Escribe: Adriana Macchia
Este es un mundo desigual e injusto, por malas o erróneas políticas, en el que estamos intoxicados de fakenews o tergiversaciones de la historia, es obvio que no vivimos en el equilibrio bucólico de la sabiduría expansiva, sino en el desequilibrio caníbal y reduccionista de una anormalidad globalizada, de demencias imperiales y de una uniformidad de ignorancia prepotente, que ha producido una desinformación mediante los aparatos mediáticos monopólicos, que no solo buscan producir un rechazo a un modelo de estado fraterno, sino imponer un totalitarismo corporativo y colonizador, a partir de tácticas disolventes de la realidad y de la cohesión social.
El modelo de estado fraterno tiene su basamento en el equilibrio de un trípode que junto con la libertad e igualdad, se proponen realizar una inclusión no solo economica, de sus clases sociales más postergada,- la experiencia de posguerra con el estado de bienestar enseñó que no basta con lo económico, para lograr la cohesión social- sino que se necesita un cambio de valores, para afianzar una ciudadanía solidaria, que se comprometa con un modelo de estado que pueda y quiera enfrentar los problemas colectivamente, por ejemplo el de una pandemia, y que se despierte una ética solidaria, una ética del escalador, que no le corta la soga al de abajo.
En Latinoamérica no se ha podido afianzar la ciudadanía solidaria porque aún pre –existen incrustados en la cultura los valores mezquinos del colonizador,- la inclusión que produjeron los gobiernos progresistas en nuestro país (Irigoyen, Perón) no se han podido sostener porque , si bien estos movimientos elevaron las condiciones dignas de vida de la población , esas mismas clases se volvieron enemigos de esos gobiernos adhiriéndose a las fuerzas regresivas, no solo se cortó el avance de la inclusión sino que se retrocedió al punto de que esas esas masas volvieron a perder lo logrado.
La explicación sociológica es que los que fueron incluidos adoptaron las ideologías antipopulares, con los valores de las elites a las que aspiraban pertenecer, y que además responden al poder hegemónico mundial cuya subjetividad se asienta en la meritocracia o sea la idea de un éxito individual separada de la sociedad.
Los tres principios soberanía política, independencia económica y justicia social de la constitución de 1949 consagran oportunidades de adelanto y de herramientas para que el habitante tenga condiciones de igualdad, una llave de clausura de las grietas, ya que trabajando por la igualdad de oportunidades se puede devolver la confianza y generar resistencia al avance del estado policial o totalitario, que alienta el “serás lo que tengas”, “sálvese quien pueda”
Las subjetividades se aliena y se suicidan, al identificarse con los enemigos -configurando un verdadero masoquismo social- , creen tener al alcance de la mano los privilegios de las minorías, y se asocian psicológicamente con los intereses del colonizador. Lo colectivo es siempre temido porque es lo no medible, lo que está fuera del cálculo, se lo vive como una amenaza que viene a limitar la satisfacción pulsional irrestricta de las elites… ”La justicia social quiere decir que uno se deniega muchas cosas para que también los otros deban renunciar a ellos o que puedan exigirlas. S. Freud (1921)
…“mientras que en el individuo aislado la ventaja personal es a menudo el móvil exclusivo, rara vez predomina en la masa”… ”es un hecho que las grandes conquistas del pensamiento, los descubrimientos importantes y la solución de problemas solo son posibles para el individuo que trabaja en soledad. Pero también el alma de las masas es capaz de geniales creaciones espirituales como lo prueban en primer lugar, el lenguaje mismo y además las canciones, el folklore, etc. Por lo tanto no se sabe cuánto deben el pensador o el creador a la masa dentro de la cual viven. S. Freud (1921) Psicología de las masas y análisis del yo.
La pandemia vino a revelar la fragilidad de la humanidad y la posibilidad de su propia extinción, sino construimos una racionalidad solidaria y global. Los desafíos del presente nos están mostrando que no se puede construir una ciudadanía solidaria o cierto respeto por la vida ,incluido el planeta, sino hay acciones colectivas , que gestionen un entusiasmo con una identificación por lo colectivo que sea capaz de despojar del concepto de masa el desprecio y hostilidad que se siente por las mayorías.
Solo la inteligencia gregaria con una fuerte unidad en derredor de los nuevos símbolos como Solidaridad nos podrá alejar del fracaso de cuarenta años de neoliberalismo.
