La propuesta desembarcó en la sala ‘Bety López’, de El Mangrullo, por gestión conjunta de los estados provincial y municipal. A sala llena, Rizzo y Shinji llevaron adelante una sólida función, en la que aparecen cuestiones del ayer, de nuestra conformación como país y del destino que elegimos/nos tocó, que resuenan con fuerza en este convulso presente político, social y económico en el que se haya embarcado hasta el último de los/las argentinos. Wsp para los que creen/militan que la grieta es un invento del kirchnerismo.
Con una austera puesta en escena, La tentación narra la imaginaria reunión entre Manuel Dorrego, entonces gobernador de Buenos Aires, y el embajador inglés lord Ponsomby, representante en nuestras tierras de los intereses del mayor imperio de la época, que abogaba por la incorporación de la Banda Oriental al Brasil. La obra plantea la vieja lucha entre las conveniencias y la convicciones, que cada quien debe en algún momento de su vida afrontar.
Dorrego, referente de los plebeyos que el tiempo y la historia denominarían ‘cabecitas negras’ -o menos poéticamente negros villeros-, resiste las ofertas no siempre sutiles del inglés que compone con sapiencia el experimentado Raúl Rizzo, y en esa puja de intereses el espectador puede ver que se cifra la historia de nuestra país, entonces muy joven y hoy adulto, vertebrada por el grueso hilván de algunos nudos idiosincráticos aún sin resolver.
La corrupción, la valentía para defender principios, la lealtad, la construcción de un futuro, el egoísmo y el desprecio de siempre de las clases acomodadas en lo económico, son otros de los tópicos que la obra toca.
Como se señala en la página web del Teatro del Pueblo: ‘El tiempo apremia porque el ejército argentino, que ha vencido en los campos de batalla brasileros, está a punto de entrar en Buenos Aires y su jefe, Juan Lavalle, ha sido convencido de que Dorrego es el culpable de la ominosa derrota diplomática. Lord Ponsomby, quien respeta a su digno rival, no ignora que si los ideales de don Manuel no ceden, su suerte está echada’.
Quizá el texto resulte un tanto previsible, empero no se priva de plantar, así sea por reactualizarlos, viejos interrogantes y desafíos que, como ayer, siguen mordiendo la carne de nuestra conciencia colectiva.
Chino Castro
