Escribe: Licenciada Adriana Macchia
Si entendemos por sociedad la responsabilidad de armar el espacio común, es importante decir que la misma no está garantizada…
” Nuestro común es lo que podemos hacer juntos aceptando el vacío de lo que no hay“. (Alemán J), con lo cual queda dicho que debemos construir el espacio común de convivencia desde una lógica política, que inventando lazos sociales vea de qué modo suple a la comunidad que aún no es.
La ciencia ha permitido la globalización, pero el problema es que la universalización del sujeto en el proceso civilizatorio actual no deja lugar para tratar las diferencias sino por la lógica de la segregación.
“Lo que caracteriza a nuestra época es una segregación ramificada, reforzada que produce… intersecciones a todo nivel y que no hace sino multiplicar las barreras. (Lacan J. 1967)
La globalización postmoderna es una operación a cargo del mercado, donde el Estado se repliega, pierde fuerza, suprime o al menos debilita sensiblemente a las sociedades dejándolas desprotegidas y desiguales; es un modelo que opera sobre la segmentación, no solo comercial sino geopolíticamente, va fragmentando los grupos sociales , y a países entre sí de acuerdo a los intereses colonizadores de los más fuertes y militarizados, desarraigando lo que queda excluido, o sea millones de habitantes del planeta que van quedando descartados, estigmatizados y excluidos de toda interacción social, en el más absoluto descrédito social, por su origen étnico, por su lugar en el mercado de consumo, por ser excluidos de catástrofes ambientales y ecológicas, toda una ingeniería social de unos contra otros, a través del uso del estigma que los segmenta, divide y menosprecia.
El espacio público está como, dice Bauman, cada vez más desierto; el nuevo sistema mundo es un sistema que debilita el modelo político democrático -vinculado a la idea del ágora de los griegos-, “Desde esta perspectiva se consideran especialmente vulnerables aquellos hombres que están expuestos a más riesgos, que disponen de pocas estrategias para combatirlos, que más sufren las consecuencias de una crisis y que menos posibilidades tienen de recuperarse”.
Cuando la dinámica social no es libidinalmente una lógica para vivir- juntos y separados- juntos pero diferentes-, se cae en el uso del caudal salvaje de unos contra otros , se aborrece y persigue con fines destructivos a los grupos sociales que se oponen a sus fines; -“soy yo o el otro”,-no hay una lógica donde la política regule al poder económico poniéndole tope.
Cuando el odio es usado como un motor para engendrar confusión y caos social, va pintando un paisaje yermo, inorgánico, inhumano, patriarcalizado de un grupo cada vez más pequeño que concentra poder económico y se impone desalojando a las mayorías de sus derechos, de la inclusión al bienestar, invadiendo legalidades jurídicas, legitimando no solo la concentración de la riqueza, sino convirtiéndolas democracias en velos de procesos de facto- como vemos en Brasil, Bolivia, Paraguay y otros- que asociándose a intereses geopolíticos globales, privan de construir un destino común, que al decir del sociólogo Castel R sería deseable que se tornara en una segregación inclusiva, o como sintetiza el filósofo Pelbart P: una universalidad excluyente, que no se “coma” todo vínculo social al punto de no dejar nada de qué agarrarse.