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Los días de Maluéndez se cuentan en fotos

El cirujano se realiza mediante otra gran pasión.

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Resulta que el ‘Dr. Jazz’ (así titulé una entrevista con José María Maluéndez para este diario en marzo de 2006) también es un apasionado de la fotografía. Se me ocurre que hay una relación entre cirujano y fotógrafo, dada por la precisión.

-Hay muchos colegas cirujanos que se dedican a alguna actividad artística. Escriben, pintan o hacen fotografía. Una necesidad de tener alguna actividad creativa fuera de lo técnico, del oficio.

Me hablás de cirujanos. ¿Cirujanos o médicos en general?

-Me refiero a cirujanos. Algunos han sido muy buenos carpinteros, de nivel profesional. Por ejemplo el doctor Alberti, de Pirovano, ya fallecido.

Otra actividad de precisión, la carpintería.

-Sí. El doctor Cairo en una época hizo carpintería, aeromodelismo.

Seguramente habrá cirujanos que cocinan o se dedican específicamente a la pastelería, otra tarea si se quiere ‘quirúrgica’.

-Supongo que sí, si bien no conozco a ninguno. La cirugía es muy técnica, está reglado, especificado que se realiza de tal forma y así se viene llevando a cabo desde hace cien años. Uno tiene una inclinación hacia lo técnico, pero en este caso a partir de un arte.

¿La labor en quirófano es tan demandante que se requiere ‘descargar’ esa adrenalina?

-Algunos lo hacen a través del deporte. Y los otros somos nosotros. Incluso hay concursos de fotografía, escritura y pintura organizados por colegios médicos de la provincia y el país, que estimulan este tipo de actividad para todos los profesionales, no sólo los cirujanos.

Vivir para siempre en una cápsula de tiempo

José María Maluéndez comenzó a sacar fotos a sus 55 años, hace diez, y no paró más, al punto que hoy considera que si no toma al menos una imagen (produce unas cinco por jornada), el día “no está completo”. En ese entonces dirigía el hospital de Urdampilleta y viajaba a la localidad casi a diario. Así fue que se interesó en los paisajes: los amaneceres, los atardeceres, los días de lluvia, la siempre enigmática niebla, los pájaros con su cotidiana nota de frescura y diversas instancias de las que provee la prodigiosa naturaleza.

“La foto tiene la magia de congelar el tiempo. Uno dice ‘no puedo quedarme con este instante’, pero con la foto sí. Pasa con las fotos familiares, ahí estamos todos nosotros, y ahí viviremos para siempre en esa cápsula de tiempo, porque dentro de cien años verán una mía o tuya y en esa imagen algo nuestro habrá”, grafica.

¿Cuando una imagen te gusta necesitás pasarla a papel, o no tenés conflictos con eso?

-Totalmente. Es como que no está completa si no llega al papel y con buena calidad. Lo otro es casi virtual. Está, sí, en tu Instagram, tu Facebook, en la nube. Está y no, porque se termina diluyendo. Es como con la pintura, la foto tiene que terminar en el papel.

Perfeccionar el interés original

¿Diez años después te sigue interesando lo mismo, lo que provee la naturaleza?

-Sí, sí. Te diría que cada vez más. Porque uno después empieza a buscar situaciones, momentos. Hablo de, por ejemplo, ir al parque al atardecer. No es lo mismo en enero que en junio. En invierno aprovechamos la niebla. De eso puede hablar mucho Fernando Valdez (colega fotógrafo, motejado en estas páginas, y sin exagerar, El Amo de la Niebla; Maluéndez admira su trabajo, y también el de otra bolivarense, Patricia Gutiérrez). Hay imágenes que encontrás, y a otras las tenés que salir a buscar.

¿Cuál es tu método? ¿Estás siempre con la cámara a mano, o salís de recorridas especiales?

-Las dos cosas. Vas caminando, o en auto, ves algo que te interesa y fotografiás. Pero otras veces salís a buscar la situación. Por ejemplo el otro día fui a un camino de tierra y tuve que sufrir a los mosquitos. Saqué unas lindas fotos, lleno de mosquitos. Tenés que buscar el lugar, el contraluz, las plantas. Había como una niebla producida por la tierra que habían levantado los autos, porque estaba muy seco el camino. Toda una atmósfera, que uno le llama atmósfera cuando se crea una situación, que por ejemplo te la da la niebla. Situaciones interesantes al ojo, que al cerebro le parecen interesantes. La mejor cámara es el ojo, no hay ninguna igual.

Hay veces que tenés ganas de ir a buscar la situación y otras no. Las tormentas de verano son interesantes. Uno ve muchas fotos de colegas que están muy bien.

El tema ha de ser lograr una foto diferente de algo que han fotografiado todes.

-Sí. Es hermoso ver cómo los profesionales logran una foto casi de la nada.  Y pasa también que una misma foto les genera a tres personas tres sensaciones distintas.

