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Luces y sombras de Florentino Ameghino, el primer gran sabio nacional

Por Marcelo Metayer, de la agencia DIB.

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Se peleaba con otros científicos y con la Iglesia. Ocultó su verdadera nacionalidad. No tuvo educación universitaria. Así y todo, fue el primer pensador que motivó un “culto laico” y sigue dando que hablar a 110 años de su fallecimiento.

Dicen que Florentino Ameghino nació en Luján el 18 de septiembre de 1854. En su infancia y primera juventud lo veían buscando fósiles en la orilla del río. A los 21 años comenzó a publicar en revistas científicas. Era un autodidacta que llegó a ser profesor en las universidades de Córdoba, Buenos Aires y La Plata, y miembro de academias y sociedades científicas. En 1886 fue nombrado subdirector del Museo de Ciencias Naturales de La Plata y en 1902 recibió el cargo de director del Museo de Historia Natural de Buenos Aires. Suya es la teoría de que el hombre había nacido en América y desde allí se dispersó hacia el resto del mundo. Falleció en La Plata en 1911. Es uno de los Cinco Sabios homenajeados en el Bosque de la capital bonaerense.
Hasta aquí, una sucinta biografía estilo revista Billiken de uno de los grandes pensadores de la época en que comenzó a desarrollarse la ciencia argentina. Pero ¿es toda la verdad? La vida de Ameghino, que solo duró 57 (o 58) años, estuvo cargada de sombras, muchas de las cuales fueron derramadas por él, y de conflictos con otros científicos y con sectores religiosos. Incluso, ahora se divulgó que no nació en los pagos de Luján sino en la lejana Italia.

El santo laico
Ameghino fue, aún en vida, un caso curioso: el primer científico que generó un culto. De hecho, uno de los artículos más interesantes que desarrolla el tema, escrito por Irina Podgorny, se llama “De la santidad laica del científico Florentino Ameghino”. Porque eso fue, un santo laico, el estandarte de un enfrentamiento con la Iglesia que por aquellos años se disponía a construir en Luján la mayor catedral de América Latina. Florentino fue bastante cáustico con esto y escribió un artículo, con seudónimo, llamado “Una virgen falsificada”. Allí, aseguró que la imagen venerada de la Virgen de Luján era “una imagen de terracota vestida como un arlequín e incapaz de cualquier milagro”.
También, en el librito póstumo “Los cuatro infinitos” (Buenos Aires, 1919), el sabio fue tajante: “La idea de Dios es una idea primitiva, simple, sencilla, infantil, hija del temor que engendra lo desconocido y de la ignorancia”.
Por supuesto, Ameghino era masón. Fue iniciado en la Logia Luján y posteriormente trabajó en la Logia Lumen 200 de la localidad bonaerense de Moreno.

La Guerra de los Huesos
Uno de los enfrentamientos más conocidos de Ameghino fue con su antiguo mentor, el Perito Moreno, primer director del Museo de Ciencias Naturales de La Plata. Francisco Pascasio Moreno contrató en 1886 a Florentino Ameghino como secretario subdirector del museo y a su hermano menor Carlos como naturalista de campo y ayudante preparador de paleontología.
Hacia 1887, tras varias expediciones de Carlos al río Santa Cruz que Florentino convirtió en la publicación de 122 nuevas especies, las malas relaciones con Moreno terminaron en la expulsión de los hermanos del Museo de La Plata -el término exacto fue “exoneración”- y la prohibición del ingreso a la institución. No obstante, Florentino realizó descripciones de una multitud de fósiles que su hermano había encontrado en la Patagonia y que se hallaban en el Museo de La Plata, lejos de su alcance.
Según cuenta Juan Carlos Fernícola en la Revista del Museo de Ciencias Naturales, “Ameghino solicitó autorización para publicar las descripciones ampliadas de las especies de 1887, así como sus figuras en otros medios gráficos. Frente a la negativa de Moreno, Ameghino decidió renunciar a principios de enero de 1888 al Museo de La Plata, no sin antes hacerse con una parte de la colección obtenida por su hermano Carlos en 1887. Y luego de ser exonerado de dicha institución en febrero de 1888, Ameghino emprendió la edición de un catálogo que incluiría todos los mamíferos fósiles de la República Argentina conocidos hasta ese momento”. Esos episodios son conocidos hoy en día como la Guerra de los Huesos. No deja de ser paradójico que hoy en día el busto de Ameghino esté a metros del Museo de La Plata.

¿Italia o Argentina?
Todas las biografías de Ameghino publicadas desde su muerte mencionan su nacimiento en Luján el 18 de septiembre de 1854. Pero el sabio en realidad había nacido en Italia el año anterior, el 19 de septiembre, y viajó muy pequeño a nuestro país con su familia. Vino al mundo en Moneglia, Génova, en ese entonces perteneciente al reino de Liguria.
Ya en 1891 Carlos Burmeister, director del Museo Nacional de Ciencias Naturales y -cuándo no- enfrentado con Ameghino, le había enrostrado su nacimiento en Italia y su “baja educación formal”.
Ameghino falleció en 1911. Pocos años después, según cuenta a DIB Podgorny, cuando los socialistas, que se habían “apoderado” de la imagen del científico querían hacer un “centro de peregrinación a la casa de Luján, los católicos dan con la partida de nacimiento de Ameghino en San Saturnino, en Moneglia”. Fue un golpe para los ameghinistas, que defendían la a ultranza la “argentinidad” del sabio.
Quien cerraría por mucho tiempo la cuestión fue el amigo personal de Ameghino y editor de sus Obras Completas, el periodista Alfredo Torcelli. Él afirmó que el Ameghino que figuraba en esa partida de nacimiento era otra persona. Se apoyaba en que los nombres no coinciden. El nacido en Moneglia el 19 de septiembre de 1853 había sido bautizado como “Giovanni Battista Fiorino Giuseppe Ameghino”. Torcelli, en tanto, afirmó que los curas de Luján habían destruido la partida de nacimiento “auténtica”…
Por estos días un nuevo elemento vino a actualizar la discusión: una carta de Ameghino a su colega Giovanni Capellini, de Bolonia, en la que le pide interceder al Gobierno italiano porque él era un “desertor del servicio militar y de esta manera no podía viajar a la península para examinar unos fósiles”. La nota, citada por un grupo de paleontólogos entre los que figura Alberto Boscaini, investigador del Conicet, zanja toda cuestión acerca de la nacionalidad del sabio.
¿Por qué la ocultó? Según los investigadores, por un lado, fue por la idea que se tenía de los italianos en la década de 1880. Había una mirada discriminadora con respecto a la gran masa de inmigrantes, en su mayoría iletrados y que llegaban de regiones muy pobres. Mientras que desde otro punto de vista, el tema fue «la disputa por los espacios de poder. Era una época de competencias feroces, donde los lugares centrales para dedicarse a la investigación eran tres: Buenos Aires, Córdoba y La Plata», cuentan.
Es llamativo y fascinante a la vez que la figura de un científico, el primer gran sabio bonaerense, continúe generando polémicas a 110 años de su muerte. Es que los sabios, al igual que todas las figuras públicas, siempre están atravesados por situaciones y circunstancias sociohistóricas. Ameghino, ya haya nacido en Luján o en Italia, no fue la excepción. Y la imagen del adolescente buscando huesos en la playa existirá por siempre en la memoria colectiva.

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