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“La historia oficial es un gran lavadero que arrojó a los márgenes infinidad de temas”

Entrevista con Marcelo Valko sobre su nuevo libro, Esclavitud y afrodescendientes.

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En su nuevo libro, Marcelo Valko va al meollo de la esclavitud continental y local: “Este río de sangre que sucedió en América tiene dos orillas: de un lado los indígenas, del otro los africanos”, remarcó en exclusiva con el diario una de las voces referentes en los temas de su incumbencia. Lejos del carácter excepcional que algunes nos atribuyen, el historiador aclaró que “somos un país que alguna vez debería comprender su carácter pluriétnico”, lo que incluye muchas sangre indígena y otro tanto negra corriendo por nuestras venas.

Psicólogo, investigador, docente y escritor, Valko no tiene pelos en la lengua. Lo que tiene son reivindicaciones, que se entrelazan, multiplican y clavan su bandera urgente en lo más profundo de la condición humana.

¿Qué nos trae Esclavitud y afrodescendientes?

-Una hipótesis que es extraño que parezca novedosa, cuando es algo tan obvio: ¿por qué importaron africanos a América? Porque el combustible biológico empezó a agotarse. (…) Bartolomé de las Casas, uno de los sacerdotes más benevolentes que hubo en América, le propone a Carlos V importar negros, porque los indios “tienen cuerpo de cera”. Un primer genocidio provoca un segundo genocidio, entonces este libro trata la otra cara del genocidio americano, el tema de la esclavitud.

Hay gente que me dice que me pasé del genocidio indígena a los negros, y no es así, porque este río de sangre que sucedió en América tiene dos orillas: de un lado están los indígenas, y del otro los africanos.

La obra hace hincapié en la Argentina. “El 25 de Mayo nos ponen al negro que vende mazamorra, al otro que vende velas, pero en Buenos Aires, de cada cuatro porteños uno era del Congo, Angola o Mozambique; en Córdoba, de cada cuatro cordobeses dos eran de esa procedencia, y en Santiago del Estero tres de cada cuatro”, arroja luz el historiador revisionista. Y agrega otro ejemplo que da cuenta de esa fuerte presencia negra en nuestras raíces: hacia mediados del XIX, “en Buenos Aires se editaba alrededor de una docena de periódicos de afrodescendientes”.

Sin embargo, la negritud siempre fue negada, ubicada en el estante de lo pintoresco o llanamente invisibilizada por la ‘historia oficial’ bajo cuyo prisma se han educado cientos de generaciones, que sentencia que Argentina es “un país excepcional”, que “todos bajamos de los barcos” y que “somos una suerte de noruegos”, dislate que se derruye con sólo recorrer algunos barrios porteños y zonas del país, sostiene Valko.

“Argentina tiene más indígenas que Brasil”

Hasta el presidente Fernández, en un furcio histórico, afirmó hace unos meses que los argentinos descendemos de los barcos.

-Histórico fue. Y encima lo dijo señalando que los brasileros salen de la selva y los mexicanos de los indios, y nosotros por supuesto de los barcos. Después pide disculpas, bueno. Pero lo interesante es que Fernández verbaliza un imaginario nacional, no es culpable de portación del imaginario que está en los libros escolares, donde se dice que los querandíes cazaban, habitaban y creían; se conjuga en pasado, no están, son ausencia. Somos excepcionales, como dice con ironía el historiador Tulio HalperínDonghi. Que Argentina no tiene nada que ver con el resto de los países, somos un apéndice perdido de la geografía europea acá, en medio de la oscuridad de piel que nos rodea. Pero somos un país que alguna vez deberíamos comprender nuestro carácter pluriétnico, con una cantidad de nacionalidades. Argentina, por ejemplo, tiene mayor cantidad de indígenas que Brasil. Si mirás los censos del 2010 verás que las personas que en Argentina se reconocen indígenas son un millón y medio, y en Brasil ni quinientos mil. Y con la negritud pasa lo mismo. (…) La historia oficial es un gran lavadero que arrojó a los márgenes infinidad de temas.

“La historia argentina se hizo más fuera de Buenos Aires que dentro”

Decís que alguno te “acusó” de abandonar la causa indígena para pasar a ocuparte de la esclavitud negra en América, que en realidad es parte de lo mismo. Además, cualquier genocidio es contra la humanidad, y desde esa perspectiva hay una íntima vinculación entre el indígena, el de los armenios, el de los judíos y todos los perpetrados en la historia del hombre.

