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jueves, 25 de abril de 2024
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La unión sigue haciendo la fuerza, setenta y cinco años después

Nicolás Héctor Piccirillo recuerda los orígenes de la Cooperativa Agropecuaria.

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Al principio no había nada, pero la convicción, el compromiso e incluso la paciencia de algunos produjeron que enseguida hubiera un núcleo, que fue creciendo al punto que aún perdura. Hace estos días setenta y cinco años nacía la Cooperativa Agropecuaria de Bolívar, forjada por familias bolivarenses tales como los Criado, los Adrover, los Marsiglio, los Moriones, entre algunas más. Y los Piccirillo, Nicolás y su hijo Nicolás Héctor, que es quien desde sus noventa años pone en valor a aquellos nombres históricos.

Fue Federación Agraria Argentina la institución que dio origen a la Cooperativa Agropecuaria. Sus miembros creían en el cooperativismo y encendieron el motor de la asociación entre productores medianos y chicos para suplir la carencia de un gran capital. La unión hace la fuerza podría haber sido el lema fundacional; quizá no haya lema mejor para cualquier iniciativa de índole cooperativa, en cualquier tiempo y comarca.

Aquellos emprendedores adquirieron campos con las grandes facilidades que otorgaba el gobierno de Perón, lo que incluye a los ibarrenses que se erigieron en grandes protagonistas de esas primeras etapas de la Cooperativa. Los Piccirillo son de la zona conocida como ‘La 14’, vecina de la localidad de Ibarra. En la emblemática escuela que porta ese número se formaron Nicolás Héctor y también sus hijos, Analía y Rubén.

En la prehistoria de la institución, Federación Agraria comercializaba en Bolívar “el vino de Colonia Caroya, el Varón de la Chacra. El gerente de FAA era Laso, padre del ex diputado Isidoro, y empezaron a traer algunos productos, allá en avenida Alsina, sobre todo ese vino, que tuvo mucha aceptación: se lo consideraba muy puro, y gustaba por su color, muy oscuro, y su sabor”, recordó Nicolás Héctor, o Héctor (Nico era su padre, Nicolás Tolentino), o sencillamente ‘Pichi’ para los afectos que supo granjearse a lo largo de una extensa vida en la que lo público, aportar para que Bolívar sea mejor, más próspera y pujante, ha sido su gran pasión, postergando incluso lo propio a un límite ya poco frecuente.

Laso fue el primer gerente de la entidad, que se consolidó “con el aporte y sostén de familias que tenían el conocimiento de lo que era el cooperativismo, y la llegada de la cosecha a granel, que permitió dejar la bolsa propiciando que las Cooperativas con las balanzas para camiones tomaran mucho impulso”, recordó ‘Pichi’. No existía aún el silo bolsa, los productores compraron silos o llevaban la producción a Ibarra en acoplados graneros.

Esas familias a las que alude el entrevistado “se jugaron enteras” en pos de afianzar el novel emprendimiento: ”Criado, Alejandro y sus hijos; Félix Marsiglio y los suyos; Adrover, que no compró campo y tuvo que irse al norte de Santa Fe, donde sí adquirió tierra; Miguel Lorenzo y sus hijos; Moriones, un gran compañero que falleció hace poco, cuyo hijo fue presidente recientemente”, enumeró. El grupo constituyó la entidad y alquiló para su funcionamiento “un local sobre avenida Lavalle, cerca de donde está Empleados”.

En esos años se suscitó una gran polémica nacional de fuertes resonancias locales, azuzada, afirmó ‘Pichi’, por “políticos inescrupulosos” que les hicieron creer a algunos productores que Perón les regalaría un campo, cuando en rigor lo que el gobierno nacional hizo fue otorgar grandes facilidades, con créditos muy convenientes y a diez años, para que cada quien comprara su territorio. “Algunos decidieron esperar. Papá y yo nos pusimos de acuerdo en que íbamos a adquirir campo con esos créditos”, recordó ‘Pichi’. Otros chacareros de la zona hicieron lo propio, y así la flamante Cooperativa hizo base en Ibarra y aledaños.

Horacio, tu grato nombre

Un párrafo de la charla está destinado a Horacio Fernández López, un ingeniero que en pocos años hizo mucho por Bolívar, y por eso es inolvidable y de algún modo siempre vivirá, mientras perduren los logros comunitarios a los que de manera decisiva contribuyó. Uno de ellos es la electrificación rural, una quimera que un puñado de soñadores, gente que a la vez amaba la ciencia y la tecnología, transformaría en luminosa realidad varios años después. “Había sido compañero de escuela mío. Y cuando se hizo la línea de Urdampilleta conseguimos la bajada trifásica para la planta de silos de Ibarra. Mientras tanto acá, en Bolívar, habían instalado electricidad en algunos galpones que pertenecían a la Cooperativa, y que convertiría en graneros”.

