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jueves, 28 de marzo de 2024
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La Tupá Gruv y otra convincente demostración

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La Tupá Gruv es, que nadie se ofenda que es sólo una opinión, la banda más interesante de la escena vernácula actual, junto a la mucho más oscura Interior Profundo, a pesar de los arrebatos indies de Clara Tiani, y a los singulares ADN, que complementan lo meramente musical con una puesta en escena que hoy nadie tiene acá (¿y qué pasó con Los Salvadores, que completaría el cuadrado, viajaron a Bolivia?).

El quinteto conformado por Clara Tiani, en voz y ahora sintetizadores; Nicolás Holgado y Juani Martínez, en guitarras; Hernán Moura, en bajo, y Lorenzo Blandamuro, en batería, se presentó en el Club Estudiantes el sábado, siete días después pero esta vez al aire libre, ya que el clima no sólo lo ameritaba sino que lo imponía. Lo hicieron en pos de seguir recaudando recursos para la grabación de su primer disco, proceso ya en marcha y sobre el que la semana pasada brindó detalles en estas páginas el violero Holgado. Este segundo desembarco en Estudiantes fue de la mano de Don Maltus, la fábrica local de cerveza artesanal, que aportó sus variedades, y en el marco de una fiesta de funk que tras el show despejó el lugar para el set DJ de Santiago García Prada, un estudioso de esa negra raíz de rock.

Tras una sólida perdigonada de obras de Fito Páez, con Tráfico por Katmandú, Dame un talismán y Circo Beat (interesante selección ya que evitó los lugares comunes), la banda convidó otra versión (luego habría dos temas ajenos más), que es a su vez una versión: Influencia, que compuso Todd Rundgren pero se conoció masivamente en Argentina por la ‘apropiación’ que hizo Charly García, y que incluso tituló a su desparejo disco de 2002. Piezas de Fito la Tupá había estrenado el sábado anterior, con Tiani en voz y ese nuevo sintetizador con el que agrega colores al pulso funky del grupo.

Mientras la música crecía el público llegaba de a puñados, sin apuro y relajado, hasta conformar una muy buena cantidad. Algunes pasaban directamente hacia atrás, y se subían a las veredas del sector pileta, que oficiaron de platea alta y desde donde también se escuchaba muy nítidamente. Otres se sentaban adelante, en el piso, en una suerte de improvisado sector VIP, encima de la banda pero sin poguearla.

Como la obra del rosarino al que le dio asco Buenos Aires cuando votó a Macri linkea con el corazón de todas las generaciones, como el dignísimo discípulo de García que es, todo el público entró rápidamente en clima, desde los que eran jóvenes cuando Fito estrenaba Giros, en 1985, a los que nacían mientras en 1999 editaba su ninguneado álbum Abre, pasando por los que en la primavera de 1992 viajábamos a Bariloche con las gemas de su consagratorio El amor después del amor atronando todo micro al que subíamos. Porque sí, en Estudiantes hubo de variadas edades, un público ecléctico y atento.

En el camino de las canciones propias, la Tupá despachó a continuación Suecia, Parece, Muchas perras y La cósmica ciudad (el título es tentativo), con el filtrado del segundo cover de la noche: Flecha verde, de Rubén Rada, que le haría mover la patita hasta a la estatua del libertador San Martín, erguida impasible a varias cuadras de allí, con caballo en composé rítmico. Los que estaban bastante más cerca, enfrente del recital, son los pacientes del hospital, que si en vez de música esto fuera cine y se tratara de una película yanqui, hacia el epílogo deberían haber salido a la vereda a bailar junto a los médicos, para llenarse de sol el corazón y acelerar su recuperación con miras a las Fiestas. Inclusive el cartel de ‘Hospital Subzonal de Bolívar’ titilaba, ¿¿los Tupá tendrían a alguien adentro haciendo juego de luces, o se trata de un asunto más, si querés bastante menor, que deberá resolver la gestión Pisano intendente??

Todas canciones con ‘gancho’, acaso lo más difícil de lograr cuando se compone una canción. Gancho sin caer en lo fútil, en esa onda Club del Clan que te convoca a sacudir el piecito mientras te vacía la cabeza. Porque, cuidado, que la ‘Flaca’ Tiani (encima) escribe interesante… Quizá ni los propios ‘tupagruveros’ terminen de darse cuenta de que están en condiciones de construir un hit, aunque la rememos a casi 400 kilómetros del panóptico por el que vigila el Gran Hermano de la industria de la música argentina, que tal vez no tenga largo alcance y llegue hasta Saladillo en días despejados…

La versión funk de El otro cambio (los que se fueron), de Litto Nebbia, abrió ruta a la última andanada de páginas propias, conformada por El bar, Los caballos, Niño de plomo y Disco Tupá, que como su título lo indica, mezcla disco con funk y es ideal para coronar un concierto.

La banda terminó envuelta en aplausos, sudor del saludable y pedidos de que vuelvan, y seguramente así será porque algo al respecto esbozaron.

Que así sea.

Chino Castro

 

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