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jueves, 25 de abril de 2024
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Mucho de Galeano para conjurar el encierro

Recomendaciones de la Biblioteca Rivadavia.

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Patas arriba. Vagamundo. Memoria del fuego, el siglo del viento. Memoria del fuego, las caras y las máscaras. Mujeres. Espejos. Días y noches de amor y de guerra. Las palabras andantes. Memoria del fuego, los nacimientos, son los títulos de Eduardo Galeano disponibles en la biblioteca popular Bernardino Rivadavia, para todos los socios de la institución con sede en Las Heras 80, que en octubre cumplirá ciento diez años (es una de las más antiguas de la ciudad).

Hoy que el encierro vuelve a endurecerse frente a las trepidantes cifras de contagios y muertes que produce la llamada segunda ola de covid, en el país en general y ahora también en Bolívar, leer vuelve a ser el refugio y/o la válvula de escape escogido por muchos/muchas, cuando la circulación está fuertemente restringida, las reuniones prohibidas y hay que quedarse mucho más tiempo en casa. Un encierro físico, que también puede ser mental, producto de la angustia de esta inédita época de fragilidad.

Así mirado, el célebre autor uruguayo ofrece una obra que ‘cierra’ enfocada desde varios ángulos: escribió mucho, y en una prosa límpida, asequible y sintética que fue perfeccionando con los años hasta la construcción, en sus últimos trabajos, de deslumbrantes y originales artefactos literarios, dado que el maridaje entre historia y ficción que amasaba Galeano es ya célebre en el mundo, esas prosas poéticas cada vez más breves en las que era capaz de contar la historia de una revolución o de un despojo mejor que un volumen ‘gordo’ (y sobre todo más bellamente). Galeano invita/desafía a reflexionar, a mirarse en el espejo de las grandes tragedias de la historia de la humanidad que han llevado a niveles de injusticia, desigualdad, explotación, violencia y dolor que deberían darnos vergüenza; sabe incomodar, pero a través de textos de una deslumbrante calidad literaria, rayanos en la perfección, si es que puede considerarse esa categoría en materia artística. Fue un celoso orfebre de la estética de sus libros (a él le gustaba el verbo tejer), alguien a quien el cómo siempre le importaba tanto como el qué, en el entendimiento de que para todo artista que se precie de tal, su estética es siempre su ética.

Eduardo Germán María Hughes Galeano, que también fue periodista y dibujante (firmaba como Gius), ha contado el derrotero de los pobres y los perdedores, desde tiempos inmemoriales, con una elegancia, una agudeza, una ternura y un coraje que emocionan, por eso será siempre un autor imprescindible para las izquierdas del mundo y especialmente las latinoamericanas, y uno de los más amados por esos hombres y mujeres de generaciones y generaciones a los que ha dado voz, ya que a la historia, como avisó algún colega suyo, la escriben los que ganan, lo que quiere decir que hay otra historia, la verdadera historia. Y por fortuna también hubo, y siempre habrá, un Eduardo Galeano, inmortal en sus libros y en su pensamiento.

Profundo y a la vez sencillo, Galeno es esa antorcha que hasta el fin de los tiempos brillará en las manos de todos los que, en cualquier confín, luchen por un planeta mejor, que se dé vuelta y quede patas arriba (así se llama otro libro suyo: Patas arriba: la escuela del mundo al revés), la gran utopía que, como él mismo decía, aunque parezca (cada vez más) lejana nos sirve para caminar. Y lucharán con belleza y hasta con esa indispensable dosis de alegría, si lo siguen a él.

Para conocerlo, o para el invaluable reencuentro con un amigo en medio de una tempestad, hay que darse una vuelta por la biblioteca Rivadavia, abierta de lunes a viernes en horario vespertino.

Chino Castro

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