Ante un muy buen marco de público, la banda fundada a principios de los noventa por el guitarrista Eduardo Real Ricardo, el bajista (hoy en segunda guitarra) Jorge Eduardo Moroni y el baterista Jorge ‘Patita’ Suárez-Llul destinó una primera parte del set a las canciones del nuevo álbum, el tercer opus lunar, que trabajaron durante dos años en estudios bolivarenses, en particular El Trébol Rojo, para terminar masterizando en CABA con el experimentado técnico Carlos Conter, a quien Real conoce por otro de sus proyectos musicales de antaño.
En ese primer segmento, entre alguna más el colectivo lunar abordó Bruce Springsteen Band (la primera), Johnny Cash, Vamos a la disco con Franz, Subiendo la apuesta (con Álvaro Damiano como invitado en saxofón), la hardrockera Tres camellos, compuesta cuando recién empezaban y eran trío, y Después del camino, una canción que relata el viaje de Moroni y su amigo Martín en 1988, cuando como mochileros recorrieron América y Latina y el Caribe, según el propio frontman recordó. Dedicó el tema justamente a ‘Tincho’, que viajó desde La Plata para ver el concierto lunar, y que aprovechó la ocasión para pedir desde la platea: “¿algo de L-Gante no tenés?”. Un chiste fácil, que en un espectáculo lunar no queda mal. (Otro amigo de La Plata que vino especialmente es un tal Dani, a quien también mencionaron con afecto y agradecimiento por estar ahí, en un show que no era, ni fue, uno más, como se advirtió desde un principio.)
El sustantivo colectivo no fue empleado por casualidad, sino adrede: hoy, más que nunca, Los Cohetes Lunares son un colectivo, una puerta abierta para el que quiera entrar, foguearse, crecer, disfrutar un rato y marcharse… o quedarse. Al trío iniciático hay que sumar al bajista Diego Abel Peris, el guitarrista Pablo Daniel Pino, el tecladista ‘Chiqui’ Suárez y, en el caso del sábado, Raúl Chillón en percusión y una línea de tres coristas, que participaron durante casi todo el recital desde la tarima montada hacia un costado del colmado escenario. Una de ellas es Melina Lo Cardoso, que el sábado debutará como cantante en la apertura de la temporada 2021/2022 del parador cultural Lo de Fede. Un escenario en llamas y que parecía chico para tanta gente (no hubiera quedado mal que por atrás pasara El hombre de la barra de hielo, que jamás se supo qué quería ni dónde diantres iba, sorry por la antigüedad, me la permito porque total les pibis no leen los diarios). Una cantidad de gente que, y ahí reside un mérito de la banda, supo sonar acoplada, compacta y con los matices sin los cuales nada tendría gracia. A esta altura, una superband que ha sabido ir delineando su perfil por el lado conveniente, a caballo de las obras propias.
La segunda parte fue para “las canciones que todos han venido a escuchar”, en palabras del frontman Moroney, desde Personal Jesus, gema de Depeche Mode que esta vez hizo brillar el guitarrista Pablo Pino (con Moroney en coros), con su irreductible impronta del primer heavy argento de los años ochenta.
Hubo más música y más invitados, tal el caso del ‘guitar hero’ Jorge Godoy. Todo y todes, arropados por un sonido impecable y una producción que dio la talla. Más celebración, porque se trataba de la presentación en sociedad de un disco que se fue postergando mucho, pero que aún entre las brumas de la pandemia consiguió asomar su cabeza musical, quizá cuando más se lo necesitaba.
Finalmente Los Cohetes nos llevaron a Marte. En la Tierra las cosas no marchan muy bien que digamos, así que veremos. Si es que en el ‘planeta rojo’ hay música de Los Lunares, quizá termine estando bueno.
Chino Castro