Horacio Fernández López falleció muy joven, en un accidente de tránsito; sus aportes son invencibles.

El Supercoop, un hito

Un tiempo después del ‘puntapié inicial’, la institución adquirió el actual inmueble de General Paz y Edison, que “era de piso de madera, estaba abandonado”, y con los años fue modernizado. En esa esquina “se fundó el primer autoservicio. Vinieron técnicos a explicarnos cómo se montaban las estanterías, nos dieron las técnicas para armar el supermercado”, que conoceríamos con los nombres de Hogar Obrero o Supercoop, ya en la década del setenta. Argimiro Hernández, presidente de CONINAGRO y amigo de ‘Pichi’ y de otros miembros de la Cooperativa, fue quien tendió el puente con los capacitadores que les enseñaron cómo estructurar el emprendimiento. La receta funcionaba, pero pasaron cosas: “Ni ellos supieron calcular que se venía semejante inflación. Se confiaron, dieron mucho crédito, sobre todo para televisores, que eran la novedad del momento”, precisó ‘Pichi’. Esos préstamos se tornaron incobrables, y un mal día el Hogar Obrero “se cayó”, evocó el cooperativista una de las páginas más tristes de la historia institucional. “Y yo creo que en varias de esas caídas -mencionó a SanCor y otros emprendimientos por el estilo- hubo mucha corrupción de las clases directivas, porque el derrumbe resultó estrepitoso”. Empero, nuestro Hogar Obrero fue uno de los que más resistió, hasta hace unas dos décadas, junto al de Saladillo y el de Henderson, mientras alrededor sus pares sucumbían como cáscaras vacías que supieron albergar consistentes frutos de un tiempo mejor, pero ya lejano.

“Pichi’ habla con pasión de la Cooperativa. Habla, y dice. Los años pasan, ¿las pandemias también?, pero ese viejo querible -y querido- que es y seguirá siendo conserva intacta la potencia de su voz, ese tono intenso y colorido típico de los Piccirillo, que sin embargo no es imperativo. Por no mencionar su memoria, que tiene para iluminar rincones en los que la nueva historia, que por imperio de las siempre urgentes redes sociales es más volátil y demasiado proclive a la instantaneidad de una imagen que enseguida es tapada por otra, ya ni repara. De la mano de su padre ayudó a fundar una institución que nunca ha dejado de ser su casa, aunque se alejó hace poco más de diez años. Desde fines de los setenta también fue presidente, hasta

entrados los ochenta, un período en el cual afrontó un conflicto grave: “Teníamos feria y era exitosa, pero el negocio de las vacas es peligroso”, y así fue como la Cooperativa resultó estafada por unos compradores de hacienda en los que confió sin exigir las garantías correspondientes. Como consecuencia de ello, para pagar las deudas la entidad tuvo que desprenderse de varios bienes: “Cinco camiones y la estación de servicio de la ruta. Me llevé una gran amargura, pero gracias a Dios pudimos volver a comenzar, con el apoyo de Bolívar y especialmente de Ibarra, a través de la planta de silos”. Después floreció el tiempo de los jóvenes, en su gran mayoría hijos de los fundadores. “Apoyaron con todo y la Cooperativa se recuperó. Al principio, debiendo sobreponerse a grandes deudas”, recordó NHP.

A esta altura, la entidad ha echado raíces en la comunidad, más allá del sector al que representa.

– Claro. Porque en general se ha entendido que se trata del esfuerzo sumado de unos pocos, para formar el capital que se necesita para hacer cosas. Con el aporte de todos, de gente más chica económicamente, se puede llegar, siendo solidarios, a realizar obras que solamente pueden concretar los grandes monopolios. Así surge el cooperativismo, que a veces se desvirtúa por malas gestiones, o malas personas. Pero el espíritu cooperativista es ese (y no se mancha, diría Maradona).

¿Qué sentís hoy cuando ves que la institución, que contribuiste a fundar junto a tu padre, está integrada en un alto porcentaje por descendientes de los pioneros?

– Una gran alegría. Con que sólo continúe vigente, ya me alegro. Pero después veo que progresa, y eso es aún mejor. Mientras fui parte logramos comprar una planta de silos que aún perdura, y que han mejorado mucho, además de comprar otra. Todo eso me alegra mucho porque da la idea de que el sistema es bueno. Hay que tener fe y colaborar. Se pueden hacer grandes cosas con el aporte pequeño de muchos. Obras que quedan en una comunidad.

Chino Castro

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