En treinta y seis años de recorrido profesional como auxiliar de enfermería, jamás vivió -ni pensó que viviría- una situación semejante, pero Liliana Tolosa no pierde la calma ni la indispensable dosis de optimismo para seguir dando una batalla que no sólo es contra el virus, sino contra la desidia y hasta la prepotencia de esa minoría intensa (seamos optimistas en esto, no son la mayoría) que “no hace caso” y alimenta la escalada del virus, que ‘come’ como un pac-man pero no es un videogame, dejando alrededor el desastre que ya sabemos. Una tragedia que parece no arribar nunca a su tope, y que quizá ni el más pesimista esperaba el sábado 27 de junio del aún caliente año pasado, cuando los bolivarenses ‘celebrábamos’ los cien días libres de covid tal vez secretamente creyéndonos superiores, o cuando nos azorábamos de lo que ocurría en la ‘hermana’ Olavarría y había quien se escandalizaba frente a la posibilidad de que nos derivaran pacientes.
Tolosa no está en el epicentro del drama, ya que no ha sido asignada al hospital, pero sí se desempeña en el centro vacunatorio mientras continúa con su tarea habitual como enfermera en el centro de atención primaria del barrio Villa Diamante. Y esencialmente, forma parte del equipo municipal de Salud en la hora más crítica que le ha tocado enfrentar.
En la salita “José Antonio Bucca” no atienden pacientes de covid -no es tarea de los CAPS-, sin embargo no están exentos de recibir a algún asintomático. No hay registros al respecto, pero la enfermera admitió que con el correr de los días, “algunos chicos han sido positivos” de covid, la general de una negra ‘ley’ que, a esta altura de la segunda ola en Bolívar, no distingue barrios, condiciones de salud, edades ni capas sociales.
“En todos estos años, jamás vi algo similar. Aparte la gente no hace caso, no le interesa el prójimo ni nada, no se cuida, no respeta distanciamiento, usa mal el barbijo. Hay muchísimas cosas por corregir. Desafían el virus, hay personas que no quieren creer que la gente se muere. Me da mucho dolor semejante desprecio por la vida”, se despachó Liliana, que rarísima vez da una entrevista (ha rechazado varios pedidos en todos estos años) ya que, por sus características personales, no se siente cómoda hablando públicamente. Digamos que lo de ella es el silencioso trabajo cotidiano y no los flashes, esa labor de hormiga que, junto a decenas de otras que tampoco hacen ruido, es capaz de sostener una pirámide. Sin embargo hoy tiene mucho para decir, y el mismo ahogo en el pecho que todas y todos sus colegas, esa sensación de aguda impotencia que da saber que esta catástrofe se podría haber evitado.
¿Qué creés que habría que hacer, llegados a este punto? Porque la receta de apelar a la conciencia individual no resultó, y es la que se sigue aplicando.
– No, se refleja en la cantidad de casos, de internados, con todo desbordado y el personal que no da más. Nosotros tampoco damos más, trabajamos en la sala y a veces vamos al vacunatario de covid. No hemos tenido vacaciones, estamos agotados.
¿Qué le dirías a alguien que no se cuida?
– Acá tratamos de explicarles cómo se usa el barbijo, les pedimos que se vacunen, les tratamos de hacer los trámites para que se inscriban. Les pediría que se cuiden por ellos, por sus familiares y por nosotros también. En el hospital los chicos y chicas se están matando por sacar a los pacientes adelante, les pediría que miren eso.
También les diría que al no cuidarse se están poniendo en mucho riesgo ellos personalmente. Antes el virus atacaba a los abuelitos, ahora ya tenemos gente mucho más joven que la está pasando muy mal. Incluso los niños padecen ya el covid.
¿Podés ser optimista, ves una salida?
– Opino que si nos unimos todos, podemos salir. Entre las vacunas y el cumplimiento de esos cuidados básicos que se vienen pidiendo y repitiendo desde hace más de un año, podemos superar esta situación. Pero tenemos que hacer un esfuerzo todos, todos.
Hisopados: “Hay gente que no espera el resultado, sale a la calle”
En Bolívar se da la particularidad de que tenemos el LABBO: se hisopa más y eso se refleja en nuestras dramáticas cifras actuales de covid. En otros municipios bonaerenses son mucho menores, pero quizá nuestros números sean más reales. Entiendo que desde el lugar de los enfermeros se valora esta herramienta, aunque obliga a un sacrificio extremo del personal y propaga la angustia ciudadana a través de la crudeza de esas cifras que consultamos cada noche…
– Sí, sin dudas que es así, que es muy valorable tener acá el Laboratorio, de otro modo el tiempo de espera para saber si sos positivo o negativo sería mucho mayor. Pero el problema es que hay gente que no se queda en la casa esperando el resultado, sale a la calle, sigue circulando y contagiando. Hay gente a la que no le interesa nada.
Seguramente eso explica nuestras cifras actuales de contagios y fallecimientos. Muchas más restricciones no se pueden imponer, y sin embargo esas cantidades no descienden.
– No bajan los contagios, y tendrían que haber bajado. Está el toque de la sirena, que debería sensibilizar, concientizar, y tampoco da resultado parece.
Muchos opinan que lo que falla es el control municipal, y que sin esa variable ningún paquete de restricciones va a funcionar, porque todo queda librado a la buena voluntad y el compromiso cívico de cada vecino. ¿Qué opinás?
– No lo sé… A mí me parece que el trabajo que se está haciendo es mucho, y que la gente debe colaborar, no es tan difícil. Si tenés una fiesta cerca de tu casa, denunciá. Yo sería una de esas que denunciaría. Es muy simple: nos tenemos que cuidar entre todos, si no, no saldremos de esto.
La foto que acompaña este artículo no pertenece al hospital Capredoni, pero refleja los dramáticos días que vive el país en general y la comunidad bolivarense en particular.
Chino Castro