“La mejor cámara es el ojo”

Toma imágenes mayormente con su teléfono celular, aunque atesora una Nikon Réflex bastante clásica, la lleva casi montada como un teniente a su pistola, pero siempre tiene más a tiro su teléfono móvil. Cada vez que lo cambia, se ocupa de que el nuevo posea una buena cámara, si bien “hay muchos con cámaras mejores, pero como dicen los profes, más que la herramienta lo que esencialmente importa es el fotógrafo, su ojo”.

Es de los que creen que con un celular también se producen fotografías, a diferencia de los más puristas, que consideran que tal vez lo que se consigue con la cámara de un teléfono sea una imagen digital, no más. Maluéndez, que aclara que no es un fotógrafo profesional sino un aficionado (quizá por eso no viaja en el barco de los puristas), también está a favor de los programas de edición, otro núcleo de discrepancias ya que hay lxs que legitiman la imagen virgen en detrimento de lo que consideran una especie de trampa, y “por convicción no editan”. El doc afirma que un programa de edición bien usado permite ‘salvar’ una foto, o, mejor, convertir una imagen trivial en una obra que luzca.

Pero subraya que tiene que ser una buena foto, “la mejor posible, la saques con lo que la saques”. Sin ese insumo como punto de partida, no habrá salvación por más edición que se intente. (Cerati explicaba que estaba totalmente a favor del sampler y la profusión de recursos tecnológicos de los estudios de grabación, pero que si no había canción para vestir, más vale entregarse o ponerse a intentar otra.) “Vilas decía que a él le daban una zapatilla y le pegaba igual, le sacaba un efecto a la pelota”, aporta el doc.

Mientras se hacía en el hacer, Maluéndez tomó cursos con Emiliana Ron, Alejo Salgado Girondo y un profe olavarriense que daba clases en la biblioteca Alcira Cabrera. Él los considera sus mentores. Hoy, se nutre de tutoriales disponibles en YouTube. Durante esta auténtica década ganada en su faceta de artista, el médico logró un reconocimiento que valora especialmente, cual es el segundo premio en un certamen organizado por la Región de los 4 Vientos, del que participaron fotógrafos de partidos del centro y el sur bonaerenses.

La entrega de premios se hizo en el Avenida, “vino mucha gente y en ese ámbito pude conocer a fotógrafos de otras ciudades, con los que he seguido vinculado”, señala Josema, que compitió con una imagen en blanco y negro, obtenida con su teléfono móvil, “de un reflejo de árboles y hojas caídas de otoño, en el suelo, sobre el agua de lluvia que había quedado acumulada, en la plaza frente a la estación de ferrocarril”.

Los días de los delanteros de fútbol se cuentan en goles; los de los compositores, en canciones (o, más puerilmente, en discos vendidos o reproducciones de su obra en plataformas); los de los políticos, en problemas solucionados u obras inauguradas (por qué no en proyección de votos); los de los albañiles, en paredes levantadas; los de los jugueteros, en juguetes vendidos e impuestos en la cultura de masas si son fabricantes (mientras ambos, constructores y comerciantes, implorarán que la inocencia no se marchite ni los Reyes Magos se hagan libertarios).

Hoy, los del doctor José María Maluéndez, un hombre también apasionado por los avances científicos en medicina, el jazz, la charla en plan minimalista y elegante, sin gritos ni multitudes, la introspección, la buena mesa y los viajes, se cuentan en fotos.

Cambiar el mundo con un cuadradito

Aunque como realizador fotográfico lo motivan la naturaleza, los paisajes, la flora y la fauna, como consumidor lo conmueven más las fotos que ‘patean’ el mundo o el tablero político, por ejemplo la que José Luis Cabezas le tomó a Alfredo Yabrán y su mujer caminando en las playas de Pinamar en el verano del ‘96, que le costó la vida y destapó un sismo institucional cuyas esquirlas aún arden. También menciona “la que sacaron en la plaza de Pekín, la Tiananmén, a un hombre que protestaba frente a un tanque, y el tanque se detuvo. Alguien obtuvo esa foto que tiene un valor histórico que durará para siempre. O la de la chiquita quemada en Vietnam, cuando Estados Unidos arrojó napalm sobre una aldea. La chiquita viene corriendo por un camino, la toman de frente”. Curiosamente esa pibita, hoy una mujer grande, “terminó viviendo en Estados Unidos”.

La fotografía que quiebra la piedra epocal de una sociedad volándole el velo a la injusticia, la que obtiene un trabajador de prensa que se juega la vida “tiene un contenido emocional muy fuerte, que la de un paisaje no, porque además la puede sacar casi cualquiera, hasta yo, y no cambia el mundo”, asevera, agudo, ‘Josema’.

¿Te hubieras involucrado como fotógrafo en una guerra, en alguna manifestación o situación social límite donde corriera peligro tu vida?

-Difícil decirlo con el diario del martes. Creo que no. Creo que no. Por mi forma de ser, mi personalidad, mi vínculo con la violencia. Creo que no. Pero a toda esta gente que arriesga la vida la admiro.

Chino Castro

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