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sábado, 20 de abril de 2024
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Las nuevas aventuras de la Infectadura

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En el final de Jardín de Gente, que sus no acólitos conocieron por ser cortina del programa Humanos en el camino, de Gastón Pauls, con su voz de gorrión arropada por un silencio tenso Spinetta pronuncia una frase con perfume a premonitoria tempestad: “El collage de la depredación humana”. Pasaron veinticinco años y la cosa empeoró: a tal grado de depredación hemos caído, que la noticia de que pronto tendremos vacuna no fue celebrada como un gol en un Mundial. Y como siempre se puede estar peor, a miles de argentinos la novedad les provocó alergia. Se ve que prefieren seguir jugándose la vida cada día contra un virus que devora hermanos como sanguchitos de miga que arribar a una solución gestionada por un gobierno peronista k.

El viejo axioma de que cuanto peor, mejor, reactualizado y proyectado como una bengala sangrienta, porque aplicarlo a un contexto de pandemia significa que cuantos más muertos, mejor, más desgracia para facturarles al gobierno de ‘Albertítere’ y la ‘Porota’. Así de crudo es, aunque nadie quiera hacerse cargo de llevar dentro a un verdugo en vez de a un niño.

A la par de alivio a millones de compatriotas que no son los que hablan en los medios de confusión/cooptación/magnettización, la novedad de la Sputnik produjo un alud de intrigas, mentirasy/o desprecio no sólo por la ciencia sino por todo lo que huela a ruso o socialista, para no decir comunista, esa palabrita que ha vuelto a alcanzar el dudoso estatus de top cuando no lo esperaba ni el chozno del ‘rock star’ Karl Marx. En estos días no faltará quien acometa contra el Che, “ese asesino”. Para ser brutos, seámoslo con ganas.

Las voces de alerta sobre que el gobierno quiere tomarnos de hampsters para un experimento del que no se sabe nada, con CFK cual madama de un giallo de Dario Argento, se multiplican en los paneles mediatizados donde casi no se escucha algo pueril de tan elemental: que ninguna vacuna le será aplicada a nadie sin que antes sea autorizada por los comités médicos que rigen en el mundo. Como siempre fue. Pero hay muches que prefieren creerles a los envenenados del ‘prime time’ que a un científico. Suelen fungir de informados, de saber algo que vos, que te encanta ser crédulo y mano de obra barata de todos los populismos, no. Los sabios no gritan, enseñan, pero los ignorantes, que sólo saben gritar, tienen más rating en el país de la depredación humana. Miguel de Cervantes vivió hace muchísimo, pero si aún estuviera entre nosotros y manifestara alguna simpatía por el peronismo, a diario asistiríamos al patético espectáculo de cientos de personas incapaces de dibujar una O con un vaso cuestionándole el Quijote. O, peor aún, sería ninguneado por larguero, aburrido y no saber quién es Fede Bal.

¡Atentos, que los cráneos de la Infectadura pronto lanzarían la segunda temporada de su culebrón protagonizado por los infectadores, que se denominaría Inyectadura y consistiría en vacunar a punta de pistola a todo el país con raras sustancias bolches!

 

También es cuidarnos no dejarnos engatusar por las consabidas invectivas de los que acaparan los medios para traficar el miedo, ya que seguramente son más los argentinos a quienes ver fulgurar una vacuna -la que sea, a ambos lados de la ‘Guerra Fría’- les provee un desahogo mental tras un año negro que no termina de terminar, que los que se indignan -también a ambas puntas del arco ideológico- porque el peronismo se encamina a resolver la pandemia en la República Argentina.

‘Estoy rodeado de viejos vinagres/todo alrededor’, bramaba Luca Prodan en 1986, en el máximo hit de Sumo. Así seguimos en 2020, pero es peor porque está la vida en juego. La de todes, empezando por los más frágiles, como es regla en un sistema capitalista en el que el hombre es lobo del pobre. Poner palos en la rueda en medio de esta pandemia espeluznante es clavar un cuchillo en el futuro de la especie.

