘Copacabana’, de Joao de Barros y Alberto Ribeiro, con características innovadoras y un tratamiento rítmico sorprendente. Dos años más tarde, el conjunto vocal Os Cariocas llamó la atención con ‘Nova Ilusao’, un samba de José Menezes que sorprendía por los arreglos vocales y su original rítmica. Ya despuntaba en la década del 50 y se notaban intenciones de desprenderse del samba brasileño tradicional.

En diciembre de 1954 Dick Farney registró junto a la cantante Elizete Cardozo, Sinfonia do Rio de Janeiro’, escrita por un joven compositor que daría que hablar, Antonio Carlos Jobim.  

En esos años, Brasil estaba avocado a un proceso de nacionalización y modernización de la mano del presidente Kubitschek, quién propiciaría la fundación en cuatro años de una nueva capital: Brasilia. Los jóvenes de clase media estaban ávidos de ideas innovadoras. Al sur de Río de Janeiro, un grupo de músicos, a caballito del jazz, buscaba un nuevo giro para la música de su país: Carlos Lyra, Roberto Menescal, el ya mencionado Jobim, Nara Leao, se reunían con gente mayor como Vinicius de Moraes y el pianista y compositor Alfredo José Da Silva e intercambiaban información y discutían sobre nuevas formas musicales.

“No hay que perder de vista que la bossa nova era una música de clase media – declaró Carlos Lyra – No una clase media del nordeste, era una música de la capital del Brasil, que era Río de Janeiro. Fue trascendental que Río haya sido la Capital. No podía haber nacido en otro lugar, es allí que nació, que era la cultura brasilera de esa época. Aquí en la Capital se encontraba el Cinema novo, la bossa nova, la literatura, los poetas, la poesía concreta, toda la cultura estaba aquí en la zona sur.”

Una nueva forma musical se estaba gestando y se puede afirmar que nació el 10 de julio de 1958. Ese día, un joven llamado João Gilberto grabó para el sello Odeón un simple en 78 rpm que contenía en su cara A ‘Chega de Saudade’, con música de Jobim y letra de Vinicius de Moraes. João Gilberto marcó una nueva tendencia, dueño de una voz chiquita pero expresiva, ejecutaba la guitarra de manera tan irregular como sofisticada, con una inusual combinación rítmica de melodía con armonía, disociando las líneas de su guitarra y lo que cantaba. En noviembre del mismo año Gilberto grabaría otro simple, ‘Desafinado’, de Jobim y Newton Mendoça, cuya letra era toda una declaración de principios: “Y si tu insistes en considerar / que lo que yo canto es antimusical, haré cualquier cosa para demostrar, que este bossa nova es algo simple y natural “

Finalmente, en marzo de 1959, sale el larga duración bajo el mismo título, “Chega de Saudade”, que contenía los temas de los dos simples y canciones de Gilberto, Lyra, Caymmi y Ary Barroso. El disco inauguraría la santa trilogía de la bossa nova: la poesía de Vinicius de Moraes, la música y los arreglos de Antonio Carlos Jobim y la interpretación de João Gilberto.

La bossa nova pronto cautivó a los músicos de jazz, sobre todo a los de la costa oeste norteamericana. Con la libertad propia del jazz caía como anillo al dedo a los músicos y cantantes de ese género. El saxofonista Stan Getz fue uno de los primeros que incursionó en los aires de la bossa. Frank Sinatra formaría una sociedad con Jobim produciendo “Francis Albert Sinatra & Antonio Carlos Jobim” (1967) y muy pronto la bossa nova sería adoptada por diversas figuras de la talla de Ella Fitzgerald, Sarah Vaughan, Oscar Peterson, Gerry Mulligan, Barney Kessel, Joe Henderson por citar sólo algunos nombres.

Pero no solamente el jazz cayó rendido a sus pies, más tarde el rock y la electrónica abrevó de esas deliciosas aguas brasileñas. George Michael interpretó a Jobim asiduamente y en sus discos se puede escuchar canciones con ritmos de bossa. En su altamente recomendable “Older” (1997) hay una dedicatoria destinada a Antonio Carlos Jobim.

Beck, los Beastie Boys, Sean Lennon, David Byrne y el japonés Ryuchi Sakamoto también cayeron seducidos por el ritmo brasileño; y en cuanto la electrónica, Everything But The Girl, Crystal Waters, Cibo Matto y otros integrantes de la música chill out recurrieron la placidez de la bossa para adornar su música.

En nuestro país se la puede rastrear claramente en el gen musical de Litto Nebbia, Horacio Molina entre otros. Nebbia, junto a Néstor Marconi, Fats Fernández grabaron un álbum homenaje a Antonio Carlos Jobim.

Garota de Ipanema

Cuenta las crónicas que a principios de los ‘60 una monísima niña de dieciocho años se paseaba por las calles de Río. Esta morocha esbelta de ojazos verdes se llamaba Heloísa Eneida Menezes Paes Pinto (conocida como Helô Pinheiro) y todos los días pasaba por el Café Veloso rumbo a la playa de Ipanema atrayendo a los parroquianos, entre los cuales se encontraban Vinicius de Moraes y Antonio Carlos Jobim.

Corría 1962, Jobim con treintaicinco años y Vinicius, con cincuenta, decidieron que Hélo merecía una canción. Tiempo después, Vinicius confesaría que la chica de Ipanema “era el paradigma del tipo carioca; una mujer dorada, mezcla de flor y sirena, llena de luz y de gracia pero cuya visión es también triste, pues lleva consigo, camino del mar, el sentimiento de lo que pasa, la belleza que no es nuestra, es un don de la vida en su lindo y melancólico fluir y refluir constante.”

Originalmente, la canción se llamaba ‘Menina que passa’ e integraba una comedia musical titulada Dirigível (Dirigible), incluso se grabó una versión a cargo de Os Cariocas y João Gilberto, pero el primero que grabó el tema fue el cantante Pery Ribeiro en 1963

En ese 1963 el tema tomaría una mayor relevancia  cuando Gilberto, junto a su esposa Astrud y el saxofonista Stan Getz la incluyeron ya con el título de ‘Garota de Ipanema’ en el álbum  “Getz-Gilberto” (1964), grabado en Estados Unidos, João  Gilberto cantaba en portugués, su esposa en inglés y hasta el propio Jobim participaba en esta grabación que fue todo un suceso en Estados Unidos: 96 semanas seguidas en el ranking de la revista Billboard, cuatro Grammy (disco del año, single del año, mejor solista de jazz y mejor grabación). Los norteamericanos quedaron tan encantados con Astrud que la cantante dejó a Gilberto, se mudó a Nueva York y se transformó en una cantante de prestigio.

Cuando Vinicius y Jobim revelaron en 1966 la identidad de la garota, ésta se transformó en una celebridad. Hizo publicidad, modelaje, escribió artículos periodísticos y protagonizó tres telenovelas. Se forjó una amistad entre los compositores, el propio Antonio Carlos Jobim fue el padrino cuando la garota de Ipanema se casó con el empresario Fernando Mendes Pinheiro.

Pero no todas fueron flores, después que murieron Vinicius y Jobim, Hêlo recibió una demanda de los hijos del primero y la viuda del segundo por utilizar comercialmente su apodo, el de ‘garota de Ipanema’.

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