Cada vez que asesinan a una mujer no se hace justicia porque su homicidio es, per se, una injusticia irreparable, mucho más aún cuando existe un aparato estatal destinado a tutelar derechos que podrían haber evitado el femicidio.
Estamos asqueados por los derechos que se vulneran desde todos lados, personalmente me repugna una justicia que no es tal, porque si hubiera, actuado Úrsula, como mil más, no estaría muerta, no habría sido asesinada.
Leo que piden justicia por Úrsula y sé a qué apuntan pero digo que no se hará porque ya no se hizo, porque se perdió la oportunidad de ser justos. Esa adolescente buscó ayuda y no se la dieron, porque ni fueron efectivos ni eficientes, porque no sirve el femicida preso aunque le corresponda estarlo; pudo haberse evitado y eso no deja de golpear como un martillo insistente en las alarmas de atención de quienes somos sociedad y de quienes sentimos cada día que a nadie le importamos nada.
Sé perfectamente los alcances de las medidas de restricción, la famosa “perimetral”, que es una herramienta para eventualmente accionar si se viola esa medida. No sirve, no es efectiva en términos fácticos en tanto las víctimas quedan libradas a la voluntad de sus victimarios. No sé cómo se remedia, sostenemos a unos sujetos que se denominan legisladores porque están en ese lugar para hacer leyes. Bien caro nos salen esos inoperantes, que se ocupen ellos de buscar el remedio que para eso están.
Hasta el hartazgo lo diré y me quejaré, hagan algo más de dictar una orden de restricción, eviten el femicidio, cada mujer violentada es vulnerable en extremo y vuelve a ser violentada cuando los que están para cuidarla no lo hacen. No hay excusas aceptables. Nunca. Y menos cuando asesinan a una persona que accionó los mecanismos para que la cuidaran.
Cada vez que es negligente el Estado, desde falta de recursos humanos, económicos, profesionales, lo es porque muchas personas fallaron en su cadena de responsabilidades y entonces el pacto social se rompe. La única que puede analizar el desempeño de esa gente (más allá de puntuales cuestiones administrativas) es la Justicia, pero está ocupada en otra cosa.
Un país sin justicia está a la deriva. Hace años que Argentina viene al garete. Vamos muy mal.
Personalmente me harté de pedir ni una menos, justicia por, memoria, marchar en silencio, con una vela, con una pancarta. Seguiré haciéndolo como única forma de manifestar mi descontento, pero cada femicidio que podría haberse evitado me demuestra que no tenemos salida. Lejos, muy lejos de desmoralizarme, me provoca la rebeldía más pura y dura por la indignación que la genera.
No más Ursulas! No más!! Cada una es todas. Cada una es todos.
Alejandra Córdoba