-Me han dicho que por qué me meto en este tema si no soy un originario. Pero no tenés que ser judío para espantarte por Auschwitz. Acá se trata de ser biennacidos, esta es una cuestión de biennacidos, de derechos humanos, porque hay cosas aberrantes en la historia, las haya hecho quien las haya hecho y padecido quien las padeció. Nuestro país debe acostumbrarse a que no tenemos una realidad monocroma, hay otros sabores, otras miradas, otras voces, otras intenciones, y eso nos enriquece, no tenemos que tenerle miedo a la heterogeneidad, sino al contrario. Pero hay un temor que empuja a la historia hacia el monocromismo, que dice que todo fue hecho por una élite blanca y en particular de Buenos Aires, como si fuera una gran obra de teatro en la que todos son espectadores del escenario porteño. Pero la historia argentina no es así: la historia argentina se hizo más fuera de Buenos Aires que dentro de los límites de laGeneral Paz.

Estatuas que tiemblan

Esclavitud y afrodescendientes incluye episodios del presente, como el asesinato de George Floyd a manos de la policía, que provocó “un oleada tan grande que tuvieron que refugiar al presidente de entonces, Donald Trump, en esos famosos túneles de la Casa Blanca”. Una marejada de repudio que “no fue sólo protagonizada por afrodescendientes sino por un gran conjunto de la sociedad, cruzó el atlántico y empezaron a caer estatuas de racistas”, caso la del rey Leopoldo II de Bélgica y varias más, que los manifestantes arrojaron a ríos del mundo, señalael autor. “Y lo interesante es que de pronto la sociedad reacciona. ¿A cuántos afroestadounidenses mató la policía allá? Y de pronto un estímulo -eso es lo que los sociólogos se desesperan por desentrañar-, que es la muerte de George Floyd, provoca todo esto. El asesinato de Floyd lo provoca, y todos los otro no”. Quizá -evalúaValko-, un buen día la sociedad dice basta, hasta acá llegaste, “o vaya a saber cuáles son las variables intervinientes para que se produzca lo que se produjo: derrumbamiento de estatuas, ataques en ciudades, quema de móviles policiales”.

El nuevo libro del exsocio del recordado Osvaldo Bayer en investigaciones, ediciones literarias y conferencias por el país juega con uno anterior suyo, Pedestales y prontuarios, en el que la hipótesis central es que “nada es más peligroso que una estatua en su aparente inmovilidad”, dado que “está sola, quieta, parece que no dice nada”, y sin embargo “derrama significación, no cesa de decir”. Las estatuas “no son la historia”, sino “ejes del poder que derraman significación”, pero la sociedad “por suerte va cambiando, y entonces cosas que sucedían en una época de pronto resultan intolerables”, completa el también autor de Cazadores de Poder.

Chino Castro

La vieja pelota frente al frontón de la realidad

Este libro llega en un momento particular: con el telón de fondo del denominado conflicto mapuche refulgiendo desde el sur argentino.

-Uno lo viene alertando hace tiempo: si el estado y los gobiernos de turno no toman cartas en el asunto, la cuestión se va a ir agravando con este tema de la excepcionalidad: porque como somos excepcionales, si existe algún indígena obvio es un extranjero, es un mapuche chileno, un coya boliviano. Y no es así, porque los pueblos originarios son preexistentes al trazado de fronteras.

(…) Si no empezamos a prestar atención a aquellas tierras ancestrales que de un plumazo, léase conquista del desierto, pasaron a ser fiscales, y después el estado las malvende, como hizo Menem con Lewis, sabiendo que estaba en litigio… Hay tierras que se han vendido con gente adentro. Hay conductores de televisión, deportistas, que compraron tierras con gente adentro. Y de pronto surgen conflictos, que son obvios y absolutamente evitables. Este problema viene del arrastre de una historia oficial que hizo un país supuestamente blanco elitista, enquistado en el puerto de Buenos Aires, que le dio la espalda no sólo al interior sino al resto de América Latina. Esos son los problemas que están aflorando ahora, que el estado nunca comprendió. Hay una ley, la 21160, que nunca termina de completarse, porque es una de esas que hizo el estado para patear la pelota hacia adelante. La pateó este gobierno, la pateó el anterior, pero llega un momento, y está pasando ahora, en que la pelota se detiene frente a un frontón, que es la realidad. Y ahí te quiero ver. Nadie entiende, nadie sabe qué hacer, porque nadie presta atención al origen del problema. Creer que somos excepcionales es un pronóstico que va a desembocar en lo que está sucediendo hoy.

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