 

Durante largos meses que se empeñan en no dejarnos en paz, hemos escuchado el destemplado retintín de que el gobierno coartó las libertades individuales y maniató el trabajo, y soportado varias marchas anticuarentena de gente -básicamente porteños inflados con la testosterona mediática- que culpa al kirchnerismo hasta de que Messi no nos dé un Mundial ni cambie esa cara. Les pareció demasiado una cuarentena bien blanda, aún hablan de ella, y hasta se erotizan al hallar un resquicio para volver a agitar el fantasma de que ‘los K’ vienen por la propiedad privada y mezclarlo con la pandemia. Actúan como si estuvieran solos en el mundo, registran al otro sólo cuando pueden aprovecharse, pero son los mismos que cuando crecieron los contagios y las muertes no tuvieron drama en darse vuelta como una media para facturárselos al gobierno, al tiempo que, con el pobrerío clavado en la mira de la carabina por la que miran la sociedad, lo acusaban de laxitud en hacer cumplir medidas que guay con pretender aplicárselas a ellos. Hubo quien celebró superar cierta cifra de contagios en horario central de la tevé, y otro que afirmó con mal disimulada satisfacción que “ahora sí llegamos a los 30 mil (muertos), estos son los 30 mil pero de verdad”. No deberíamos olvidarlos. Son terraplanistas afectivos, antes que mentales, tienen el corazón plano, no saben abrazar. El amor siempre les queda a trasmano, doblan antes. Llegado el caso, hasta sacrificarían la democracia.

Los que se plantan en ese margen de la grieta con el extraño orgullo de desear y militar que un gobierno fracase, usurparon el sentido común y son casi los únicos que hablan, pero hay millones de argentinxs ‘patriotas asintomáticos’ que ya es hora de que empiecen a manifestarse. Ya nos secuestraron el sentido común, que no nos secuestren el estado de ánimo.

 

¿Qué habría que hacer, desde la visión del jet (el colectivo es para las clases populares, morochonas de alma) antivacuna, que es también el anticuarentena y antigobierno? ¿Dejar que el virus se extinga de aburrido, luego de matar a todos los que tenga que matar? ¿Esperar ‘en bolas’ la segunda ola, con sombrilla y mate en ‘la feliz’ y que se joda el que no puede veranear? ¿Disolver el Ministerio de Salud para no alimentar más ñokis, bajarle otra vez el rango a una módica Secretaría y que se salve el que se la banque, entre quienes siempre se cuentan? ¿Dejar correr el tiempo y comprar un remedio harto probado cuando ya no quede nadie a quien curar? ¿Cuál vacuna tiene un cien por ciento de efectividad? ¿Es todo culpa del Indek? ¿¿Contratarán con la plata de mis impuestos a barrabravas venezolanos para reducir a los que no quieran vacunarse y encajarles las ya mencionadas raras sustancias bolches?? ¿¿Los pasarán a planta permanente??

 

Son algunos, tal vez muchos, pero se expresan como sintiéndose dueños del todos. En el medio de la patria ell@s en su sillón, un peldaño por arriba de ‘la popu’, con un espumante siempre listo para celebrar el fracaso ajeno mientras otean el mundo por el astillado ventiluz de la tevé. Abren la boca y ondean las banderas de la verdad, diría mi amigo Pablo Pequi. También se salvarán gracias a la vacuna que administrará el peronismo (justo le tocó gobernar cuando ‘la mano viene manal’, mirá vos), porque de esta tragedia global saldremos junt@s, aunque increíblemente haya quien pretenda dinamitar el concepto de solidaridad, que debería ser nuestro valor supremo como especie, y seguir abonando la depredación humana que denunciaba Spinetta.

Como si hiciera falta sembrar más dolor, más miedo, más egoísmo, más inhumanidad.

Chino Castro

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